Capítulo 25

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"No sirve arrepentirse tras tomar una decisión o cumplir un deber, hermana. Yo hice lo que debía, por Artem, por nuestro legado familiar, por nosotros... y no me arrepiento. Ahora menos que nunca, cuando tengo a mi pequeño Antoine en brazos, sé que hice lo correcto. Él pertenece aquí, como tú y como yo. Estoy convencido de que no existe una familia mejor que la nuestra para regir estas tierras y habitar el Castillo de Grianmhar, porque para un Saint-Clair asegurar el bienestar de cada uno de los pobladores de Artem está por sobre cualquier capricho personal." (extracto de una carta de Jules Saint-Clair, a su hermana Soleil, en respuesta a un cuestionamiento de decisiones del pasado).


El viaje hasta el castillo Acmhainn fue más largo de lo que Soleil estaba acostumbrada, dado que se movían en carruaje y descansaban cada noche en algún poblado, desviándose muchas veces para llegar hasta una posada donde terminar el día. Al inicio, esto la había molestado, no entendía cuál era el afán de Robin de retrasarlos así... hasta que lo escuchó.

Él aprovechaba aquellas pausas para hacer averiguaciones discretas sobre la comitiva de Jules y saber si habían llegado a pasar por ahí, de vuelta, en algún momento. Robin Drummond estaba buscando un rastro de su hermano.

Dioses, menos mal no lo había confrontado aquella primera noche en que se habían quedado en una posada. Había estado planeando hacerlo cuando él le trajera alguna bandeja con alimentos. La bandeja había llegado, con un siervo, pero no Robin. En ningún momento de la noche, él había aparecido.

Luego supo que había hecho guardia afuera de su puerta. Después de un día de una cabalgata fuerte, él había optado por quedarse despierto, vigilante.

Cómo lograba mantenerse bien después de días así, era un misterio para Soleil.

Cuando estaban cerca del corazón de la Corte de Regem, donde se asentaba el castillo, siendo su última noche fuera de las murallas que verían al día siguiente y delimitaban aquel horrendo lugar, Soleil decidió que era tiempo.

Abrió la puerta en la noche, encontró a su esposo vigilando. Carraspeó para llamar su atención.

–Milady –saludó él con formalidad–. ¿Requiere algo?

–Pensé que... –Soleil suspiró–. No importa. ¿Puedo pedir algo?

–Desde luego.

–Entra.

–¿Qué?

–Entra a la habitación –dijo, alargando la mano hasta su brazo–. Por favor –añadió con poca convicción, esperando convencerlo más fácilmente así.

–Debo vigilar si...

–¿No puedes pedirle a alguien más que lo haga? ¿Por esta noche?

–De acuerdo –accedió a regañadientes.

Soleil lo vio dar unas instrucciones bajas y breves, asentir y regresó a su lado. Ella se apartó, para que entrara.

–¿Sucede algo? –inquirió Robin, apenas ella hubo cerrado la puerta.

–No.

–¿No?

–¿Has sabido algo de Jules?

–No. ¿Fue por eso? Te habría dicho si...

–Lo sé. Solo... lo dije. Yo quería que descansaras.

–Descanso –soltó, perplejo–. ¿Me veo agotado?

–No, pero no duermes.

–Lo hago. ¿Por qué...? –Robin frunció el ceño, confuso–. ¿Estás pendiente de mí?

–¿No se me permite? Tú siempre estás enviándome comida y asegurándote que esté bien... pero no vienes a verme. No me acompañas a comer. ¿Por qué?

–¿Te gustaría que lo hiciera?

–¡Sí! –Soleil respondió, impaciente–. ¿Por qué no lo haces?

–Porque no... nunca lo pediste.

–¿Y es que debo pedírtelo todo?

–No todo.

–Estamos casados, Robin.

–¿Lo estamos?

–Bueno... eso creo.

–No sé qué esperas de mí, Soleil. Francamente, no lo sé y no me atrevo a especular, así que, si tienes algo que decir... dímelo.

–Aún... no lo sé.

Robin entrecerró sus ojos, sin dejar de observarla. Soleil se obligó a soportar aquella mirada... y, sin entender de dónde venía aquella idea, se encontró pensando en lo bonitos que eran los ojos de Robin.

Otro aspecto al que ella no había prestado la debida atención. Si antes le hubieran preguntado, habría dicho que eran grises, como todos los Drummond parecían tenerlos, pero... los ojos de él no eran iguales a los de Heath. Y había pensado que sí, que lo eran, cuando en realidad, se asemejaban más a los de Weston.

Así que, mientras él le pedía una respuesta, ella seguía mirándolo tontamente, fascinada por unos ojos grises muy claros, como si fueran plata recién pulida y...

–¡Soleil, deja de mirarme así! –pidió Robin, claramente exasperado.

–¿Cómo? –inquirió, confundida.

–¿Qué sucede? ¿Quieres decirme algo o no?

–¿Estás enfadado?

–No. Yo... –Robin se pasó una mano por el cabello–. No sé qué me pasa. Estoy frustrado por la falta de noticias, supongo, y por el cansancio. No lo sé.

–O por mí.

–Soleil...

–Lo sé. No he respondido.

–No te estoy presionando a que lo hagas.

–Y te lo agradezco.

–No tienes por qué hacerlo. Obligar a alguien... –Robin sacudió la cabeza– de todos modos, descansaré aquí esta noche si eso te complace.

–Sí.

–De acuerdo –Robin caminó hasta cerca de la chimenea encendida. Dejó su capa en el suelo y se acomodó, dándole la espalda–. Buenas noches.

–¿Estarás cómodo ahí? –dijo Soleil, ignorando sus palabras–. ¿No prefieres el lecho?

–No dormiré contigo.

–Pero no... no es lo que quise... no...

–Un no es suficiente.

–Robin, por favor...

–No, Soleil, por favor te pido yo. ¿Has decidido que permanezcamos casados entonces?

–Ya te dije. No lo sé todavía.

–Entonces ve a dormir y déjame descansar. Buenas noches.

Soleil abrió la boca, pero no sabía qué decir. Ella había estado ofreciéndole el lecho, dispuesta a quedarse dormida sobre la silla... pero ¿qué había estado pensando? Robin nunca aceptaría eso.

Ni siquiera había pensado en las posibles implicaciones ni mucho menos en la confesión que él había hecho aquella noche. Entre su preocupación por Jules y la seguridad de Antoine en aquel viaje a la Corte, ella había hecho de lado todo, incluso aquellas inesperadas... palabras. Dioses, ¿era verdad? ¿Hacía cuánto...? ¿Cómo...? ¿Importaba eso?

Y ahora que él se lo preguntaba, realmente no sabía qué decir. ¿Deseaba seguir unida a él? ¿A Robin Drummond?

Aun así, a pesar de todas sus incertidumbres, por un momento cuando él había dicho que compartieran el lecho... la idea no le había parecido del todo mala. En absoluto mala. 

**Uno más... todavía quedan algunos por subir. Espero les haya gustado 😄**

Dos historias (Drummond #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora