Capítulo 19

268 78 8
                                    

"¿Alguna vez piensas en ella, Jules? ¿En cómo hubiera sido tu vida si nuestros padres no hubieran muerto y no hubieras tenido que sacrificarte por la regencia de Artem? ¿En cuánto perdiste y cómo lamentas que fuera así? No puedo imaginar que no lo hagas, alguna vez... yo no podría dejar de lamentar cada día si no estuviera comprometida con Heath y no fuera a casarme con él. Es inimaginable." (extracto de una carta de Soleil a su hermano Jules Saint-Clair, en respuesta a un encuentro casual que le había narrado sucedió aquel verano).


Robin dejó de pasear por la habitación y se acomodó despacio en una silla cercana, tratando de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera despertar al pequeño Antoine. O un ruido que pudiera alertar a Soleil.

Esto último se mostró del todo innecesario cuando encontró su rostro. Estaba profundamente dormida, el agotamiento de los días pasados haciendo que pareciera que no tenía energía para tan siquiera moverse en sueños.

Sonrió levemente, sin poder evitarlo, pues estaba en un lugar que nunca pensó disfrutar visitando nuevamente en algún momento de su vida, presenciando algo que para él era casi un milagro. Ver dormir a Soleil, en la misma habitación que se encontraba él. Sí, se sentía como algo demasiado irreal.

Sacudió la cabeza, intentando apartar aquellos pensamientos innecesarios e inútiles. Luego se obligó a desviar la mirada hacia el pequeño, que continuaba durmiendo. Parecía que su habilidad para lograr que un bebé durmiera no se limitaba solo a Jake.

Por la ventana se filtraba un débil rayo de luz y recordó los días pasados, cómo había llegado a apreciar a la esposa de Heath e incluso a tomarle cariño, algo que no esperaba. Pero, había que reconocerlo, lady Genevieve Drummond era una mujer dulce y amable, la mayor parte del tiempo... porque si se trataba de defender a Heath, no había nadie como ella. Incluso su algo temible padre, lord Wulfric, lo había reconocido y eso era algo que Robin respetaba y admiraba.

Y cuando Genevieve, en una conversación casual durante la cena, había manifestado que estaba preocupada por la visita de Heath a la Corte, dado que el accidente por el que se habían conocido no estaba resuelto y eso la inquietaba, supo que aquella mujer se había ganado más que su respeto. Aun embarazada y adaptándose todavía a una posición que nunca había esperado ostentar, quien la inquietaba era Heath. ¿Cómo iba a no sentir cariño por alguien semejante?

Ahora lo entendía plenamente. Por qué Heath se había enamorado a tal punto de renunciar incluso a un compromiso que podía asegurar su posición como regente. Porque conforme la iba tratando, la manera en que Genevieve y Heath se complementaban fue haciéndose más evidente. Él era fuerte, impulsivo, travieso; donde ella era calma, docilidad y dulzura.

Su hermano había elegido bien. O, quizá, los dos se habían elegido mutuamente y eso era lo mejor de todo.

En cambio, en su caso...

Soleil no lo había elegido. Ni lo haría nunca.

Hasta sospechaba que ella hubiera preferido elegir, si hubiera podido, a cualquier otro que no fuera él.

Y lo entendía. Por lo que ella sentía, podía entenderlo.

Pero no aceptarlo. Aceptarlo... eso era otra cosa.

Con reflexiones así fueron pasando las horas y, cuando Robin notó que empezaba a amanecer, se incorporó, dejó con cuidado a Antoine en la cuna que estaba en la habitación, miró furtivamente hacia Soleil antes de alcanzar la puerta y tratar de abrir sin hacer ruido.

Al cerrarla, se preguntó por qué no había usado la puerta que comunicaba sus habitaciones. Suponía que podría haberlo hecho y...

–¿Robin?

Dos historias (Drummond #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora