Entrada 31

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Al llegar a Camiri pasamos por el hospital principal, pero se encontraba guardado por bastantes policías, seguro para evitar que alguien calificado pudiera ayudarnos.

Joan estaba conduciendo a toda máquina por las calles angostas, Cristian le indicaba frenético el camino.

Yo estaba detrás cubriéndole las heridas a don Carlos, comprimiendo las heridas para evitar un mayor sangrado, sin resultados favorecedores.

Él solo cabeceaba sintiéndose cada vez más adormilado.

"Vamos Carlos no puedes dejar que esos bastardos te ganen" exclamé.

"No, no puedo" respondió débil.

"Tienes que abrir tu panadería recuerdas" añadí, mi voz se rompió "Y van a trabajar con Cristian"

"Una panadería en la gran ciudad"

"Si, una panadería en la gran ciudad"

Su celular comenzó a sonar, de algún modo don Carlos se las arreglo para sacarlo y pasármelo.

"Contesta" pidió en voz baja.

Solo asentí con la cabeza y lo hice.

"Hola, diga" conteste rápidamente sujetando el celular con el hombro y la cabeza.

"¿Por qué mierda tienes tu celular?" respondió una voz femenina.

Reconocía esa voz, era la perra.

Preferí guardar mis comentarios y centrarme en la situación.

"Nos atacaron los policías, hirieron a don Carlos, estamos yendo a la discoteca para que lo atiendan, por favor, por favor, tienes que conseguir doctores"

La mujer tardó unos segundos en responder, incluso revisé si no había colgado.

"Yo me encargo ¿los están siguiendo?"

"No, creo que no, no hay ningún auto de policía atrás"

"Cuando te siguen no lo van a hacer con luces idiota, aceleren y lleguen aquí pronto, si estos cabrones quieren guerra les daremos guerra a esos hijos de puta"

Colgó y yo volví a mi labor de evitar el sangrado.

Tardamos unos minutos más hasta la discoteca, porque aunque Camiri tenía pocos habitantes, muchos de ellos salían del trabajo al mismo tiempo haciendo que a las 4 de la tarde se volviera hora pico, y el tráfico aumentará justamente en las zonas donde debíamos de pasar.

En la entrada de la discoteca, tenían esperando una silla de ruedas, y varios de los gorilas cubriendo la entrada, Joan ayudó a que don Carlos baje hasta la silla levantándolo entre varios.

Arminda estaba esperando también, justo a lado de la puerta de entrada por la que teníamos que pasar.

Antes de soltarlo él tomó de nuestras manos y nos hizo acercarnos a él diciéndonos con sus últimas fuerzas.

"Por favor cuiden de mi panadería, adentró esta mi grabadora úsela para cuidarla" susurró.

Asentimos ambos sin oponer ni una sola palabra.

Los gorilas empujaron la silla, también hizo que se detengan donde estaba Arminda diciéndole también algo al oído, ella solo movió la cabeza afirmativamente, despidiéndose con un toque amigable en el hombro, mirando hacia otro lado para evitar que se viera que intentaba contener lágrimas.

Ellos entraron hasta la parte trasera, por donde habíamos quedado la primera vez.

Una buena cantidad de hombres se quedaron en la parte delantera, con armas pesadas colgando de sus hombros o algunas con ellas entre sus brazos, esperando órdenes o vigilando constantemente a través de las rendijas de la pared. Estaban esperando a que vinieran cientos y cientos de policías para disparar por las paredes.

Caso 7B: Casa ViejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora