~ Julietha ~
Mi otra yoLas personas que allí vivían eran varios años mayores que yo, normalmente buscando un lugar en donde era común estar en silencio, apartado del mundo exterior. Por lo que capté la atención al ser la más joven allí, además de aparecer con una camiseta manga larga pegada al cuerpo que remarcaba mi vientre.
Sopesé la idea de llevar mi almuerzo a mi dormitorio para no incomodar a nadie, ya todos parecían tener un espacio establecido que ocupar mientras que yo me movía con desconfianza y preocupación de dar un paso en falso. Sentía que no pertenecía en ese mundo con reglas ya impuestas y aceptadas.
Si bien nuestros idiomas eran muy parecidos, ciertas palabras variaban, por lo que debía ser muy cuidadosa al hablar para no ser malinterpretada. Con ello, ya sumaban dos posibles factores para ser el punto en el lienzo en blanco, ensuciándolo y marcando una diferencia notable. Así que ese primer día en el comedor preferí llevar mi plato a mi dormitorio, consiguiendo escaquearme de miradas curiosas y preguntas incómodas.
Almorcé sola encerrada entre mis cuatro paredes, dispuesta a salir solo de allí para alimentarle, ir a por materiales y dedicarme horas con las pinturas, lienzos, carboncillos para matar el tiempo que me pasaría en aquel sitio. Encendí la televisión para que el ruido me acompañara mientras comía el guisado junto al arroz, preguntándome si tal vez podía ayudar en la cocina de forma voluntaria. Suponía que unas manos extras jamás molestarían.
Al terminar, lavé lo que había ensuciado en el fregadero dispuesta a llevarlo de nuevo al sector del comedor comunal, así lo hice a la hora después. Agradecí haber ido en ese momento, ya que no había más que una señora conversando con otra que había servido la comida, la primera me miraba y señalaba sin descaro alguno. Decidí no tomármelo personal y devolví mi plato y cubiertos.
Asentí en silencio sin recibir un mal trato con aquella mujer tras el mostrador que me recibí la vajilla. Dispuesta a irme fui detenida por la voz de la otra señora que la acompañaba, de unos cincuenta años, estatura media, casi de mi tamaño, robusta, de tez clara, ojos pardos grandes, con aspecto de gitana, sumando a su estilo un accesorio muy particular como era una pañoleta en su cabello que se tornaba gris en las raíces y supuse que en el pasado era de un azabache como las noches sin estrellas.
—Mi nombre es Hildaria, pero todo el mundo me conoce como Hilda.—musitó—¿Cuál es tu nombre, muchacha?
Su otra amiga dijo unas palabras que no supe entender porque fueron mencionadas en un idioma que Hilda si comprendía a la perfección y tras un movimiento de cabeza nos quedamos a solas. Deduje que dijo una despedida o una razón para dejarme con su amiga en cuanto se marchó.
—Soy Nazaret.—utilice mi segundo nombre, creyendo que si tendría una vida nueva, necesitaba ser una persona nueva.
Procesó la breve información que estaba presta a ofrecerle. Tenía mis manos apoyadas en mi vientre, a veces solía usarlo como una repisa o soporte sin pretenderlo. Sus ojos pardos me examinaron, detallando punto por punto y deteniéndose en mis ojos tras pasar un escáner por mi vientre.
—¿Cuántos meses tienes?—parecía ser de las pocas personas que supo notar que en mis ojos no escondía nada, era imposible mentir con alguien mirándome de esa forma.
Me recordó a Aarón, las veces cuando negaba lo que sentía por él y me retaba a decírselo a la cara, y no podía, no poseía ese descaro necesario para mentir mirando a los ojos.
—Cinco y medio.—respondí de forma mecánica.
—¿Y el padre? ¿Te pagó mal?—interrogó sin creer que sus palabras podrían dañar con el filo que las lanzaba.
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Juntos hasta el infinito. (INFINITO #3)
RomanceVolvieron a decirse adiós y no por decisión propia, sino por fuerza mayor. Ella cree que puede enfrentar todo desapareciendo del mundo y él sabe que hallará la manera de encontrarla como dé lugar. Su historia nació desde mucho antes de haberse hech...