Cap 35

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Christopher.

—Necesita un donante de sangre, AB Negativo—dice la enfermera cuando llega frente a nosotros en la sala de espera

—Soy AB Negativo—Rachel se levanta y la enfermera le pide que la siga

Anastasia está en el maldito quirófano. Las balas no rozaron nada importante, pero si perdió mucha sangre y algunas estaban demasiado profundas y cerca de cosas vitales, así que decidieron llevarla a cirugía para sacarlas con más cuidado.

Aún tengo sangre en las manos, su sangre, y siento que me quema. Me queman las manos y el pecho porque cada ves que parpadeo puedo verla a ella caer con una expresión en blanco que me horrorizó.

No puedo explicar la razón de mi preocupación, de los latidos de mi órgano vital acelerado desde que vi que se la llevaron a quirófano. No puedo explicar la rabia que sentí al verla bailar con Antoni tan gustosa, verla con Alex hace unos días...

No puedo jodidamente explicarlo, porque ella es tan irritante y fastidiosa, y me enerva lo mentirosa que es. Pero al mismo tiempo, mientras conducía aquí, me pesaba la idea de nunca más escucharla alegar, de verla con esa mirada feroz y desafiante cada vez que se enfrenta a mi, de escuchar esos exquisitos sonidos que hace cuando follamos... maldición.

Esa mujer se metió debajo de mi piel, lo logró. Y no tengo ni la más mínima maldita intención de sacarla de ahí. Ahora la quiero conmigo, porque no me importa si ella me odia, sé que en el fondo ella también siente lo mismo, y podría darse cuenta si no quisiera desafiarme cada vez que nos vemos.

—¿Dónde está mi hermana?—una sombra ocupa mi campo de visión y levanto la vista para ver a tres personas frente a mi

Omar, el idiota con el que Anastasia coquetea; Isabelle y... supongo que por el parecido con Isabelle ese es Ian.

—En quirófano—es Gauna quien se levanta y estrecha la mano del hombre—. Es bueno tenerte de vuelta, Walker.

—Gracias, señor, me permitieron venir antes por Anastasia—suspira—. ¿Sabe cómo está ella? Yo...

—Ella está bien, una de nuestras soldados le está donando sangre—le explica—. Los doctores creen que saldrá en un par de horas de cirugía y depende de como vaya verán si necesita cuidados intensivos, pero son positivos.

—Isabelle me dijo que ella se estaba recuperando de un incidente en la mansión—la mandíbula del hombre se tensa—. ¿Qué hacía ella trabajando entonces? ¿Informaron a mi padre?

—El ministro la pidió a ella para esta misión. Estaba cuidando las espaldas del capitán Morgan—me señala y los ojos se fijan en mi—. Lo cubrió con su cuerpo.

Ian frunce el ceño, Isabelle y Omar se miran sorprendidos, Gauna respira profundo y yo no hago más que sostenerle la mirada al hermano mayor de Anastasia, que tiene unos ojos azules que se me hacen conocidos.

No son azules como los de su padre, son más oscuros y menos... maniáticos.

—Capitán, ¿fue usted quien sacó a mi hermana de ahí?—cuestiona y asiento, él me extiende su mano—. Gracias.

—No es nada—me levanto—. Tengo cosas que hacer, Gauna, llámame cuando Walker salga de cirugía.

—No te pierdas, Morgan—advierte y tomo a Patrick del brazo, casi haciéndolo tropezar cuando lo obligo a seguirme en dirección al pasillo del hospital

—Busca en las cámaras de seguridad, quiero la identidad del que nos disparó—ordeno—. Cuando la tengas, busca dónde se queda, voy a hacerle una visita.

***

—¡Entonces esa hija de puta se metió en medio, como un maldito escudo!—grita el hombre y los tres que lo acompañan ríen—. La maldita debe estar muy enamorada de ese hijo de puta como para poner su vida sobre la de ella.

Aprieto mis manos en puños, manteniéndome oculto en la pared del callejón a oscuras.

No es su jodido problema si Anastasia puso su vida debajo de la mía, no es su problema si ella está enamorada de mi o no y no tiene ningún maldito derecho de siquiera hablar de ella.

Escucho sus pasos acercarse por la parte trasera del club a dónde fueron a emborracharse después de lo que pasó.

Han estado ahí, como un maldito blanco fácil, y él se ha estado regodeando de haber matado a una soldado de la FEMF. No saben que ella está viva, que en este momento está en el hospital y no va a despertar hasta dentro de un par de horas.

Y haberla herido es el mayor error de este hijo de puta. Porque todos pagamos nuestros pecados, aquí o en la muerte; él me va a rendir cuentas a mi, y va a pagar sus pecados ahora.

Cuando su cuerpo me pasa por el frente junto a sus dos amigos borrachos ni siquiera me nota, así que saco el arma con silenciador y me cargo a los dos imbéciles que no me pueden importar menos.

El hombre se gira y yo le volteo el rostro de un puñetazo que lo hace caer al piso jadeando.

Guardo el arma y me subo sobre él, dándole un puñetazo que manda a volar un par de dientes ensangrentados; luego otro golpe que hace crujir su nariz, otro que le rompe el labio.

No sé cuantos más doy, pero lo escucho suplicar en susurros que pare, lo escucho sollozar, pero nada me quita la rabia de haber tenido que temer por la vida de mi Anastasia.

Porque es mía, y a la mierda todo. Es mía a partir de hoy, firmó su sentencia cuando se interpuso entre mi y esas balas.

—¿Sabes qué va a pasar?—le meto un pañuelo en la boca y él niega, con lágrimas bajando por su desfigurado rostro cuando saco mi navaja—. Pasa que le disparaste a mi mujer—tomo su mano, y aunque pone toda su fuerza para evitarlo, clavo el filo de la navaja en su dedo antes de cortarlo de tajo—. Y nadie hace eso.

Acabo de cortar su índice, el dedo con el que tiró del gatillo para soltar esa lluvia de balas sobre Anastasia.

Corto el siguiente dedo, y luego los tres que le siguen a esos, disfrutando de los gritos ahogados por el pañuelo en su boca, de las venas que se marcan en su cuello y frente por el dolor contra el que no puede hacer nada porque, por más que se sacuda, no logra derribarme.

Cuando acabo con sus dedos, le quito el pañuelo de la boca y se la abro a la fuerza para tomar su lengua, ignorando sus quejidos y gritos. «Nadie saldrá a defenderlo, no cuando sus gritos son tan horrorizados»

Clavo mi navaja en su carne, él grita, la sangre sale a borbotones y comienza a ahogarlo al igual que llena mis manos. Entonces corto por completo hacia un lato y tiro con fuerza, viendo como el otro lado se desprende poco a poco, como su boca sangra tanto que sería alarmante y estoy seguro de que lo horroriza.

—Debiste pensar dos veces antes de usar esto para hablar de ella—cuando está completamente desprendida, la llevo al fondo de su garganta, disfrutando del horror en sus ojos

Por último, deslizo mi navaja a lo largo del costado de su cuello y me levanto. Limpio el metal contra mi camiseta y lo veo intentar arrastrarse fuera del callejón, pero es inútil, la sangre que sale de la herida es demasiada y dentro de poco estará muerto. No por los dedos o la lengua, sino desangrado.

Y exactamente eso pasa, porque me quedo, me mantengo en las sombras del callejón mientras me regodeo de verlo arrastrándose mientras deja un camino de sangre.

Para desvanecerse poco a poco hasta que muere, a apenas unos metros de la salida del callejón. «Lástima, hubiera sido más divertido tener que matar a quien sea que intentara ayudar»

Ahora... supongo que debo visitar a la rubia del hospital, ¿no?

Give Me Everything [Christopher Morgan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora