Capítulo 17

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~ Julietha ~
Recuerda que sigo aquí

No lo entendía, no podía ser capaz de explicar cómo solo Aarón Ruiz conseguía tenerme en la palma de su mano incluso sin hablerle dado ese poder por voluntad propia o sin que ni siquiera se lo haya propuesto.

Podría corroer mi alma, hacerme tocar el cielo, era muy capaz de conseguir que flotara en lo más alto y luego...colocar mis pies sobre la tierra con un fuerte golpe de realidad.

Su respiración se ralentizó aún con su frente casi chocando en mi hombro, habíamos regulado esa pasión que se desató como las agujetas de un zapato pero debían volver a ser atadas para no tropezar y caer. Fui reticente y recuperé la cordura segundos después, dejando a un lado el deseo que corría por mis venas fluyendo en conjunto con mi sangre y calentando cada rincón de mi cuerpo. Intenté apartarme, hice el amago alzandome un poco de su regazo pero cayendo por la retención de sus manos en mi cintura.

Entrecerré los ojos, confundida y bajé la mirada dandome cuenta del detalle que no me pasó desapercibido, sin disponerme a pensar demasiado, actuando muy poco racional como un ser humano, es más, siendo cautiva por los instintos de esos animales hambrientos que cualquier presa que ven quieren devorar, no depare ni obligue a detenerme cuando mi mano descendía lentamente y la cual si nadie hubiera tocado la puerta en el segundo siguiente habría terminado aliviándolo a toda costa. Alzó la vista y yo escondí mi mano retomando consciencia.

Besó mi mejilla antes de ayudar a levantarme, una calentura no me hacía olvidar que seguía fabricando un bebé las veinticuatro horas del día. Recurrí al autocontrol dejando que me ayudara, pasó su mano por mi vientre y mis ojos trataban de centrarse en sus dedos encima del jersey, no en el bulto de sus pantalones.

Retrocedí un paso, no por incomodidad aunque él lo interpretó así, sino por la corriente eléctrica que circuló por mi cuerpo entero. Hice el amago de ir hacia la puerta, tragándome el temor de volver a encontrarme con otra pesadilla al abrir, pero segura que sería más fácil de digerir que su desconcierto por un aparente rechazo de su tacto. Duré dos segundos con ese pretexto, acercándome unos pasos antes de voltear sobre mi hombro y ver que agarró el primer cigarrillo que encontró al alcance dirigiéndose hasta el balcón.

No me detuve en cuanto mis pies giraron y lo siguieron. Apoyé mis manos en mi espalda tras pasar un mechón de cabello, incómoda, tras la oreja. En cuanto la brisa golpeó mi rostro me di un segundo para arrepentirme, pero al siguiente quedó claro que haría cualquier cosa por disuadir ese mal entendido de hace un rato que nos dejó evidentemente confundido a ambos.

—Sigues siendo una chimenea, Aarón.—trató de esconder una sonrisa pero falló a medio camino y prefería envolverla de egocentrismo haciendo que lo odiara un poco más.

Los golpes en la puerta continuaron pero me dio igual. Me exasperaba que siguiera con aquel vicio desde el día que lo conocí. Quería pelear con alguien, olvidarme por un momento que los años pasaron y los miedos crecieron, algunos se fueron y otros se quedaron, por unos minutos decidí aparentar que aún teníamos dieciocho y veinte años, que romper las reglas no estaba mal, que podíamos follar a escondidas y jurarnos odio delante del resto de nuestros amigos, que al separarnos tras un beso no nos mirábamos como dos extraños sino que sonreíamos reconociendo al otro con ese simple roce.

—Lo sé, pelirroja.—dio una calada soltando el humo y alejando el cigarrillo para que no me molestara el olor.—¿Algo más?

Juntos hasta el infinito. (INFINITO #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora