Capítulo 23

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—¿Qué haces? —Leo se derrumba sobre mi cama y yo despego la vista de mi lectura

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—¿Qué haces? —Leo se derrumba sobre mi cama y yo despego la vista de mi lectura.

Agito un manga frente a sus ojos y él me lo quita de las manos.

—¡Dámelo! No creo que quieras leerlo, es de estos pastelosos y con solo mirarlo te sube el azúcar.

Lo suelta como si fuera radioactivo y yo aprovecho para recuperarlo. Le miro y decido aprovechar la ocasión. Después de lo de ayer, tengo un par de cositas que hablar con él.

—Por cierto ¿a tí qué te pasa?

Se gira hasta ponerse de lado y puedo ver la confusión en sus ojos. ¡Cómo no! Lo raro es que supiera a qué me refiero.

—Como no seas más clara...

—Primero Alec y ayer Iván. ¿Cuándo vas a dejar de comportarte como un idiota?

Veo el enfado en sus ojos y se levanta de un salto para enfrentarme.

—¿Un idiota por qué? ¿Por protegerte?

—No necesito un perro guardián Leo. Sé cuidarme sola —protesto.

—Pues yo creo que sí porque tú eres muy ingenua y no te das cuenta de lo que piensan los demás.

Ahora la que me pongo de pie soy yo.

—¿Estás diciendo que soy una tonta que me dejo engañar por cualquiera?

—¡Sí! —grita mientras hace aspavientos.

—Quizás el problema no soy yo, sino tú que ves monstruos donde no los hay. Alec es mi acompañante, está para ayudarme. E Iván es mi compañero de trabajo y un posible amigo.

—Ese quiere ser más que tu amigo... —masculla.

Le miro sin entender qué es lo que pretende. Estoy muy enfadada con él en este momento.

—¡Qué sabrás Leo! ¡Y además, si así fuera, ese es mi problema no el tuyo!

Su expresión se ve ensombrecida de pronto y es como si su enfado se desinflara.

—No quiero que te hagan daño, enana.

Y ver ese dolor en sus ojos hace que le entienda, aunque no comparta su actitud.

—Sabes que no vas a poder estar ahí en todo momento, no te queda otra que confiar en mí. Y te guste o no, en algún momento saldré con alguien y tú... —Me acerco a él y apoyo el dedo índice contra su pecho—. Tendrás que acostumbrarte.

Leo me envuelve en uno de sus gigantescos abrazos y besa mi frente.

—Lo siento bonita, pero no me acostumbraré nunca. Y si alguno de estos tíos te hace daño, ten por seguro que le partiré las piernas.

Me río contra su pecho, contenta de que la pelea haya quedado en nada. Siempre hemos actuado así. Nos tirábamos los trastos a la cabeza pero acabábamos haciendo las paces al momento. Somos dos personas con carácter y eso no va a cambiar.

Nos volvemos a sentar en la cama.

—Sabes que corres el riesgo de que te pague con la misma moneda ¿no? —amenazo.

—¿Perdona? —dice ofendido—. No serías capaz.

—¡Ponme a prueba! Puedo perseguir a tus novias hasta que se cansen y te abandonen.

Se tumba y se queda mirando el techo, pensativo.

—Para que puedas fastidiarme primero tendré que conseguir un ligue.

Me estiro para darle un empujón con el pie.

—Acabamos de llegar, date tiempo.

Cuando le veo frotarse la cara sé que algo no va bien.

—No es eso —se sincera—. Es que no sé si... quiero.

—¿No sabes si quieres... ? —insisto.

Leo nunca ha sido de hablar de sí mismo conmigo y por una vez parece dispuesto a soltar algo que se está guardando muy dentro.

—No sé si quiero intentarlo con alguien —admite—. Creo que lo que hizo Lili me ha vuelto una persona suspicaz y miedosa. Y esas no son buenas cualidades como pareja. Estoy seguro de que estar conmigo sería un infierno y no hay chica que se merezca eso.

Me sorprende que tenga un pensamiento tan maduro cuando siempre le he considerado un poco niñato.

—No deberías dar por sentado eso. Pero que seas consciente de que pudiera ocurrir, ya te hace mejor que otros. No solemos ver nuestras limitaciones y nos gusta culpar a los demás cuando una relación no funciona, pero a veces arrastramos cadenas pesadas que no nos dan la libertad de ser nosotros.

—Hostia tía, ¿desde cuándo te has vuelto tan lista?

Si alguien sabe echar a perder un momento sincero entre hermanos, este es Leo.

—No seas malo...

—Lo digo en serio. Tienes mucha razón, pero saber de mis miedos no me ayuda a superarlos ¡y no me vengas con eso de que igual también yo necesito terapia!

—Ya lo has dicho tú.

—Lo siento pero no. En mi caso, sé que solo necesito tiempo y algún día, no todo resultará tan terrible como ahora.

Me tumbo a su lado y le abrazo.

—¿La echas mucho de menos?

Él siempre tuvo mejor relación con Lili que yo. Pasaban tanto tiempo juntos que había quien pensaba que eran mellizos.

—Sabes que me daba una rabia horrorosa que fuera tan perfecta. Siempre me metía con ella por eso. La ropa impecable, las mejores notas, una actitud perfecta... pero era mi mejor amiga.

Y yo lo sabía. Envidiaba que fueran tan importantes el uno para el otro aunque ahora entiendo que la edad tenía mucho que ver. Hasta hace nada yo era una cría insoportable y en cambio ellos compartían gustos, amistades e incluso confidencias.

—Sé que no es lo mismo —digo, intentando que no me tiemble la voz—, pero ahora me tienes a mí.

—Enana, no lo digas como si tu no fueras suficiente. No sé qué sería de mí si no te tuviera cerca.

Y con esa confesión y mis lágrimas, nos quedamos abrazados un buen rato.

¡Me encanta la relación que tienen estos dos! Tienen sus pequeñas broncas pero se ve que se quieren un montón y en el fondo saben que lo mejor que pueden hacer es apoyarse mutuamente

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¡Me encanta la relación que tienen estos dos! Tienen sus pequeñas broncas pero se ve que se quieren un montón y en el fondo saben que lo mejor que pueden hacer es apoyarse mutuamente. El único problema es que a Leo se le va un poco de las manos... Aunque creo que en cuanto aprenda cual es la medida justa, todo perfecto. Además creo que Tali ha hecho bien en hablar con él y no dejarlo pasar y que se acostumbre a comportarse así. Está bien que se preocupe, pero lo justo, no más.

¿Qué pensáis? ¿Entendéis a Leo? 

¡Próximo capítulo narrado por Alec! Y me parece de lo más divertido... A ver qué me decís.

Besitossss

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora