Cap 47

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—Entonces—miro a Reece—, ¿todo está bien? ¿Solo un par de mezclas de medicamentos y ya está?

Asiente, ofreciéndome una pequeña sonrisa mientras inyecta el contenido de la aguja en el brazo de Christopher.

Acaricio el cabello de Christopher manteniéndome a su lado en la camilla de la habitación normal a la que lo trasladaron cuando Reece se aseguró de que su sobrino no estuviera muriendo.

Y se siente como si la mano que ha estado apretando mi cuello, cortándome la respiración, ha desaparecido. Puedo respirar mejor ahora.

—En una hora él estará despierto y probablemente con ganas de matar a alguien, lo usual—Reece me guiña un ojo—. Me caes bien, muñequita, y por eso quiero advertirte que mi madre acaba de tomar un avión desde Rusia.

Asiento.

Conozco la historia de Regina Morgan. No hay ser humano en la FEMF que no la conozca; sus logros, sus pasos, su forma de marcar una huella... todo es admirable.

También sé que suele aterrorizar a las personas. Y si ya es complicado lidiar con el carácter de Christopher no me quiero imaginar como será lidiar con el suyo.

Que bueno que no me importa mucho.

—¿A caso debería prepararme para la guerra?—enarco una ceja y el coronel ríe

—Algo así, pero creo que eres una buena guerrera, puedes con ello.

»Ahora, esto está listo—suspira—. Querrá verte cuando abra los ojos así que deberías quedarte aquí. Yo iré a descansar, ¿quieres que te traiga algo?

—Trae algo de comida para él, yo estoy bien—le ofrezco una pequeña sonrisa y asiente antes de salir de la habitación

Miro a Christopher y suspiro ante los moretones en su rostro, la venda en su brazo y la palidez de su piel. «Al menos está vivo»

—Tienes más vidas que un gato—beso su frente antes de sentarme junto a la camilla con su mano entre las mías.

***

—Anastasia—alguien acaricia mi cabello y respiro profundo abriendo los ojos lentamente—. Nena.

El apodo me hace enderezarme de golpe y mi corazón salta cuando veo a Christopher sentado en la camilla con una sonrisa burlona.

»Eres una enfermera horrible, ¿se duerme en su turno, soldado?—enarca una ceja y los ojos se me llenan de lágrimas—. ¿Vas a...? ¿Por qué vas a llorar?

—Porque eres un imbécil insensible que pensaba dejarme—me quejo y rueda los ojos—. Me asustaste mucho ahí.

—Bienvenida al club, yo también me asusté cuando te usaste como un escudo humano—tira de mi mano para obligarme a levantarme—. Sube aquí conmigo.

Sorbo mi nariz antes de subir a la camilla y subirme a su regazo, dejándolo rodearme con sus brazos antes de que tome mis labios en un beso.

Gimo, rodeando su cuello con mis brazos dejando que su lengua acaricie la mía con una necesidad animal que me vuelve nada en sus brazos, haciéndome sentir como si estuviera tocando el cielo.

—Gracias—murmuro sobre sus labios y él apoya su frente en la mía

—¿Por qué?

—Por no dejarme—acaricio su mejilla—. Y te odio por asustarme de esa forma.

—Oh, perdóname por no saber que había gente que usaba balas envenenadas—rueda los ojos y río—. Eso es, ya estás riendo. Es mejor que verte llorar—besa mi frente—. Mucho mejor.

—¿Gracias?—me burlo y asiente, besando mi mejilla para comenzar a dejar un camino de besos en mi cuello que me eriza la piel—. Chris...

—Repítelo—exige

—¿Qué cosa?—frunzo el ceño y su mano rodea mi cuello para obligarme a fijar mis ojos en los suyos—. No sé de que...

—Lo que dijiste antes de que me desmayara—exige y trago enderezándome—. Quizá no te escuchaba, pero leí tus labios, Anastasia. Repítelo. Dilo.

—Te amo—exhalo y sus labios de nuevo caen sobre los míos, robándome el aliento cuando su lengua comienza a reclamarme con vehemencia y posesión.

Sus manos me presionan contra él, nos deja caer a ambos sobre la camilla y acaricia mi trasero mientras yo me rindo ante él. Me entrego completamente dejándolo reclamarme, tomarme, poseerme de todas las formas que quiera porque yo también lo necesito.

—De nuevo—exige, jadeando cuando suelta mis labios

—Te amo—repito, y la forma en la que sus ojos se iluminan como si le hubiera dado la mejor noticia de su vida me hace sonreír—. ¿Tú me...?

—Si—me interrumpe y cierro los ojos—. Te amo, nena.

Dejo un casto beso en sus labios, tomo su rostro entre mis manos y río.

—Vámonos—pido y enarca una ceja—. Vamos a algún lado cuando salgas del hospital, cuando... asesinen al que desgraciadamente es mi padre—suspiro—. Llévame a algún lado. Dónde sea. Solo nosotros dos.

Necesito esto. Lo necesitamos ambos.

Quiero alejarme de Londres un tiempo, depurar los malos recuerdos que hay aquí para poder comenzar con buenos. Pero para eso, primero necesitamos encargarnos de mi padre.

—¿Tu padre?—se tensa y asiento—. El orquestó todo esto, ¿no es así?

—Quiere joderme a mi, jode a los que me importan—exhalo—. Tu padre ordenó su captura vivo o muerto. Se fue junto con su esposa y están en Canadá, en nuestra casa de seguridad.

No dudo que crea que se salió con la suya. No dudo que en este momento ambos se estén regodeando en mi miseria. Pero no es algo que les vaya a durar mucho.

Ambos van a ir a la cárcel o morir así yo misma tenga que encargarme de eso. Es lo que tuve que haber hecho desde el principio, no quería manchar mis manos, pero ahora me doy cuenta que poco me importa si eso significa mantener a los que amo a salvo.

—Mmm—asiente y besa mi frente—. Hablaremos de esa escoria a la que llamas padre después, ¿bien? Ahora solo necesito a mi mujer cerca. Casi muero después de todo y merezco una recompensa por sobrevivir, ¿no crees?

—Lo creo—asiento, besándolo de nuevo—. Sigo enojada, ¿me entiendes? Pero debo admitir que hiciste un buen trabajo, esos eran veinte hombres.

—Y acabamos con todos, fue un muy buen trabajo—me hace recostar mi cabeza en su pecho y respira profundo—. Digo que si a ese viaje.

Sonrío.

Give Me Everything [Christopher Morgan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora