Interacción #3

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Alex
17 de octubre, 2023

—Vamos Gina, dijiste que no iba a tener que esperar por mucho tiempo—me quejo por decimoctava vez mirando compulsivamente mi reloj. Como si eso fuese a detener el paso del tiempo.

No va a cambiar el hecho de que en menos de una hora serán las 9:00 y tú estás a media hora del restaurante.

Voy a llegar a tiempo, solo tengo que apurar a esta perezosa.

—Demonios Alex—dice saliendo de su habitación con la marca de la almohada en su mejilla izquierda—menudo madrugón. ¡Es sábado!

—Ya hemos tenido esta conversación antes—digo mientras la arrastro al cuarto de baño y la fuerzo a entrar, creo que aún está algo dormida—si quieres que te lleve, te riges a mis horarios, punto.

Me mira con mala cara antes de espantarme la puerta en las narices.

—Te quiero lista en cinco minutos Gina—digo en un tono de voz más elevado a medida que desciendo por las escaleras de casa—o me voy sin ti.

—¡Que ya voy pesado!

Cuando llego al final de la escalera me topo con Zach que me mira muy fijamente, ni siquiera pestañea o se mueve. ¿Estará respirando?

Juro por Dios que ese gato parece traído del infierno. Lo más probable es que el mismísimo Satanás lo expulsara de ahí.

Ignorando la mirada diabólica del felino voy directo a la cocina donde mis padres ya se encuentran desayunando.

Para que después tenga que escuchar que el que madruga en esta casa soy yo.

Para la sorpresa de nadie mis padres son uno de los miles de matrimonios que se podría decir: han caído en la monotonía. Pero vamos, con cuatro hijos, una hipoteca, trabajos estables desde hace más de diez años y 28 aniversarios de relación ¿qué más se puede esperar?

Eso sí, aunque no se escuche mucho por casa, las miradas que se dan reflejan lo a gusto que están con la manera en que han desarrollado sus vidas, muestran que la monotonía no acaba con el amor.

—¿Aún no has conseguido nada hijo?—pregunta mi madre con el mismo tono dulce de siempre. Sabe que es un tema complicado.

—No, aún no—dije sin más, no quería hablar del tema y ella lo sabía, tanto que cambió el rumbo de la conversación con una rapidez impresionante.

—¿Gina aún no baja?—dice y mira la pantalla de su teléfono—Jake no deja de mandarme mensajes para que la apresure.

Jake era mi hermano menor, trabajaba junto a Gina en su... establecimiento para tatuar. Y comprenderán que con dos tatuadores en la familia mi cuerpo tenía que terminar con algún rastro de ello. No me quejo, me encantan los tatuajes que llenan mi brazo izquierdo, mi madre por su parte no está tan contenta, dice y cito: que parezco un periódico.

Al menos admite que soy un periódico bien impreso.

—Tranquila mamá, tú hijo conoce perfectamente a su hermana—digo mientras tomo una manzana y doy una mordida—lo más seguro es que en realidad la necesite para dentro de media hora y solo le esté metiendo presión para que no llegue dos horas después. Sus hijos son personas muy inteligentes señora Oseman.

Me mira con una ceja enmarcada, seguramente (sé que es la razón) por no decirle mamá, pero de una manera muy hábil ignoro ese detalle y me dirijo al salón. Más exactamente a la enorme estantería del salón, donde están todos mis libros, y verán, los tendría en mi cuarto si cupiesen en la estantería que tengo allí, pero puesto a que esa ya está repleta he tenido que recurrir a los espacios comunes de casa.

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