Capitulo 8

55 3 0
                                    

~ Julietha ~
Una luz en medio de la oscuridad

« Las cadenas en mis muñecas resonaban por el forcejeo insistente por liberarme.

Sollozaba y soltaba gritos ahogados por la mordaza en mi boca.

Suplicaba en silencio por ayuda, pero nadie me oía, nadie se apiadaba de mí. »

Me levanté asustada con una capa de sudor en mi frente, consternada porque mi memoria hubiera sido incapaz de borrar esos recuerdos y mi cerebro los usara para atormentarme en la pocas horas que conseguía descansar.

Llevaba tan solo un día en aquel nuevo alojamiento, pero creía que era lo mejor que había podido conseguir. Era muy difícil que consiguiesen dar conmigo escondida ahí, ya que no lo encontré hasta después de haber tenido una ardua búsqueda en internet.

El mes después de lo sucedido en Seattle tomé el primer vuelo que había y pasé encerrada en un avión durante nueve horas antes de aterrizar en Londres. En un lugar desconocido, sin nadie a quien avisarle que estaba bien o que necesitaba un lugar para dormir. Caminé por una hora hasta dar con un motel que rentaba cuartos a un precio accesible y en aquellas paredes que formaban un pequeño espacio más que suficiente para mí, pasé unas semanas mientras emprendía mi búsqueda de trabajo, tenía aún dinero ahorrado, pero no me alcanzaría para sobrevivir, ni para los gastos que se me avecinarían.

Fue así como di con una mujer que contrataba chicas para que limpiaran casas en las zonas residenciales, las más caras de Londres o las que la mujer asignara, y me dio trabajo tras hablar con ella, presentándome con las sudaderas inmensas que compré en tiendas de segunda mano para que no pensaran que mi embarazo disminuía mi eficiencia en mis labores.

Habré pisado fácilmente veinte casas distintas a lo largo de un mes, consiguiendo una suma considerable de dinero para sobrevivir sin tocar mis ahorros y agregar unos cuantos billetes más al monto.

Además, de haber ganado unas libras extras volviendo a pintar.

Compré unas hojas y unos carboncillos un día cualquiera que tenía un tiempo libre, me senté en una banca comenzando a dibujar lo que se me ocurriese, en la primera hoja creé un paisaje nuevo mezclando los tres lugares que había visitado, en el centro alzándose la torre Eiffel, algunos edificios de Seattle rodeándola, aunque desde una perspectiva de varios metros añadiendo unos pinos nevados de Vancouver y una cima cubierta de blanco.

En la segunda hoja el mar se me vino a la mente, siendo plasmado desde la perspectiva de una persona que tomaba café en su porche temprano por la mañana, cuando incluso recién el sol despertaba. La mano que sostenía la taza era de un varón, no pude evitar asociarlo con él. Era imposible no pensarlo.

Fue cuando lo terminaba que una pareja de ancianos se me acercó, preguntándome si podía venderles mi dibujo anterior, la del paraje inventado y yo me lo pensé, siéndome como Ulises tasando con rapidez un lienzo. Al final terminé asintiendo y colocándole un precio factible para cualquiera, creyendo que no era la gran cosa.

Los ancianos se quedaron observando el dibujo y luego más personas formaron una media luna a su alrededor, me encontraba en un parque cerca del barrio donde rentaba el cuarto, por lo que supuse que allí todos eran vecinos de todos. Con rapidez, mi alrededor se ciñó de desconocimos que contemplaban como movía la mano pintando en una hoja inmensa apoyada en un banco.

Juntos hasta el infinito. (INFINITO #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora