Capítulo 32

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"Quisiera correr a su encuentro, dejar todo de lado y buscarlo, porque de alguna forma, siento que lo encontraría. Pero, miro a mi alrededor, observo los documentos que se acumulan en el escritorio mientras mi pequeño hijo juega cerca... y sé que no puedo hacerlo. Tengo que quedarme en Savoir, rogando a los dioses que, de alguna manera, hagan que mis dos hermanos regresen a salvo." (extracto del diario de Robin Drummond, en los días posteriores a la pérdida de contacto con su hermano Heath, quien partió en búsqueda de su hermano menor, Brendan).


–¿Segura no quieres comer algo antes? –Robin se sentó a su lado en la cama. Ella negó–. ¿Quizá más tarde? –alargó su mano y acarició su cabello–. Necesitas alimentarte, Soleil.

–Quiero dormir. Solo eso –ella se giró, dándole la espalda–. Me sentiré mejor cuando despierte.

–Lo dudo –Robin suspiró–. Sé cómo te sientes. No mejorará... pero se hará más tolerable. Especialmente si cuidas de tu salud.

–Dioses, ¿cómo puedes...? –Soleil se volvió, mirándolo con resentimiento–. A veces detesto la calma que logras mantener ante cualquier cosa.

–Soy padre de un niño de cinco años que juega con espadas y no deja de corretear de un lado a otro... es un requisito indispensable que mantenga la calma.

A pesar de tener sus ojos llenos de lágrimas de frustración, pudo sentir como su boca empezaba a sonreír.

–Lo siento. Es solo que... –Solei dejó salir el aire lentamente–. Tengo tanto miedo... –clavó sus ojos dorados en él–. Jules siempre ha estado a cargo de todo, no solo como el centro de Artem, sino de mi familia misma. De mi mundo... ¿suena dramático? Quizá, pero no he conocido más familia que él, no recuerdo a mis padres, en cambio Jules... él ha estado siempre ahí, cerca, representando todo lo bueno y luminoso de este mundo... ¿y ahora? ¿Dónde está? ¿Por qué no ha vuelto? ¿Qué le ha sucedido? ¿Cómo...? –su voz fue un susurro– ¿cómo voy a seguir sin él? No puedo...

–No estás sola –Robin tomó su mano y la cubrió con la suya–. Estoy aquí. Siempre estaré aquí. Incluso cuando encontremos a tu hermano, seguiré aquí. Nunca estarás sola, esposa mía.

–Sí... –Soleil se echó a sus brazos, tomándolo por sorpresa–. Lo soy. Tu esposa. Y tú eres mío. Mi Robin.

–Sí –musitó él, acunándola contra su cuerpo–. Siempre tuyo.

–Robin...

–¿Sí?

–¿Tienes hambre?

–¿Hambre?

–Quiero que te quedes conmigo –respondió, aferrándose a él–. Necesito que te quedes.

–Lo que tú desees –soltó, buscando su rostro–. Sólo tienes que pedirlo.

–¿Debo pedírtelo todo? –bromeó quedamente, recordándole una conversación pasada. Él rió quedamente.

–No, no todo –contestó en igual forma, antes de besarla largamente. Por un par de horas, se perdieron uno en brazos del otro.


***


Mientras compartían la cena, Soleil se encontró contemplando fijamente a su esposo. Como de costumbre, le fascinaba cada aspecto de él, de un rostro que una vez había creído conocer tan bien y ahora sabía que no. Él y Heath no podían ser más distintos, sin importar sus rasgos en común, Robin era... Robin. Su Robin.

Dos historias (Drummond #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora