1/03/2004

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(Historia N°3)

Estoy tan confundido.

Demasiado confundido, no entiendo lo que hay a mi alrededor, digo, todo en mi salón es un caos y lo peor, es que soy cómplice de esto, creo. Ahora solo quería estar con mi madre, aunque es cierto, mi madre tampoco es esa clase de persona amorosa que demuestra preocuparse por sus hijos. Tan solo está ahí y ya. Pero ella es algo de lo que debatiré luego. Observo a mi compañeros salir apresurados, algunos agacharse y otros directamente se tiran al suelo. Era el único de pie, mi maestro había entrado en una crisis de pánico, porque se notó que nunca estuvo preparado para abordar una situación así. Lindsay, mi mejor amiga yacía en el piso con una herida en la pierna, un corte. Todos mis compañeros estaban pavorecidos.

Y yo solo estaba de pie, observando cada detalle, con mis ojos bien abiertos y sin decir una palabra. El atacante era Frank Iero, a quién consideré mi mejor amigo hasta que esto pasó, por lo que me agarró de sorpresa que atacara frente a todos de un momento a otro, digo, nunca antes había pasado algo similar, y menos viniendo de él. Pero aquí estaba, frente a un presunto asesino de mi mejor amiga.

Una navaja llena de sangre ajena a él, derramándose y cayendo al piso, creando un sonido con cada espesa gota. Quise hablar, y sentí la presión del mundo al saber que todos esperaban algo de mí, y yo aquí, como imbécil sin hacer ningún movimiento, ni siquiera acercándome a Lindsay, ni siquiera apartándome del camino. Soy un mediocre, un payaso bastardo que solo se centra en sus cosas, como me enseñaron. En este caso, no habría nada que pudiera hacer al respecto, solo mi especialidad: no hacer nada. No había lágrimas, nadie lloró, nadie habló.

A excepción de Frank, él podría hablar todo lo que quiera.

―Tengo un cuchillo ―afirmó.

Claro que era evidente, pero todos debían callar, todos, incluyéndome tal vez.

―Te dije que no vinieras hoy ―habló claro.

Fue concizo, se dirigía hacia mí con la navaja apuntando, lo único que pude hacer fue contener la respiración como el cobarde que soy, sudando en frío mientras nuestro docente intentaba marcar a un número de emergencia.

―Eres desobediente ―jugó con el cuchillo, balanceándolo de un lado a otro, aún manchado con sangre―. Eso me gusta, pero no seas tan imprudente, la próxima vez.

¿La próxima?

Lo que pasó a continuación fue algo que no pude procesar del todo bien. Frank me clavó el cuchillo en una pierna y salió corriendo, jalándome del brazo y saltando por la ventana. El dolor era insoportable, aunque noté que lo que yo tenía no se compraba a la herida de mi amiga. Los maestros de toda la escuela, los guardias, todas las autoridades comenzaron a buscarnos, bueno, a Frank sobre todo. Él era un tipo muy tonto, no sabía plpanear cosas y era muy probable que lo encontraran, de todas formas, si llegaban a hacerlo, era obvio que se iba a llevar una expulsión.

Aunque a él no le importaba nada de eso.

Es increíble el cómo hace unas semanas nos encontrábamos jugando videojuegos, y ahora llegamos a esta situación. Me aturde, me asusta un poco y siento que el control sobre mí y la situación es algo que debo tomar, pero no puedo.

No me siento capaz, se me escapa de las manos.

―¿Por qué no te quedaste? ―regañó Frank, mientras corríamos, evitando cruzar con los oficiales, saltando cercas y violando demasiadas normas―. Te habrías ahorrado todo esto de no venir, ¡joder!

Yo estaba hecho piedra, ¿qué tanto conocía a Frank Iero? Se suponía que era mi mejor amigo, y ahora lo veía cometiendo crímenes y atacándome, como si fuera una conducta común en él. No, me negaba a pensar que esto era real, pero el dolor en mi pierna y la sangre derramada me hacía pensar todo lo contrario. Comencé a atrasarme por el ardor, cojeando, y a Frank no pareció gustarle esa idea.

―¿Quieres que te corte el brazo también? ―yo negué frenético―. Pues, ¡avanza, entonces!

Con la poca energía que me quedó, no sé cómo le di para seguirle el paso, corriendo y con la respiración entrecortada, con cada jadeo que daba, mi cuerpo fantaseaba con descansar en una cómoda cama, o en un sofá..., algún sitio seguro, lejos de las manos de quien me estaba jalando. Y aunque no pude llorar,  podía nadar dentro de una piscina de lágrimas internas, en donde mi mente estaba, también maltratada.

Una vez salimos del colegio, nos escabullimos hacia una zona más oscura, donde había vegetación. Yo guardé silencio, la navaja seguía clavada en mi piel y era extremadamente doloroso.

―Te voy a vendar la pierna ―Frank interrumpió el silencio, su tono era tan sereno que me causaba escalofríos―. No hagas ningún ruido, o esta vez sí sentirás el verdadero dolor.

Asentí repetidas veces, aún no podía hablar. La mirada de Frank estaba perdida, parecía estar bajo efectos de alguna droga, aunque sé que Frank no consume ninguna sustancia rara. Pero, ¿quién sabe? Yo tampoco sabía que tenía planeado matar a Lindsay o a cualquier otra persona, y menos frente a todo el salón. Sus pupilas estaba dilatadas y tenía los ojos rojos, pero no había llorado. Su miraba bajó hacia la herida, el cuchillo clavado y la sangre que se escapaba, era un mal signo, porque había dejado un rastro y así podrían encontrarnos con más facilidad.

¡Dios, cuánta sangre!

Comenzó a sacar el cuchillo, lento. Pequeños espasmos que intenté controlar salieron de mí, con una mueca de asco y pena, los ojos cerrados y bien apretados, controlar un dolor de esa escala no es fácil. Él abrió la mochila que llevaba puesta y sacó un vendaje y unas tijeras. De vista sabría que eso no bastaría para deter la hemorragia. Pero no podía contradecirlo.

Comenzó a atar con todas sus fuerzas, amarró y guardó el arma, aún manchada de sangre, en la mochila. Luego corrimos hasta parar un taxi, la única indicación de Frank era que fueramos lo más lejs posible apenas subimos. Le pidió al chofer que acelerara y mientras más rápido, mayor iba a ser su paga. En fin, su plan era sacarnos de la ciudad, darse a la fuga, como bien dice. En algún momento me ofreció agua y dudé en beberla, pero mi trauma ya estaba escrito en mi distino, por lo que me apresuré en beber un sorbo.

Después caí inconsciente.

My traumatic romance | FRERARDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora