My traumatic romance | FRERARD

27/03/2004

(Gerard)

Sé que fui deasiado ansioso y ahora estoy esperando en el parque pese a que todavía no es la hora acordada. Es más ni siquiera ha oscurecido, ¿qué más podía hacer? Por ratos me olvidaba de cómo respirar al pensar en que nos volveríamos a ver, mi corazón estaba normal y de un momento a otro daba un brinco, que sacudía a mi sistema nervioso. ¿Emoción? sí, mucha, ¿nervios?, demasiados. De todos modos, si habíamos acordado, nos veríamos ese mismo día, a menos que algo haya ocurrido, como la otra vez, que no pudimos vernos. Ese día intenté pedirle explicaciones sobre lo que pasó, pero todo fue muy conciso.

Palabras dudosas que salían temblando de sus labios y evitaba verme a los ojos cada que mencionaba a su padre. Está de más mencionar que me preocupé. Quizás hoy podamos conversar de eso, o tal vez no. No quiero forzarlo a hablar sobre cosas de las que no quiere. Al final y terminamos hablando de cualquier otra cosa sin importancia, y ahora es que me pregunto: ¿será bueno tocar el tema del beso? Mi cabeza se daba una y otra vuelta, chocando contra los obstáculos de mi mente: mis inseguridades, las odio.

Me sentí impaciente, si hay algo que no soporto, es esperar. Y ya estuve mucho tiempo, le hubiera dicho para vernos antes, mala mía. Encendí mi teléfono y decidí escribirle:

"Si quieres llegar antes, estoy aquí".

Y sé que fui muy imprudente al hacerlo, porque nos habíamos distanciado por un tema... diré que delicado. Así que no debía desilusionarme si su respuesta era negativa, pero para mi sorpresa, Frank no tardó en responder:

"Bien, estaré lo más pronto posible..."

"Sabes que lo odio, pero, ¿traes comida?"

Algo muy raro estaba pasando con él. La mayoría de veces se negaba a aceptar la comida que yo le daba por pena, ya que pensaba que me daba lástima verlo así. Y, bueno, es cierto, aunque también es cierto que quiero lo mejor para él. Si él me pedía algo para comer, es que estaba realmente desnutrido. Y como tenía tiempo de sobra, no me costó en ir hacia una tienda y comprar lo que me alcanzara. Sabía que era mejor ir hasta mi casa y calentar un plato de comida, pero por desgracia, ese día comimos hamburguesas ordenadas por el poco tiempo que teníamos. Así que no había nada guardado en el refrigerador.

Al llegar a la bodega, procuré llevar cosas que le aportaran. No tenía mucho dinero ya que mi madre me dijo "arréglatelas con eso en la noche". Lo que significaba que ese día tampoco cenaríamos bien. Rodeé los ojos ante el recuerdo, a veces mi madre era tan extraña. Un poco de frutas, una barra de cereal, de esas protéicas (y en donde fue a parar la mayor parte de mi dinero), y un chocolate puro. Prefería comprar leche aparte porque no le tenía fe a los chocolates demasiado procesados. Mientras me acercaba a la caja, conté el dinero en la palma de mi mano y noté que me sobraba un poco aún, me compré un paquete de galletas porque sabía que tambipen tendría hambre.

Y después de pagar y regresar al punto de encuentro, pude verlo, sentado con la mirada perdida, subido a uno de los juegos infantiles. Era una escena tétrica: estaba aún más delgado de cómo lo había dejado. Creo que al final terminaría cediéndole mis galletas también. Y bueno, un día sin cenar no iba a afectarme, quién sabrá cuánto tiempo lleva Frank sin poder masticar algo decente. Hice una seña con la mano para que me notara, pero noté que estaba absorto en sus pensamientos, lanzando guiños hacia el cielo. Sin llorar, pero nostálgico, tuve que reprimir las ganas de abrazarlo, y tampoco sabía si podría, sentía que con un simple roce terminaría rompiéndolo en pedacitos (ahora, de manera literal).

Su rostro ya no mostraba sus mejillas, en su lugar, un vacío que se iba haciendo notar. ¿Qué tanto tiempo había pasado sin alimentarse? Grité su nombre y al fin me reconoció, dirigiendo su mirada hacia mí. Y algo muy cursi que noté en su momento, había desaparecido. Eran sus ojos, que por más deprimidos que hayan estado, siempre encontraba un poco de brillo cuando me miraban. Ahora su mirada estaba opacada, como si una capa los envolviera, como si no le importara nada de ahora en adelante. El escalofrío de antes me volvió a recorrer. Me negaba a creer que le había causado todo ese daño, solo me descuidé un momento.

―Frank ―mi voz tembló, mis labios moviéndose por cuenta propia, tomando posesión de mi cuerpo, obligándome a acercarme hacia él―. Frank, ¿qué te pasó?

Y me esperé de todo: un saludo, una mirada fulminante, un abrazo o hasta un insulto. Pero de todo lo que me imaginé, lo que pronunció fue de las cosas más tristes que salieron de él.

―Tengo hambre, Gerard ―lloró, no derramó lágrimas en el momento, pero no hacían falta para hacer notar lo cansado de su cuerpo―. ¡No he comido en días...! Ni siquiera sé cómo estoy consciente aún, yo...

Y lo callé, abrazándolo y queriendo protegerlo de todo mal. Aunque yo solo era un chico con problemas, haría lo posible para repararlo.

―Te traje esto.

Le mostré los productos y sin decir una palabra más, comenzó a devorarlos. Al contrario de lo que el pensaba, no me daba asco ver la forma en la que consumía, de hecho, me deprimía. Aquí yo debía ser el adivino y saber hace cuánto fue su última comida. No era suficiente que hablara más, sabía que me lo agradeció por la forma en la que comía.

Lo rodeé con mi brazo, apoyándolo en su hombro, vaya... incluso podía sentir los huesos en esa zona. Miedo.

Y en ese entonces mi cabeza se revolvía con los pensamientos de: ¿qué hacer?, ¿cómo hablar después de lo que pasó? Y todo ese tipo de cosas en las que me metía para torturarme.

Después supe que nada de eso era necesario, que las cosas se darían a su paso y que lo más importante era que tenía a Frank a mi lado. Enfermo, pero vivo. Y yo me encargaría de sanarlo, al menos, lo intentaría. Después de mucho tiempo concentrado en alimentarse, me dirigió una mirada fugaz, sonrió de lado.

Podía asegurar que esa sonrisa transmitía de todo, menos felicidad.

Y esa fue una noche demasiado larga.