31/03/2004

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(Frank)

Ya era hora, estuve escribiéndole a Gerard desde la mañana, haber pasado la noche entera en la calle con él era una cosa. Solo, alto distinto. Y ya que él no me hacía caso, ni atendía a ninguna de mis llamadas, no me quedó de otra más que esperarlo en la fachada de su casa. Porque aunque estuviera loco, incluso si tuviera demencia, en ninguna circunstancia volvería a mi casa ese día. Claro que mi padre notó el alboroto que se estaba formando, que escuchó las botellas de alcohol salir disparadas para luego estrellarse contra el piso, el vino en caja de cartón siendo regado para una plantas inexistentes, en medio de la tierra.

Y, porqué no, yo cogiendo dinero de su cartera, el poco efectivo que quedaba y la mayoría en monedas. Con papeles y fotografías arrugadas, manchadas con comida o alguna otra sustancia en la que no me enfocaré; corrí de casa para no volver, incluso si no lo tenía planeado (como la mayoría de mis cosas, yo me guío a base de impulsos). Y de todas formas ya lo había hecho, si me quedaba a esperar la reacción de mis padres, no estaría contándolo todo. Como sabía que era descortés tocar el timbre en plena madrugada, no me quedó otra opción, tan solo esperar a que amaneciera.

Fue algo que pasó por mi cabeza también, que necesitaba esperar mientras esté en el radar de Cheech, porque él no se cansaría hasta saber que era irrastreable. A cualquier vecino que preguntara por mí, yo confiaba en que ellos no serían tan hijos de (inserte lisura aquí) como para decirles: sí, vi a su hijo escapar pavorecido hacia la casa de los Way. Además, él también sabía que ese era mi único refugio, por lo que no tardaría en hacer su aparición.

Dicho y hecho, mi padre apareció esa misma mañana con su rostro intimidante, los brazos cruzados y una pinta de querer acabar con todo aquel que se le cruce. Y yo estaba detrás de un árbol como el imbécil que soy, pensando que aquello sría suficiente para camuflarme. Pero al parecer no soy lo suficientemente delgado como para pasar desapercibido, porque acabe siendo objetivo de su mirada perturbante, que me examinaba cada vez más, mientras Cheech se acercaba a paso lento, hasta descubrirme por completo.

Supe que estaría muerto entonces y comencé a correr como no pude, porque soy un tonto, porque no sé hacer nada bien, si siquiera protegerme a mí mismo.

Y es hora de que les vaya contando un secretito, uno pequeño, chiquitito y que seguramente no tiene mucha importancia.

Esa madrugada, yo asesiné a mi padre.

Vale, no asesinar como tal, aunque nunca lloré por su pérdida, Cheech ni siquiera podía considerarse como uno. Y esto iba sumando aún más a los remolinos de mi cabeza que se iban acumulando, uno tras otro, hasta formar un huracán del que es imposible escapar. Está más que claro que Gerard no supo de eso, tampoco supo de todo el tiempo que estuve contactando a Fabrik y de los viajes que me metía con el LSD. Que había encontrado una nueva manera de huir, de salirme con la mía y que Oliver Coyle me estaba ayudando a terminar con el sufrimiento de mi existencia.

Porque aunque no lo pudiera ver, supe que fue idea suya, que comenzara a averiguar todo este tipo de cosas. tuve que distanciarme de Gerard por un tiempo, siempre aclarando que estábamos en buenos términos, tampoco lo quería asustar. Mis recuerdos están borrosos pero de alguna manera lo sé, sé que Coyle estuvo luchando contra mi padre, que él tenía una fuerza que yo no podría lograr tener nunca, una determinación demasiado elevada y la firmeza que nunca tendré.

Y por alguna razón decidió ayudarme.

Era mediante estos viajes que podía verlo, meintras tomaba asiento y discutía conmigo, de las cosas que tenía que hacer. Era un poco confuso, porque insistía en que la única forma de liberarme era acabando con ellos. Digo, ¿acaso no es mejor dejarlo todo y olvidar? Pues ante la mente de un miliar experimentado como él, esa no era una respuesta válida, sino una estupidez.

Mientras yo huía de mi padre, estaba marcando su sentencia final, al dirigirme a aquel viejo barrio en el que conocí a Fabrik y al LSD, en donde todo comenzó. Y mi plan fue poniéndose en marcha incluso cuando no me di cuenta de ello. Atravesando avenidas y carreteras hasta toparme con los grafitis y las paredes rotas e incompletas, los autos no respetaban quien pasaba y quien no, así que no se detendrían por ver a un simple peatón cruzar la calle. Y vi mi oportunidad cuando un camión de carga se aproximaba, pensé que sería un suicidio perfecto, porque estaba por saltar  hacia el camión, corriendo a toda velocidad.

Pero por gracia o desgracia, logré pasar.

Quien no lo hizo, fue Cheech. Juro que me esforcé para no voltear y ver lo que quedaba de él. Supongo que mi morbo para ese entonces fue tal que no me importó y tomé la decisión de apreciar cada detalle. De la sangre desparramada y de cómo los ojos de quien se hizo llamar mi padre permanecían aún abiertos, buscando la luz. Pero él no tenía nada de luz dentro, estaba tan podrido que se le había olvidado que no había salvación para él. Por más oraciones que hiciera, no podría llegar a reparar el daño.

Ni siquiera se disculpó el muy hijo de perra. Solté un par de carcajadas antes de desaparecer de la escena, al igual que el conductor del camión.

Me escabullí entre las calles grises y heridas de Nueva Jersey, esperando a que alguien llegara a rescatarme. Ahora tenía información extra y no lo podía desperdiciar, así que dormiría esa noche bajo el cielo contaminado de mi ciudad, esperando a que mañana sea un mejor día.

Vale, mentí esa vez, este fue mi último recuerdo, no estaba haciendo tarea, pero..., ¿qué otra cosa le podría haber dicho a Gerard? ¿Maté a mi padre y eso es lo último que recuerdo? No sonaría nada coherente.

La mañana siguiente me encargaría de decirle mi plan, y entonces huiríamos juntos, poniendo fin a nuestras pesadillas, desconectando lazos y soltando ataduras. Era nuestro sueño, nuestra salvación estaba tan cerca, demasiado como para ser real.

Era el principio de nuestras vidas, el verdadero sentido de la misma.

My traumatic romance | FRERARDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora