—¿Tienes prisa?
Miro la hora en el móvil y aún es pronto. Sé que lo fácil es que dijera que sí, que tengo que irme, pero eso solo pospondrá nuestra primera conversación.
—Tengo un rato.
—Vamos entonces.
Le sigo, sin tener ni idea de qué tiene en mente. Aunque es un día entre semana, hay bastante gente por el paseo y la playa, algo normal teniendo en cuenta que estamos a finales de julio. Solo espero que no quiera que nos sentemos aquí, en medio del ajetreo a charlar de nuestras desgracias. Por suerte veo que sigue andando sin intención de entablar una conversación conmigo. Mientras camino a su lado, me doy cuenta de que el shock de verle entrar con Elia hizo que la ansiedad desapareciera de golpe y me sorprendo de mi propia reacción. En otras circunstancias no hubiera podido evitar el ataque de pánico.
En un momento dado, me hace un gesto para que crucemos la calle y no tardamos en llegar a un enorme parque. Se aleja de los columpios y el bullicio de los niños y elige una zona de hierba bastante apartada. Nos sentamos uno frente al otro y una risa nerviosa se nos escapa a ambos.
—Quién me iba a decir que acabaría ocupando mi tiempo con un asalta casas... —suelto en tono jocoso, pero antes de que me conteste, añado—. Y bien, ¿cómo hay que hacer esto? Es la primera vez que tengo un acompañante...
—Y si todo va bien, también será la última —me anima. Saca su móvil y comienza a teclear —. Dime tu número, lo guardaré y te haré una perdida.
Se lo dicto y espero hasta que en mi pantalla se refleja su llamada. Después me afano en guardarlo en agenda.
—Vale... ahora ya me tienes fichada...
No sé por qué digo cosas tan tontas, supongo que serán los nervios. Agito con la cabeza, renegando de mi propio comentario y Alec me observa divertido.
—No sé qué se te está pasando por la cabeza pero no parece muy bueno.
—Tonterías mías.
—No insistiré. Bien, no sé qué te ha explicado Elia...
Me encojo de hombros. ¿Entre poco y nada?
—Solo que me asignaba un acompañante para charlar y para los momentos de crisis. Según ella, es un método que a sus pacientes les funciona muy bien. Te diré la verdad, soy un poco escéptica con todo esto. No nos conocemos y pretende que confíe en ti para que veas lo peor de mí.
—Así es.
—¿Y por qué te prestas para ser acompañante de alguien? Me parece una responsabilidad enorme.
Da vueltas a su móvil mientras se lo piensa.
—Creo que es para devolver un poco de lo que se me dio a mí.
—¿Tú también has tenido un acompañante?
—Una, en mi caso. Durante dos años. Aunque te diré que seguimos en contacto. Al final, aunque no se quiera, se crea un vínculo muy fuerte con esa persona.
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Una historia sin título
Romance¿Serías capaz de soportar la pérdida de tu hermana? ¿Podrías empezar de cero con su recuerdo aún asaltando tus sueños? Tali quiere una nueva vida. Lo que ocurrió con Lili fue un punto de inflexión que le hizo replantearse todo lo que había hecho ha...