Capítulo 13

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~ Julietha ~
(Re) volver

Fueron dos días en que no lo ví. En qué no tuve manera de saber de él.

Las primeras doce horas creí qué tal vez se había dado por vencido, que por fin entendió que no me iría de Inglaterra, ni de ese pueblo, ni de esa casa, eso se me pasó por la cabeza en primer lugar, la siguiente idea transcurrió durante las dices después, creí que aún seguía procesando la ecografía que incluso se llevó consigo, asimilándola, cayendo en el veinte de la noticia que dejaba de ser noticia y era una realidad.

El siguiente día tocaron a mi puerta, muy temprano, ya estaba despierta por lo que fui directa a abrir, pero me di con la sorpresa de que se trataba de Hilda que me sacó a dar una vuelta por el pueblo, aquel domingo había una feriecita, muy artesanal todo. Al llegar no pude evitar preguntar en recepción si el hombre que cada mañana iba se pasó por allí, pero recibí una negativa por parte de la encargada.

Pasé la tarde pintando con solo la compañía del hombre con aires góticos en el otro extremo de la sala y la tercera teoría se desplazó sobre el lienzo en blanco que no conseguía cubrir con ningún color porque nada se me venía a la cabeza más que el rostro de Aarón y el pensar que se asustó, que sintió con tal fuerza abismal que prefirió dar un paso al costado, sin avisar, sin despedirse decidió bajarse del barco dejándome zarpar sola como tanto le repetí que quería. Era válido supongo, no le exigiría nada, y si no pretendía hacerse cargo, no sería yo quien se perdería de una niña que procuraría fuese la más feliz del mundo.

A las cinco de la mañana del tercer día de su ausencia estaba despierta, como no me sucedía hace tiempo ya que normalmente  solía dormir en plan de la una o dos de la madrugada y despertar a las ocho o nueve. Dormía lo suficiente y de corrido si las pesadillas me lo permitían.

Me forré con las prendas más abrigadas que encontré y no me importo nada, ni siquiera el sol se posaba en lo alto del cielo cuando yo decidí que quería estar en el acantilado. No hubo impedimento alguno porque nadie estaba despierto a esas horas. Caminé hasta que sentí que me encontraba en la parte más lisa y solo seguí de frente, hasta estar muy cerca del borde, y me refería a un paso más de caer, de sentir mi cuerpo en un vacío que en algún momento debía tener un estruendo final, a una distancia de plantearme la idea siquiera.

No sentí vértigo al ver las olas rompiendo con las peñas, ni formar parte de la marea al dar por concluida mi historia. Recordé como hace poco más de unas semana creí que todo estaba dado por perdido, las lágrimas corrieron por mis mejillas al pensar si quieres el riesgo que estuvo expuesta la vida de mi hija, lo cerca que se encontraron de arrebatarla y en consecuencia me quitarían también mi vida, si Iván conseguía su objetivo hubiera acabado conmigo, sin duda alguna. Habría hallado la manera y no hubiera soportado mucho, muriendo de tristeza o de hambre por no alimentarme o de cansancio o yo misma terminaría el trabajo de otros, yo misma habría acabado conmigo.

Y de haber tenido esa opción me hubiera gustado poder decidir ese final, morir ahogada entre unas aguas que fueron testigo de recuerdos muy bonitos y felices en mi vida, de esas ocasiones que querían que evocaran cuando ya no estuviera. Me gustaría formar parte de esa fuerza natural que el ser humano tendía a admirar porque desconocía y porque nunca sería capaz de conocer por completo, solo el mar sabía sus secretos igual que cada persona que esconde algo. Que el mar me quitara la vida no era mala idea, porque a su lado me sentí más viva que nunca.

El abismo se me hizo igual de profundo que cuando me entregué por primera vez a las garras del amor, a eso que según yo solo era distracción, pérdida de tiempo, un paradero más a un final de sufrimiento que cada relación llegaba. Ese miedo a caer. Ese miedo a no saber que encontrar al llegar abajo. Ese miedo de no saber si al saltar te lastimarías o no. Vaya que sí, de eso estaba segura. Dejar entrar a tu vida a una nueva persona significaba navegar en un nuevo mundo y que un desconocido entre en el tuyo. Puede gustarte lo que ves como también no. Lo mismo le podría pasar a la otra persona, pero si ninguno permitía exhibir lo que guardaba en su interior cómo saberlo.

Juntos hasta el infinito. (INFINITO #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora