Capítulo 4

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~ Julietha ~
El dulce aroma de la libertad

16 de enero

Desperté y mi situación no parecía haber cambiando en lo absoluto.

Removí mis manos una vez más odiando el sonido de las esposas tintineando junto a los laterales de la camilla, empleando la poca fuerza aún existente en mi escuálido cuerpo.

Tenía una mordaza en la boca que me prohibía gritar y pasar la saliva con dificultad. Aunque seguía profiriendo un sonido ahogado con la esperanza de que algo cercano lo oyera.

No pudieron evitar que hiciera ruido de otra forma, azotando las esposas al barrote de la camilla al que estaba apresada y angustiada por hallarme en otro lugar igual de aterrador que el anterior.

Parecía un cuarto de hospital, aunque uno en completo desuso, el olor que se percibía era de desinfectante, una máquina estaba conectada con unos cables a mi corazón y tenía una cinta en el vientre con una pequeña maquinita que parecían que controlaba a mi bebé.

No entendía que hacía allí. No había ninguna persona cerca vigilándome. Solo herramientas de cirugía no tan próximas como para tomarlas y zafarme de mi destino, unos aparadores con unos fármacos y frasquitos llenos de alguna medicina en líquido. Las paredes tenían un plástico transparente que hacían de barrera entre la humedad y su interior, y una puerta de metal que no se abría ni por obra de un milagro.

Dejé caer mi cabeza y observé las esposas en mis manos, lo delgada que estaban mis muñecas, mi piel rasgada, como si unos pequeños dientes de piraña se hubieran deslizado desgarrando mi piel.

Una lágrima cayó sin querer. Ya no llevaba la camiseta sino que ahora iba con una bata de hospital blanca. Giré mi rostro en todas las direcciones tratando de buscar una manera, me prometí que esta vez sería diferente, que mi hija sí conocería este mundo, no caería entre las garras de otras personas que nos querían hacer daño, no había llegado tan lejos en vano.

Un detalle captó mi atención, siendo alumbrada por unos rayitos de luz que entraban por una ventana en lo alto, muy pequeña y angosta para ser un escape, en la esquina de la habitación se encontraba mi mochila, parecía estar intacta.

Pasos se oyeron rondando por afuera. Traté de no prestarle tanta atención en cuanto alguien entró, si sabían que en esa mochila guardaba mi vida entera me la arrebatarían en menos de un minuto. Me removí al ver a Iván junto a un hombre bastante mayor con una bata de doctor y varios enfermeros que iba con cubrebocas, dos hombres y una mujer que formaron una fila pegados a la pared de enfrente.

El "médico" se me acercó, colocándome una banda alrededor del brazo para medir mi presión, Iván se aproximó por otro lado acariciando mi frente sudorosa, inclinándose a besarme, iba a apartarme y me inmovilizó para que no lo hiciera.

—Luego de esto vamos a estar juntos por siempre, mi princesa.—apartó el cabello de mi frente y apoyando la suya contra la mía—Nada nos podrá separar, ya nada podrá evitar que te haga mía de cada manera que estoy imaginando. Y nadie te encontrará jamás, vas a desaparecer conmigo por el resto de nuestras vidas.—me aseguró acariciando mi cabello como si fueran sus palabras las que más deseaba oír.

Lloriqueé asustada en cuanto el médico dio un asentimiento y le pidió a la enfermera que alistara una jeringuilla con un líquido. Ella me miró un tanto consternada, parecía ser la única que no entendía que hacia allí y me pidió disculpas con la mirada cuando se me acercó haciendo lo que el doctor le pedía mientras que sus otros compañeros tenían las manos juntas y la cabeza gacha como arrepentidos por estar ahí, aunque conscientes de que eso era un secuestro.

Juntos hasta el infinito. (INFINITO #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora