Cap 40

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—¿Cuando te volviste una cobarde?—cuestiona una voz y abro los ojos para ver a Christopher en mi habitación

Miro la puerta, que permanece cerrada con seguro, luego a Christopher y a las puertas abiertas de mi balcón.

—¿Enloqueciste?—cuestiono, sentándome en la cama—. ¿Por qué diablos subes por mi ventana como un asesino? ¿Por qué no simplemente tocas la puerta principal y pides entrar? Dios, que frustrante—paso por su lado en dirección al baño y él me toma de la muñeca obligándome a encararlo

—Me evitas—dice, y luego sus ojos se fijan en las maletas junto a mi cama—. ¿Te mudas?

—No, me voy—me zafo de su agarre—. Gauna tiene un rancho en Texas; mis hermanos y yo nos iremos a allá.

Frunce el ceño, retrocede sorprendido y yo suspiro caminando al baño para verificar que mis heridas estén bien.

Maquillé los golpes, no se ven, así que no hay gran problema por ello. «Al menos me servirán como prueba en el juicio»

Sin embargo, las heridas de balas no han sanado del todo, así que debo revisarlas constantemente para limpiarlas porque... si, soy un poco paranoica con eso.

Christopher entra al baño y yo respiro profundo, intentando armarme de paciencia mientras de reojo lo veo apoyarse bajo el umbral y mirarme de brazos cruzados.

—Voy a ducharme, si no te molesta, me gustaría que te fueras—comienzo a desabrochar mi camisa de satén, pero Christopher se mantiene ahí—. ¿No entiendes las indirectas? Vete.

—¿Por qué maquillaste los golpes?—cuestiona y me tenso—. Quítate el maquillaje, Anastasia.

—No, sal de aquí—me encamino hacia él y levanto el rostro para encararlo, pero él se mantiene impasible con una mirada que no me demuestra nada. Es completamente fría.

Entonces lo empujo, lo empujo con todas mis fuerzas y eso lo toma desprevenido, lo que lo hace retroceder y darme el tiempo para cerrarle la puerta en las narices.

Imbécil.

Termino de desvestirme, sintiendo que la sangre me hierve mientras me meto en la ducha, dejando que sea el agua en la máxima temperatura caliente que puede soportar mi cuerpo la que me relaje.

Arde. Arde como la mierda sobretodo en los cortes sobre mi ceja, pero me muerdo la lengua y me obligo a mantenerme bajo el agua aguantando el dolor. «Si lo presiono mucho, si lo pongo a su máxima capacidad de dolor ya no me lastimará tanto cuando lo toque»

Sin embargo, lo que no espero es el enorme nudo que se me forma en la garganta por recordar las palabras de ese bastardo. Por imaginar el infierno que debió ser para mi madre tenerme.

«Ella te amaba, no te culpes» me recuerdo, pero es imposible. Soy la hija de su abusador, un abusador que la manipuló y jodió hasta que la rompió y no le dejó más opción que huir.

Entonces se me escapa un sollozo. Luego otro más fuerte y ni siquiera me molesto en contener los quejidos y lágrimas que le siguen a ese, que me hacen volverme un ovillo en el rincón de la ducha mientras el dolor se hace presente.

El físico, el emocional. Todo. Todo duele. Los sollozos, las lágrimas, la culpabilidad de saber que mi madre pudo haberse ido con mis hermanos, pero yo la amarraba a ese bastardo porque él tenía todas las de ganar y ella no iba a luchar.

Y yo ya estoy cansada. Solo quiero dejar todo en manos de otra persona y encerrarme en mi propia burbuja por el resto de mis días. Ya no quiero tener que preocuparme por el siguiente golpe, por el siguiente insulto. Ya no quiero nada de esto.

Give Me Everything [Christopher Morgan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora