Capítulo 24

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"Poco a poco he podido empezar a hablar de ella con mi hijo. Sé que Jake, aunque no recuerda a su madre, quiere preguntar. Así que lo he hecho, procurando explicarle que, aunque Ailsa no está, ella lo amó y lo seguirá cuidando desde donde está. No sé si es así, pero quiero creer que sí, que, si yo me quedé aquí con Jake, ella está en algún lugar junto a nuestra pequeña también." (extracto del diario de Robin Drummond, el segundo año desde la pérdida de su esposa y su hija).


–No la amé –musitó. Soleil apenas lo escuchó, había estado quedándose dormida.

–¿Robin?

–Quizá por eso los dioses se ensañaron conmigo... no pude amarla.

–¿Ella te amaba?

–No... no lo creo. Nunca lo hablamos. Era una unión arreglada, solo eso. Para los dos.

–¿Y por qué entonces sería tu culpa lo sucedido? ¿Un... castigo por no amarla cuando ella tampoco lo hacía? No es así, Robin, son tragedias de la vida... de los dioses, quizá, que juegan con nosotros, como a veces intenta hacerlo el monarca con nuestros destinos.

–Los dioses siendo igual de crueles que el monarca. Suena algo digno de considerar... y temer.

–Y arreglando uniones divinas... sin duda no necesitamos más de eso.

–Como la nuestra.

–No quise decir...

–Está bien, Soleil. Muchas veces no podemos elegir cómo nos sentimos por alguien... ni seguir libremente nuestro corazón...

–¿Acaso querías hacerlo?

–¿Tú no?

–Pensé que no estabas enamorado... de tu esposa.

–No lo estaba.

–Oh.

–No pienses demasiado en ello. No creo que Ailsa lo haya lamentado... demasiado. Siempre habló del deber, no de amor ni de formar una familia conmigo. No lo sé, supongo que los dos estábamos condenados...

–¿Habrías condenado tú a tu esposa si hubiera amado a alguien más?

– No. ¿Con qué objeto? Ella no podía rehusarse a nuestra unión tal como yo no podía. Como, luego tú tampoco pudiste hacerlo... conmigo.

–Dioses, no es igual.

–Desde luego que no. En mi primer matrimonio, ninguno de los dos estaba enamorado del otro... o eso creo.

–¿A diferencia de nuestra unión?

–Sí.

Soleil se separó de él, envolviéndose en sus propios brazos, intentando apartar los pensamientos no bienvenidos.

–No... no es... –Soleil encogió las piernas y apoyó su frente sobre las rodillas. Suspiró–. Dioses.

–Todavía... –empezó Robin, con cierta reticencia– podemos anular nuestro matrimonio.

–¿Qué? –Soleil alzó la cabeza–. ¿De verdad?

–Sí. Si quieres... sí.

–Pero el rey...

–Encontré una ley antigua, supongo que rara vez aplicada porque... no creo que suceda a menudo. Podríamos invocarla y, a través de un proceso legal, separarnos.

–¿A qué ley te refieres? Nunca he escuchado de ella.

–Si no consumamos el matrimonio durante un año... podemos solicitar su aplicación.

–Pero... pero... –Soleil abrió la boca y la cerró varias veces, lucía confundida. Y luego, muy enfadada– ¡¿en serio es tan difícil para ti permanecer casado conmigo?!

–¿Cómo?

–¡Sí! Que hasta estás buscando métodos que ni siquiera sabía que existían para... para...

–Soleil, yo no...

–¿Por qué no quieres estar casado conmigo? ¿Por qué aceptaste antes el arreglo? ¡Dioses, no es como si esta fuera tu primera unión arreglada siquiera!

–¡No es lo mismo! –protestó Robin, sintiendo como su temperamento empezaba a salir.

–¿No? ¿Cómo no? Hasta hace un momento lamentabas la pérdida de una esposa que no amabas y con la que hubieras seguido casado por lo que te restara de vida si los dioses no te la hubieran arrebatado tan cruelmente... entonces, ¿por qué quieres tanto separarte de mí?

–¡No quiero! –soltó, casi gritando. Sólo se contuvo porque Antoine dormía, muy cerca–. Maldición, Soleil, por supuesto que no quiero.

–¿Entonces por qué lo propones?

–¡Porque es lo que tú quieres!

–¿Yo?

–¿No? ¿No quieres separarte de mí? ¿O ya da tan igual para ti que no será Heath que te resignaste a quedarte conmigo en su lugar?

–¡Cómo puedes decir algo así!

–Tú misma lo dijiste. Si no es él... cualquier otro, da lo mismo.

–¿Lo escuchaste?

–¿Mentiste?

–Yo... no quise... lo siento, Robin.

–No importa. Es lo que sientes. Y por eso te lo dije. Pensé que querías separarte, pero ahora parece que no.

–No es...

–De todas formas, Soleil, yo te ayudaría. Casados o no, lo haría. Así que si es por eso...

–¡¿Qué clase de mujer crees que soy?! Yo solo...

–¿Quieres seguir casada conmigo? ¿Sí o no?

–No lo sé.

–Así que no tiene sentido que te alteres tanto cuando te he dado una salida.

–La que tú también quieres tomar.

–Por los dioses... ¿por qué crees que me habría tomado la molestia de unirme en una ceremonia a ti si no hubiera querido que durara por el resto de nuestras vidas?

–¿Por deber?

–Quizá tú... lo hiciste por eso.

–¿Tienes otras razones?

–Sí.

–¿Cuáles?

–Primero respóndeme. Quieres seguir casada conmigo.

–No sé por qué... no es como si fuera diferente para ti...

–Ya te dije que lo es.

–¿Por qué?

–¿De verdad quieres saberlo? ¿Por qué mi unión contigo sería diferente de aquella con mi primera esposa?

–Sí.

–Bueno. Porque estoy enamorado de ti. ¿De acuerdo? Por eso, Soleil.

–¿Qué? –ella se obligó a encontrar su mirada. Los ojos grises de Robin no se apartaron de ella. Dioses, casi parecía que hablara... en serio.

–Sí. Estoy enamorado de ti. Así que, por eso, para mí, esta unión nunca sería igual. Ahora, tendrás que ser tú la que decida. Sabiéndolo todo. Si quieres seguir casada conmigo o no...

–Robin...

–Yo aceptaré tu elección –señaló, dando por concluida la conversación, se incorporó–. Hasta mañana, Soleil –dijo, inclinándose para besarla en la frente. Salió, sin esperar respuesta. 

**Uno más. Espero que estén teniendo una buena semana. Abrazo fuerte y mucho ánimo.**

Dos historias (Drummond #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora