~ Julietha ~
Una misión suicida—¿Tiene las llaves de esta habitación? Temo que mi esposa haya cometido alguna locura. No estaba muy bien de la cabeza y no ha tomado su medicación.—mintió Elliot usando un tono preocupado con la otra persona que manipulaba nerviosa unas llaves en sus manos.
Le respondió una mujer que hablaba en francés con una afirmación que me produjo ansiedad, que me hizo entrar en pánico. Me levanté con cuidado. Así yo no sacara el seguro, entrarían de cualquier forma, hubiera dejado que me atraparan de no haber levantado la mirada, de no haberme obligado a calmar mis nervios para fingir ser valiente una vez más, y recordar esas veces donde el armario fue mi escapatoria.
Con rapidez acomodé la cama, abrí cajones y vacié algunos con ropa sobre mi colchón como si alguien más hubiera cometido un robo, aunque solo se tratase de una chica queriendo huir muy lejos. Saqué unas perchas del armario y luego metí las cosas que traje conmigo dentro de la mochila que había llevado durante ese trayecto y desconecté mi celular.
Logré esconderme allí al mismo tiempo que Elliot conseguía entrar seguido de la mujer que rentaba esos apartamentos. Respiré sin hacer ruido aunque los espasmos en mi cuerpo no se iban y me paralice tanto que mis lágrimas quedaron suspendidas en mis ojos. Me cubrí el rostro con las manos. No había librado una noche expuesta en un bosque en vano. Debía ser optimista y creer que eso los despistaría.
Azotaron la puerta al irse. Lo escuché maldecir y gritar mi nombre, nunca creí oír a Elliot tan desquiciado y fuera de sus cabales. Fácilmente pude haberme quedado dentro de ese armario por lo que sería varios minutos o un par de horas. Al no oír más movimientos afueras, salí de mi escondite. Me eché un par de cambios a la mochila y dejé la ropa sucia por un lado.
Guardé un dinero que tenía ahorrado en efectivo escondido en un bolso que nunca usaba y me dispuse a irme. Bajé los escalones, la casera que lo ayudó me observó como si fuera un fantasma y me largué pasando por su lado cubriéndome con la capucha, ignorando sus llamados para que me quedara quieta. Me subí al primer taxi que encontré y me dirigí al único lugar que nadie conocía donde quedaba, ni cuál de todas aquellas buhardillas de las que disponía la galería Terra me pertenecía.
Pude esconderme en aquel lugar sin que nadie descubriera mi estancia durante una semana. Y si bien anduve metida como una rata en su alcantarilla todo ese tiempo no me sentía igual de presa buscaba alguna ruta para despejar mi mente trazándola desde una aplicación que disponía los mapas de las ciudades. Pude ubicarme fácilmente y di más de un paseo por diferentes lares. Sin un camino fijo.
A pesar de tener mis pinturas a disposición y con el tiempo libre a favor no quise plasmar mi sentir. Porque sabría que me desgastaría en ello, volcaría hasta mi último gramo de fuerza y me quedaría sin coraje ni energías para continuar. Sin embargo, era muy consciente que así no tuviera más de mí que dar, vería mi vientre y me obligaría a andar un paso tras otro.
No me quedaría en ningún punto fijo. Andaría como una nómada de lugar en lugar.
Tomaba varías fotos, eso sí, y grabé varios videos con muchos fondos diferentes. Incluso me saqué mi primera foto con la Torre Eiffel a mis espaldas pidiéndole a unos turistas si podían tomármela. Tuve miedo al cederles la cámara pero fueron muy amables y capturé unos recuerdos hermosos.
Iba a pasar mi primera Navidad sola, sin ningún contacto con mi familia cercana porque en el pasado Santiago me hizo videollamadas cada año que estuve viviendo en Paris para estas fechas.
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Juntos hasta el infinito. (INFINITO #3)
RomanceVolvieron a decirse adiós y no por decisión propia, sino por fuerza mayor. Ella cree que puede enfrentar todo desapareciendo del mundo y él sabe que hallará la manera de encontrarla como dé lugar. Su historia nació desde mucho antes de haberse hech...