2. La epifanía.

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Benjamín apretó las piernas donde reposaba el huacal de Miu y miró de reojo al hombre que conducía y no pudo evitar lanzar un bufido de frustración. ¿Cómo era posible que ese hombre fuera el administrador de la epifanía? Según lo que él sabía, el administrador era un anciano amigo de su abuelo llamado Ismael Londoño, así lo había visto cuando él había firmado los documentos que lo acreditaban como dueño de la finca.

El cielo comenzó a nublarse, espesas nubes se arremolinaron de tras de la ventana y Benjamín intentó subir el vidrio para evitar la fría brisa, pero no encontró la forma de hacerlo, y tampoco tenía ganas de hablar con el hombre, pero era un peleonero por naturaleza.

—Pensé que el administrador era Ismael Londoño —dijo después de un rato, le pareció que desde la entrada de la finca hasta la casa había mucho recorrido. Mael, no lo miró cuando habló.

—Soy Ismael Londoño —Benjamín lo miró con gesto interrogante, pero él siguió conduciendo en silencio —Así se llamaba mi abuelo —continuó después de un rato —hace un año murió así que yo tomé su lugar, no hay más —Benjamín miró hacia el frente, el camino recto rodeado de arboles se extendía por mucho, le pareció un trayecto bonito, pero odió la compañía.

—¿Por qué parece que mi llegada le fastidia? — le preguntó.

—Por que lo hace —Benjamín deseó abrir el huacal de la gata y que el animal desatara sus frustraciones con el hombre.

—Pues, si no te gusta, lo siento. Yo soy el dueño —él apretó el volante, como si de verdad le irritara en exceso estar en esa situación —no creas que vengo a ocupar tu lugar ni a decirte qué es lo que tienes que hacer —le dijo el joven —yo no sé nada del campo y lo que quiero es aprender, no tengo nada más en la vida que esta tierra y quiero hacer las cosas bien. Nos conviene trabajar juntos —Mael, como le había dicho a Benjamín que le decían, soltó una medio risa —¿crees que es gracioso? —él sonrió de medio lado y ladeó la cabeza y Benjamín trago saliva, se veía así bastante atractivo.

—Sí, me parece gracioso, trabajar juntos implica trabajo de campo y créame, usted no será capaz con un día solamente.

—Me subestima, señor Londoño, vi muchos tutoriales en YouTube sobre cómo usar un machete y recolectar café —Mael volvió a reír.

—Esto no es un video tutorial, es la vida real —Benjamín miró hacia el frente, la carretera llegaba a su fin.

—Al menos yo quiero que funcione, usted ya me catalogó como un desastre sin siquiera conocerme —luego lo miró directo a la cara —ya entiendo por qué La Epifanía ocupa el último puesto municipal en productividad, tiene un administrador prejuicioso y clasista —Ismael lo miró y le apuntó con el dedo.

—No me hables así, tu no sabes todos las sacrificios que he tenido que hacer para mantener esta finca, yo... —algo se atravesó en la carretera y el hombre frenó tan en seco que la cabeza de Benjamín golpeó con el compartimiento de en frente.

El huacal de la gata cayó de las piernas del muchacho y se salió, revoloteó por todo el auto y gruñó. Cayó sobre el regazo de Ismael clavándole las uñas y cuando Benjamín trató de agarrarla se escabulló de él y se escondió debajo del asiento trasero.

—Casi me mata, animal —le dijo Benjamín e Ismael lo miró mal.

—¿Qué clase de bestia es esa? —preguntó el hombre acariciándose las piernas donde la gata lo había arañado, luego levantó la cabeza y cuando miró a Benjamín la mueca de desagrado se trasformó. Tomó el rostro del muchacho por las mejillas con las manos a cada lado de su cara para que se mantuviera quieto y Benjamín se quedó un poco paralizado. Las manos del hombre eran grandes y cálidas, los ojos azules brillaban con la luz que entraba desde afuera y la barba a medio crecer acentuaba los labios rosados. Benjamín intentó alejarse, pero él lo tenía bien agarrado y observaba con meticulosidad el golpe en la frente —Nah, la sangre es muy llamativa, solo es un rasguño, ni dejará cicatriz —Benjamín abrió los ojos y se tocó la frente donde un chichón comenzaba a crecer. Cuando Ismael lo soltó, sintió frio en el cuerpo y le entró mareo por el golpe.

La Epifanía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora