Entrada 28

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No disfrutaba la música en la discoteca, pero ciertamente aquella gran cantidad de personas hacía que pasar desapercibido fuera más fácil.

Una vez adentro nos tomó un tiempo encontrarnos con Cristian, si bien la terrible distribución de las personas dificulta nuestra detección también hacía difícil encontrar al chico.

No fue hasta el momento el cual una chica de vestimenta pobre empezó a bailar muy cerca de Joan que logré dar con su posición, inmediatamente jalé a Joan quien parecía no haberse dado cuenta de su cercanía con aquella muchacha, hasta dirigirnos hacia una puerta café de madera bastante grande que estaba al fondo de la discoteca, donde Cris nos esperaba haciendo una seña con la mano para que nos apresuremos.

Al llegar el muchacho abrió aquella pesada puerta, adentró los bordes de esta estaban cubiertos por espuma de plástico negra, un aislante de sonido bastante bueno, es el tipo de materiales que usamos en los consultorios para que el paciente se sienta más calmado con menor cantidad de ruidos externos, a menos que el paciente desee lo contrario.

Toda esta zona se encontraba insonorizada.

Al cerrar la puerta aquel estridente ruido se dejó de escuchar casi de inmediato, significaba que si bien no nos molestaría el ruido externo, tampoco nadie podría escuchar nuestros gritos si necesitábamos ayuda.

Un pasillo bien iluminado nos esperaba detrás de la puerta, las paredes amarillas y la carencia de ventanas hacían ver ese lugar como inquietante, del otro lado del pasillo estaba esperando una escalera que llevaba a una puerta antigua de madera color rojo entreabierta. Al caminar por el pasillo Joan toma mi mano y se pone él por delante (tal vez un acto de valentía o caballerosidad) la puerta se abrió con alevosía desde adentro. Del otro lado varios hombres (que por no encontrar mejores palabras definiría como "gorilas") algunos mejor vestidos que otros, nos esperaban rodeando aquel cuarto de techo alto, ligeramente menos iluminado que el pasillo anterior, habían dos personas sentadas en sofás color café como de esos que pondrías en el salón del jefe de una empresa grande, pese a la disponibilidad de asientos solo ellos dos un hombre y una mujer se encontraban discutiendo algo hasta antes de nuestra entrada. Cada uno de los allí presentes hacían saber con sus ligeros manierismos la diferencia en su posición jerárquica con respecto a las de las personas en el sofá, pero en definitiva todos con bastante cantidad de dinero o poder, teniendo algunos mejor educación que otros seguramente, algo notable en su vestimenta también, debido a la cantidad de objetos de lujo que algunos poseían sobre ellos.

Joan y yo nos soltamos la mano.

"Buenas noches, tomen asiento, por favor" dijo el hombre que estaba sentado en la derecha, levantándose para saludar con un apretón de sus manos inmensas tanto a mi como a Joan. El hombre era alto, moreno, cara cuadrada, de pelo oscuro y bien recortado, sus ojos hundidos, de nariz ancha, usaba una camisa de manga larga a cuadros, sin corbata y un pantalón negro, además de unos zapatos negros bien lustrados.

"Gracias pero creo que nos quedamos de pie" contesto.

"Insisto" dijo con un tono menos amable.

Joan solo me miró asintiendo con la cabeza. Lo mejor sería hacer caso a todo lo que nos dijeran.

En el sofa de la izquierda una mujer esbelta, joven, muy guapa, cabello rulo castaño claro, blanca pero con la piel ligeramente morena por el sol, quien traía vestido bastante largo de color negro, con botas color café bastante robustas empezó a hablar .

"Hace unos días, desapareció un hombre bastante joven que nos debía dinero" señaló a Cris que estaba cerca a la esquina "Aquí nuestro amigo Cristian dijo que conocen mucho mejor que nosotros acerca de la situación de esta ciudad ¿Saben algo de su paradero?"

Caso 7B: Casa ViejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora