Capítulo 24. Alec

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—Me has engañado —protesto

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—Me has engañado —protesto.

Empujo un carro de la compra a medio llenar y miro de reojo a Isa que se ríe de mí descaradamente.

—¿No querías hablar conmigo? Pues así matamos dos pájaros de un tiro: tú me ayudas con la compra y yo te escucho.

Si no fuera alguien tan importante en mi vida, le soltaría una barbaridad. En vez de hacer eso, sigo empujando el carro.

—De acuerdo, pero porque eres tú y ya tienes una edad...

—¡No te fastidia! ¡Y ahora me llamas vieja! Bueno, dejémoslo y cuéntame de una vez qué te pasa. El otro día cuando me llamaste, no me quisiste adelantar nada.

Miro hacia atrás para asegurarme de que no hay nadie escuchado y luego le suelto lo obvio.

—Se trata de Tali.

—Vale, hijo. Y ahora cuéntame algo que no sepa. ¿No van bien las cosas con ella? Pensé que ya habías solucionado tu metedura de pata.

—Eso... sí, está superado. Es solo que... tengo la sensación de que no sé lo que estoy haciendo.

Isa se entretiene eligiendo botes de verduras y por un momento creo que no me está haciendo caso, sin embargo cuando se vuelve, me da su sincera opinión.

—Alec, solo tienes que estar ahí. Muchas veces no hace falta más que eso. Estar para abrazar, estar para escuchar, estar para hacer compañía... nada más. No se te pide que tengas la respuesta a todo, ni que debas dar lecciones. Solo estar.

Esa no es la cuestión. Porque si por mí fuera estaría para Tali por el resto de mis días. Ese pensamiento me sacude y niego con la cabeza al darme cuenta de la putada que eso supone. No debería pensar así. Justo voy a explicarle cuál es el problema cuando escucho una voz a nuestras espaldas.

—¿Alec?

La dueña de mis desvelos se acerca a nosotros por el pasillo y solo su sonrisa ya hace tambalear mis cimientos. ¡Maldición!

Llega a nosotros sujetando varios productos contra su pecho y nos mira a ambos interrogante.

—¡Tali! —Estoy tan descocado que durante un instante no sé qué hacer. Hasta que recuerdo que Isa está a mi lado—. Oh, sí ella es Isabel y bueno... ella es Tali.

Soy idiota. De verdad que sí. Las dos se miran y se ríen y sé que lo están haciendo a mi costa. ¿En serio? Justo estoy hablando de ella y aparece, si lo llega a hacer un minuto más tarde, quizás me hubiera escuchado decir una barbaridad y eso sí que sería un problema.

—Encantada Tali. He oído hablar mucho de ti —suelta Isa como si nada.

Le lanzo una mirada asesina en plan, "Venga, tú ayudando", pero me ignora totalmente.

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora