Entrada 35

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Cuando me arroje por al río junto con Cristian, sinceramente no esperaba sobrevivir, tal vez él sí lo conseguiría, incluso si tenía que dejarme morir para eso.

El río es muy movido, con mala fama de ser engañoso, tiene bastantes pozos completamente invisibles al ojo, eso si vas en él por la mañana, no tenía idea cómo podría llegar a ser en la noche.

Sin embargo, con un golpe de suerte lo suficientemente bueno, logramos llegar hasta aquí.

No tengo ni puñetera idea de donde estamos, pero llegamos.

Una gran cantidad de rocas circulares como pelotitas de golf nos atendían encima de ellos a las orillas del Parapetí; muy lejos de Camiri, según pude observar.

Mientras aun recuperaba la consciencia me fijaba ahora, Cristian llevaba ropa militar holgada de color oscuro, lo hacían parecer un ninja, el también estaba dormido a mi lado, o eso pensaba mientras recuperaba la consciencia, ya que desde que saltamos al abismo no había dejado de agarrarlo por la ropa.

Durante unos minutos intenté despertarlo, pero parecía difícil de hacer que entrara de nuevo al plano terrenal.

Empecé a temer por lo peor cuando le di la vuelta para que su cara mirará al cielo despejado, bajo el había un charco de sangre que se escurría entre las rocas que nos atendieron, toda la zona del abdomen estaba ya cubierta de aquel horrible líquido carmesí, casi indistinguible por su ropa, pero presente en toda su extensión.

El olor a sangre llegó a mis fosas nasales, otro ataque nervioso parecía estar acercándose mientras escuchaba nuevamente los latidos de mi corazón desde mis adentros; sin embargo no dejaba de cumplir mis funciones, arrastré como pude el cuerpo del chico hasta un lugar con sombra debajo de un Tajibo amarillo, cuando escuché de cerca que aún respiraba rasgue un pedazo de tela de mi ropa para ayudar a frenar la hemorragia. Tal vez por el movimiento o por las sacudidas, él despertó cuando apoyó su cabeza en una de las raíces de aquel lindo árbol, abriendo los ojos lentamente.

"¿Logramos salir?" musitó.

"Si Cris, fuiste muy valiente al venir a rescatarme" le respondí sonriente tomándole la mano.

"Que bueno, creo que si hice algo bueno al final" contestó aliviado.

"Este no es el final Cristian, aún tenemos que llegar a Camiri y detener a los Guiyeia" lo animé.

"Señora, no soy profesional como usted, pero sé cuando me estoy muriendo" dijo, no logre detectar ni una sola pizca de tristeza en aquella frase "Y eso no esta mal"

"No, no, no, no, no, no, perdón, por mi culpa ustedes tuvieron que venir, por mi culpa te heriste al saltar al río" conteste al borde de llorar otra vez.

"Me hirieron cuando nos encontraron esos cabrones junto con el grupo no pensé que era tan grave por que no dolía"

"Pero si hubiera conseguido escapar antes..."

"Eso no fue su culpa Victoria" dijo más sereno, esa frase siempre intentaba resonar en mi mente "nada de esto fue culpa suya"

"Pero yo..."

"Está haciendo algo que nadie más se hubiera atrevido, por motivos que nadie lo hubiera hecho, usted solo quería ayudar a un niño perdido, y creo que terminó ayudando a más de uno en el camino" trago saliva "Va muy bien, no se detenga"

Guardé silencio, ya no sabía qué palabras usar para atacarme.

Un niño de 21 años estaba calmando a una psicoterapeuta profesional mientras moría.

Caso 7B: Casa ViejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora