Capítulo 5

49 3 0
                                    

~ Aarón ~
Cerca. Demasiado cerca

Mi mundo era muy estable. Solía tener todo bajo mi control.

Cada movimiento calculado y cada consecuencia medida con precisión. No se me quedaba ningún detalle por fuera, no me olvidaba de nada y pensaba en todas los escenarios posibles para poder arreglar cualquier imprevisto.

Me regía por el orden, la perfección. Yo era el centro de todo y si yo me encontraba bien, podía asegurar que los que me importaban también lo estuvieran. Pero me preocupa más por mí, que nada me doliera, nada me golpeara. Me creía el hombre invencible, sin debilidad alguna. El mundo no podría derrumbarme si no conocía los puntos exactos donde atacarme.

Aparentaba estar por encima de todos, lo que provocaba dos reacciones: podían temerme o respetarme, ambas estaban a mi favor, procuraba que todo lo estuviera. Tenía todo y sentía el vacío de no tener nada al mismo tiempo. Por ello no me importaba que las personas se apartaran o hablaran mal de mí.

Después del rechazo constante de mi padre por no poder llenar sus expectativas, mis regulares caídas en el mismo agujero tóxico de mi primera relación amorosa desarrollé aquella coraza que mi entorno conocía. Que bajaba a duras penas con mis amigos cercanos, mi madre, mi abuela y Taylor. Con nadie más. En mi círculo no dejaba entrar a nadie más.

Pero apareció ella.

Ella con su curiosidad. Ella con sus ganas de retarme y bajarme un par de escalones. Ella con su impulsividad ocasional. Ella con su impaciencia. Ella con su imperfección. Ella con sus miedos. Ella con sus secretos. Ella con su pasado. Ella con sus reverendas ganas de volcar mi universo por completo y dejarme echo un absoluto desorden, un caos, un huracán a punto de arrasar con ella.

Éramos dos obras propias de la naturaleza. Yo un huracán y ella convirtiéndose en un volcán activo que jamás te avisaba cuando iba a estallar, haciéndolo en las ocasiones que menos pensabas, agrietando el suelo en su erupción y dejando que sus lágrimas fueran la lava que podría romper la muralla que me impuse.

Y amé cada maldita erupción. Amé cada vez que era un volcán erosionando o un mar en calma. Amé cada imperfección porque estaba cansado de que las personas llegaran impolutas a mi vida pensando que eso era lo que buscaba, a ella no le importo lo que yo quería, solo se fue mostrando como era, enseñándome lo que tenía y lo que podría darme, lo que en un futuro me ofrecería si soltaba sus ataduras con el pasado. Y lo tomé agradeciendo cada pequeño trozo que me obsequiaba. Porque eran regalos, unos que nos esperaba, pero valoraba como si así hubiera sido.

Consiguió enamorarme muy rápido, ya me tenía perdido en su mirada en pocos días de haberla conocido, si no quería parecer un puberto apenas experimentando el primer amor, puede que semanas. Pero con los meses esa ilusión de los primeros días, esa sed de necesidad por saciarme de ella, esas ganas de tenerla solo para mí se fueron amansando como un mar embravecido en una tormenta pasando a enseñar sus aguas tranquilas y mansas, muy parecidas a una cuna para un bebé. Todo ello se convirtió en amor.

No la necesitaba, sino que la quería, la elegía una y mil veces, aprendí a convivir con cada defecto y virtud, a aceptarla en sus momentos de locura, tristeza, felicidad, nostalgia. Me enseñó sus temores y me reveló su corazón, entregándomelo poco a poco. Quizás yo fui más impulsivo, o no lo supe demostrar mejor, no sé si alguna vez ella lo llego a entender, pero el día que la perseguí en esa playa de Miami prometiéndole que no le rompería el corazón yo le entregaba el mío por completo, porque yo era así, para mí no existían puntos medios, yo lo soltaba todo o no te daba nada.

Juntos hasta el infinito. (INFINITO #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora