Como un ángel caído que cayó del cielo, ven, desciende hasta donde estoy. En la noche estrellada está la oscuridad y en la eternidad Diosa tú serás... vuela al cielo.
Volaremos lejos, encontraremos la manera.
Veremos el final, seremos el final.
S...
Y cuando creíamos que todo era negro y blanco, apareció el gris que marcaría una diferencia.
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La luz de la luna y las lámparas eran suficientes para iluminar el campamento, el cielo poco a poco se iba aclarando, pero aun así Jazmín caminaba con ayuda de Herme para no tropezar. Ya había sido informada de la situación y estaba dirigiéndose hacía la carpa dónde estaban los representantes de los voluntarios.
—¿Qué orden dio Levi para con Eren? —le preguntó a Mikasa, quién había sido la encargada de dar aviso
—Solo que descansaramos, pero que no bajemos la guardia.
—Alejen a Eren de los voluntarios, aún no podemos saber si son aliados o enemigos, mucho menos que intenciones tienen. —Jazmín hizo un gesto de dolor, otra patada de su hijo—. No lo dejes solo, Mikasa.
—Descuida, mamá.
—¿Los demás voluntarios?
—Les hemos dado algunas tiendas para que puedan descansar, claro, todos siendo vigilados por órdenes del capitán —Mikasa le dijo mientras pateaba las piedras más cercanas a Jazmín para dejarle libre el camino—. Los que no son voluntarios ya fueron apresados y separados.
—Bien, puedes irte, ojitos de noche y recuerda lo que te dije, no lo dejen solo. Hazlo saber a los chicos sin que Eren se enteré porque lo tomará a mal y querrá hablar con los voluntarios.
Levi vio a Jazmín por lo que se acercó y tomó su brazo para dejar libre a Herme. No había necesidad de hablar, todos entendían la importancia que había de por medio al punto de que ya ni necesitaban órdenes para saber que hacer, al menos en su escuadrón. Levantó un poco la tela para que su esposa pasará, viendo a dos personas bastantes peculiares, haciendo que su curiosidad apareciera.
—¡Oh, usted debe ser la capitana Ackerman! Mi nombre es Yelena, es un placer conocerla.
—Mucho gusto, señora, yo soy Onyakopon.
—Es un placer conocerlos —respondió de manera cordial, ocultando su curiosidad con facilidad—. Tomen asiento, por favor, no se queden parados.
—¿De cuánto está, capitana? —inquirió Yelena viéndola con una sonrisa.
—Estoy a semanas.
—Vaya, que siga en servicio habla de su gran sentido de la responsabilidad. Es muy bueno saberlo.
Frente a ella una mujer demasiado alta, de cabello rubio con forma de casco y vestida de manera muy masculina y a su lado un hombre de color y rasgos toscos, pero de mirada amable. Analizando sus lenguajes corporales, Jazmín estaba segura de que por lo menos el hombre no le mentiría.
