Capítulo 10

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~ Aarón ~
Ellas son mi mundo

Un desamor. Lo contrario a todo aquello que abarca la palabra de cuatro letras que muchas dicen que mueve el mundo y derriba barreras, que no importa cuanta distancia interpongas entre dos personas que sienten ello porque no conseguirá desvanecerlo.

Golpeé el saco de box ignorando la mirada preocupada de Miley que conversaba con Miguel en el mostrador, que por coincidencia me lo cruce a esas horas. Aún ni siquiera el sol aclaraba la mañana, pero me sentía incapaz de seguir durmiendo. El reloj marcó las cinco cuando estacione afuera del gimnasio y Miley abría las puertas, dejando que entrara como si recibiera a una persona de la realeza.

Eran finales de marzo, casi se cumplían tres meses desde que Julietha había decidido esconderse e irse quien sabía a dónde. Él detective no reclutaba mayor información ni llegó con nada nuevo salvo lo que había sucedido en la pista médica del condado de Langley, dándome una explicación de que me llamaran para ir a ver a Julietha, se trataba de que me tenía como contacto de emergencia, ya lo suponía y además me habían explicado algo acerca de los papeles de matrimonio.

Laura, la mujer de Miguel y entrenadora de Fer, apareció a las seis, a los pocos minutos la rubia se asomó con Adrián por aquellos lares. Los saludé, si es mis poco más de dos palabras contaba como saludo, y seguía en lo mío. Mi único entrenamiento era pelearme con aquel saco de arena, ya no usaba las máquinas ni pesas ni hacia ningún circuito marcado por Miguel, solo buscaba la forma de desahogarme y atizar golpes fue la mejor opción.

Debía irme a la oficina a las ocho, así que siete y media tomé mis cosas listo para largarme. Me despedí brevemente de mi mejor amiga y de Adrián. Además de los entrenadores y Miley cuando cruce por lado. Iba a salir sin más interrupciones pero, Fer me retuvo.

—Aarón.—me llamo y di media vuelta.

—Dime.—musité sin ánimos, como en los viejos tiempos.

—¿Quieres desayunar hoy? Yo invito. En la cafetería en la que solíamos ir antes.—propuso con una sonrisa ladina.—A las nueve. ¿Sí?

Parpadeé con pesar, Fernanda era una compañía que nunca había rechazado, es más, desde jóvenes pasar tiempo con ella era parte de mi rutina, pero ahora no tenía ganas de nada, a penas podía respirar y para ello me tomaba un esfuerzo sobrehumano. Sin embargo, no volvería a decaerme como la vez anterior que Julietha también se marchó, no era mi culpa esta vez, y...que yo continuara no significara que dejaría de buscarla.

—Está bien.—accedí cambiando un poco mi actitud.—Y yo soy el que invito.

Ella asintió y se acercó contenta hasta Adrián que la rodeó con un brazo besando su mejilla, a pesar de lo que hubiera pasado con ese par en privado hacia unos años, me alegro que supieran vencer la adversidad y en especial, que ella lo amara a él, Fernanda se merecía ser feliz tanto como Adrián.

Podía respirarla en cada rincón de ese apartamento en cuanto abría la puerta, cerré mis ojos adentrándome y dejándome caer en el sofá abatido de repente. Que me tratara de llenar de mierda la cabeza y el corazón para poder arrancarla de ahí era imposible. No quería que aquel desamor sucediera, no quería envenenar lo más bonito y real que había sentido, no quería dejar de luchar para salvarnos, pero comprendía que muchas veces era necesario. A veces debías aprender a soltar para volver a sujetar con más fuerza.

Juntos hasta el infinito. (INFINITO #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora