Entrada 30

7 1 0
                                    

Era tan temprano que el sol no parecía tener intenciones de salir.

Tal vez le debí de hacer caso a Joan anoche acerca de no tomar tanto vino.

Pero ver y escuchar a aquel señor que la otra noche sonaba tan intimidante hacer la lista de compras con una grabadora inteligente que seguro había comprado el día anterior fue algo bastante gracioso. Solo que por mi seguridad evité reírme.

"¿Ya desayunaron?" Preguntó don Juan al sentarse en el asiento del piloto, Cristian estaba en el asiento del copiloto, él nos pasó una bolsa con sándwiches envueltos en servilletas de papel y unas bolsitas de pilfrut.

A este punto podría decir que acepte por educación y con miedo, pero la realidad es que tenía tanta hambre que no me importaron aquellas posibilidades y preferí comerlo todo rápidamente así Joan sabría si tenían algo, sacándonos de ahí. Básicamente dejarle el problema a Joan.

Por suerte no fue así, tuvimos un tranquilo viaje de casi 1 hora por carretera y luego por camino de tierra durante 2 horas, para después parar en un lugar lleno de casas de palos, y de adobe, había una sola hecha de ladrillos y techo de lámina de igual muy simple, de forma rectangular de dos pisos, con ganado por ciertas zonas, también se oían ruidos emitidos por cerdos.

Don Juan antes de bajar suspiro fuertemente, dijo:

"Si ven que intentan echarme quédense y luego los recojo, yo lo estaré esperando por aquí cerca"

"¿Por qué lo echarían?" Pregunté.

"Hubo algunas fricciones con mi familia al irme, espero que ya lo hayan olvidado, pero si no es mejor tener algo ya pactado"

"Señor y si se ponen muy fosforitos quiere que lleve una pipa para timbrarlos" cuestionó Cristian queriendo apoyar a su jefe.

Don Carlos se acercó a él rápidamente mirándolo a los ojos "Vos ni cagando sacas la pistola de aquí" contesto severo "que pase lo que tenga que pasar"

El abrió la puerta bajando del tirón, lo acompañamos todos, dirigiéndonos hacia la casa más grande hecha de ladrillos.

Los perros empezaron a ladrar desde lejos acercándose velozmente, eso ciertamente me puso nerviosa.

"No se preocupen por los perros, no hacen nada" aclaró don Juan.

"¿Qué hacemos si nos quieren morder?" Pregunté.

"No los van a morder" contestó sin darme importancia.

Una vez ya habíamos llegado a la casa Don Carlos estiró su polera poniéndose lo más pulcro posible para la ocasión, para después tocar la puerta en un ritmo bastante peculiar.

De adentro se escuchaba un tumulto como si varias personas estuvieran adentro.

Finalmente abrió un hombre de aspecto casi igual al de don Carlos solo que más joven.

Este solo lo miro unos segundos y nos examinó en silencio en unos instantes, sin dirigirle la palabra solo llamo a alguien en un dialecto que descubrí luego era guaraní.

Este volvió a entrar a la casa, para que después saliera a la puerta una mujer bastante mayor, pequeña, delgada, su piel morena y los cabellos blancos me hacían saber que era una mujer originaria de los pueblos guaraníes.

Esperaba un abrazo de reencuentro entre los dos y unas cuantas lágrimas de por medio.

Pero Don Juan solo consiguió una cachetada y que le cerrarán la puerta en la cara.

Tal vez fuera por la falta de sueño pero eso me pareció bastante gracioso.

Volvió a tocar la puerta repetidas veces, pero ya nadie salió, al cabo de unos minutos él empezó a hablar en guaraní (creo).

Caso 7B: Casa ViejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora