Capítulo 36

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"¡ME AMA! Dioses, no puedo creerlo aún. Realmente, Soleil Saint-Clair, está enamorada de mí." (extracto del diario de Robin Drummond, tras la confesión de Soleil).


Dado que aún era temprano, Soleil y Robin decidieron ir hasta el lago, llevando comida para un picnic con los niños. Robin fue por Jake hasta las lizas, donde sabía que lo encontraría a esa hora, y no tardó demasiado en convencerlo para que se uniera a ellos en aquel paseo. Los dos, junto con Soleil y Antoine, fueron charlando animadamente hasta hallar un lugar dónde acomodarse, que les permitía una vista privilegiada del lago más grande de las tierras de Savoir y que en esos momentos relucía por la abundante luz de aquel día soleado.

Jake se puso a reunir rocas junto a Robin, mientras Soleil se sentaba a jugar con Antoine y no perdía oportunidad de observar cómo padre e hijo interactuaban, hablando y riendo, con absoluta familiaridad.

Por primera vez, Soleil pensó en que así sería siempre con Robin y los hijos que vendrían. Sería un padre maravilloso, porque ya lo era y no dejaba de demostrarlo. Eso, por alguna absurda razón, la llenó de orgullo por el hombre que amaba.

–¿Comemos algo? –llamó Soleil a Jake y Robin. Ellos asintieron y empezó a sacar lo que habían empacado–. Hmmm parece que tendremos un almuerzo sustancioso.

–Lo necesitamos –Robin se agachó a su lado para besarla en la frente antes de sentarse. Empezaron a servirse los alimentos, en medio de una animada charla sobre los recuerdos de veranos pasados que les traía el lago.

–¿Podríamos nadar luego? –pidió Jake mirando suplicante a su padre.

–Hmmm... quizá mañana –contestó Robin.

–¿Por qué no hoy? –Jake torció el gesto–. Es caluroso. Un buen día, tú mismo lo has dicho antes, padre.

–Cielos, Jake, a veces me pregunto si alguna vez olvidarás algo –Robin suspiró–. De acuerdo, nadaremos. Luego.

–Bien, porque necesitamos enseñarle a Antoine... –apuntó Jake.

–No sé si... –Robin giró hacia Soleil–. ¿Crees que sea posible llevarlo a bañarse en el lago?

–Cerca de la orilla –dijo, pensativa– creo que estará bien. En verdad es un buen día para nadar, como dijo Jake –sonrió.

Jake se levantó con energía, empezando a recorrer alrededor del claro en que estaban, mirándolo todo como si fuera nuevo. Robin sonrió, siguiendo con la mirada a su hijo.

–Lo amas tanto –musitó Soleil.

–Mucho.

–Empiezo a sentirme privilegiada de poder ser parte de ese amor tuyo –confesó–. Pocas veces me he sentido tan cobijada por una calidez permanente como al ser tu esposa.

–Soleil... –Robin tomó su mano y se la llevó a los labios– es mi privilegio amarte, al fin, libremente. No hay manera de que lo haga a medias.

–Nunca trates. Me gusta que me ames completamente.

–No podría ser diferente, esposa mía.

Soleil suspiró y continuó mirando a Jake. Sonrió.

–Tiene tanta energía. Dioses, no sé cómo haremos cuando lleguen más niños.

–Lo haremos bien, estoy seguro.

–Contigo a mi lado, sé que será así.

–Entonces ¿cuántos niños te gustarían?

–¿Y a ti? –preguntó Soleil sin contestar. Lo vio esbozar una lenta sonrisa–. ¿Qué?

–Muchos –respondió con sencillez.

Dos historias (Drummond #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora