Capítulo 15

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~ Julietha ~
La muerte de un cobarde

Eran entrada las nueve cuando llegamos al hotel, dejó mi bolso de mano a un lado y con cuidado acomodé la mochila que me negaba a entregársela. Su mirada recelosa con respecto a lo que contenía me indicaba que en cuanto lo dejara solo se inmiscuiría en mi privacidad.

Necesitaba bañarme, en mi cabello se había impregnado el humo de la parrilla ya que me senté demasiado cerca y la dirección del viento no me ayudaba. Además de que en todo mi lado derecho parecía haber absorbido la fragancia de vainilla de Aarón.

Habíamos subido directo a la habitación por lo que supuse que ya se había estado quedando aquí, y probablemente estaba intercalando su estancia con la única posada que existía en el pueblo de la isla. La marea subía más de la cuenta en determinada ocasiones y el ferry no funcionaba hasta el día siguiente.

Vi su maleta casi del mismo tamaño de mi bolso y una sola cama por lo que también deduje que la tendríamos que compartir, que en ella su aroma estaría en cada partícula de las sábanas y almohadas, que debía fingir que no quería que me abrazara y no me soltara nunca.

Una lágrima cayó por mi mejilla al recordar boberías del inicio de nuestra relación, a ambos peleando por un lado de la cama o los despertar con susurros al oído de cuanto se podía amar a alguien en poco tiempo. Saqué la ropa que usaría para dormir y una toalla, quise rodearlo y meterme al baño lo antes posible pero me interceptó con rapidez.

—Julietha...—levantó mi barbilla con un dedo limpiando las lágrimas con su pulgar.—¿Qué sucede? ¿Por qué estás llorando?

—Lloro hasta porque no hay dos camas cuando era lo único que pedía en silencio.—susurré una tontería para quitármelo de enfrente.—Es solo el embarazo que me pone sentimental.

Aparté su tacto y me limpié las lágrimas, bajó el brazo asintiendo dejándome pasar. Cerré la puerta con pestillo, me descambie y entré en la ducha soltando las demás lágrimas que quisieran ser libres apoyando mi cabeza bajo el chorro de agua.

Era difícil y sólo llevaba un día fuera de la casa de retiro, pero ya me cuestionaba cada paso que estaba dando y mi instinto temeroso me decía que en vez de subirme a un avión debía comprar un ticket a un ferry para regresar a la residencia. Temía por ambas, el poder que acabaría con nosotras eclipsaba cuando atisbo de cariño que nos pedía acercarnos a lo que siempre fue nuestra vida.

«No seas cobarde, ya lo decidiste. Levántate y sigue.» me susurró con coraje mi vocecita interior. «Eres madre ahora y no puedes arrebatarle su hija a un padre que la adora. Lo intentaste y no funcionó porque te siguió hasta el fin del mundo. Te toca seguir peleando...y no estás sola, el hombre de afuera va a hacerlo contigo, porque ambos tienen el mismo objetivo de cuidar a su hija.»

Probablemente fue la ducha más larga de mi vida, ya no podía salir envuelta en una toalla aunque quisiera, si bien terminaba de envolver mi pecho, que comenzaba a aumentar, la barriga se abría espacio entre la rendija de la toalla. Agradecí llevar mi ropa hasta el interior del baño y me vestí allí, eran unos pantalones afelpados rosas de estrellitas blancas junto a una camiseta blanca inmensa con una mancha de ketchup en el centro cuando se me ocurrió mezclarlo con manzana.

Aarón se encontraba en el balconcito cuando salí del baño secando mi cabello con la toalla, haciéndolo como un acordeón de arriba abajo para tratar de que el ondeado natural permaneciera.

Juntos hasta el infinito. (INFINITO #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora