Capítulo 33

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"La convivencia, bajo las mejores circunstancias, es algo complicado. Ahora, hacerlo con alguien en quien no confías y no amas, no es precisamente lo que calificaría de una base óptima para el matrimonio. Por eso es importante, hermana, que lo conozcas y en lo posible, te asegures de que realmente tu futuro esposo es alguien en quien puedes confiar." (extracto de una carta de Jules Saint-Clair dirigida a su hermana Soleil, cuando esta se quejó de quedarse aquel verano en Savoir pues había tenido un disgusto).


Su llegada a las tierras de Savoir fue discreta, al anochecer, tratando de pasar desapercibidos. Robin había enviado a uno de sus hombres por delante, para que anunciara su llegada a su hermano y evitar así que se inquietara. También le hizo llegar una misiva, advirtiéndole sobre lo que habían descubierto y que no habían hallado a Jules Saint-Clair, para que, de ser posible, adelantara algunas averiguaciones.

Cuando se perfiló en el horizonte el Castillo Drummond, Robin sintió una zozobra que nunca antes había estado ahí al contemplar su hogar. Dioses, había tenido la esperanza de volver con buenas noticias, o hasta con su cuñado acompañándolos, y ahora...

Observó que Soleil se había adormilado, una vez que le había entregado a Antoine para que él lo cargara. El pequeño estaba despierto, pero tranquilo, observándolo fijamente, como si se estuviera cuestionando quién era ese hombre que ahora lo cuidaba a todas horas... no imaginaba lo extraño que sería para el pequeño, a pesar de su corta edad, no ver el rostro familiar de su padre ni su madre.

Tenían que hallarlo. Debían hacerlo, sin importar qué. Tanto por el bienestar del pequeño como por el de su esposa, Jules Saint-Clair debía aparecer.


***


–¡Padre! –Jake se echó a sus brazos. Robin sonrió, sosteniendo a su pequeño contra el pecho–. Tardaste.

–Sí, Jake, pero ya estoy aquí –contestó Robin, separando a su hijo para mirarlo. Venía cubierto de polvo–. ¿Cómo estás? ¿Te comportaste bien?

–Soy un niño grande, padre.

–¿Y eso significa que sí o que no? –inquirió Robin, entrecerrando los ojos. Su hijo sonrió, travieso–. Dioses, ya veo que mi futuro traerá varias charlas con tu tutor y tu niñera.

–¿Me bajas ahora? Estábamos por cenar.

–Ah. ¿Cenas en el salón con todos ahora?

–Mientras no estuviste, sí. Tío Heath me dijo que podía hacerlo.

–Me alegra que haya sido así –bajó a su hijo y le ofreció la mano. Colocó la otra en la espalda de Soleil, quien se encontraba saludando a Jake–. Bueno, parece que llegamos a cenar –le dijo a ella.

–¿Crees que será correcto entrar directamente al salón? –preguntó, dudosa.

–Somos familia –apuntó Robin, ladeando la cabeza–. ¿Recuerdas?

–Aún me resulta extraño... –Soleil no continuó. Habían atravesado el patio de armas y encontraron la figura que los esperaba en el umbral–. Lord Drummond –saludó Soleil con una reverencia.

–Heath –dijo al mismo tiempo Robin, con una pequeña sonrisa. Verlo ahí, en el umbral del Castillo Drummond, hacía que todo se sintiera mejor.

–Soleil, Robin –Heath los recibió con calidez, dejándolos pasar–. Acompáñennos a cenar, una vez que se hayan instalado por favor.

Robin giró hacia su esposa, esperando por su decisión. Si ella no se sentía con ánimo de cenar en el gran salón, él no iba a imponérselo.

–Gracias, milord –contestó Soleil, finalmente. Y sonrió un poco, girando hacia Robin–. ¿Vamos a nuestros aposentos primero?

Dos historias (Drummond #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora