26/03/2004

11 2 0
                                    

(Frank)

Decidí cerrar los ojos por un tiempo, no me centré en contar cuánto y decidó que daba igual si pasaba más tiempo del necesario dentro de mi cabeza. Era como un Frank pequeñito que recorría por el cerebro, entre falsas memorias y pensamientos que ayudaban a escapar de mi realidad. Tenía a mi mejor amigo al lado, y había otros niños, para mi sorpresa, ninguno tenía la intención de hacerme daño. No me centré mucho en ellos, me alegraba estar con Gerard en esa situación, compartiendo un poco de tiempo sin preocupaciones, quería que esa imagen fuera eterna, no quería despertar.

Pero estaba siendo consciente en ese momento también, así que tapé mis oídos ignorando el ruido chillante de al fondo, ¿qué habrá sido eso? Era probable que algún gato haya sido pisado por la cola, o si es peor, un accidente automovilístico. Al dirigirme y ver hacia la autopista, ésta estaba vacía, lo bueno es que no parecía ser nada grave. Me centré en mi alrededor, notando que conmigo, éramos cuatro niños. Gerard, un niño pelirojo, una niña de coletas negras y yo. Sentados en una alfombra aterciopelada, tan suave que podría quedarme dormido ahí. Jugando a cartas, yo iba ganando, genial.

―Ya me aburrió este juego ―habló Gerard, tirando todas las cartas al suelo, resentido, nosotros reímos―. No da gracia, siempre pierdo.

―Diría que es una cuestión de azar, pero Frank ya se volvió muy bueno jugando ―comentó la chica, era Lindsey―. Es la tercera vez consecutiva que ganas ―se dirigió a mí.

No sabía en qué momento me había vuelto todo en experto en el juego. Pero en parte concordaba con Gee. Guardamos las cartas y propusimos hacer "verdad o reto". No hace falta decir que yo no lo propuse. Al ser cuatro, necesitábamos un objeto que girara y nos indicara a nuestra pareja, nos pusimos en ronda y con la ayuda de un lápiz, iniciamos.

―Gerard ―llamé, esta vez yo tendría que formular la pregunta―. ¿Verdad o reto?

Él no se lo pensó mucho, tal vez porque pensaba que mis retos iban a ser demasiado inocentes, que no tendrían sentido o que serían demasiado fáciles de ejecutar.

―Reto ―habló, seguro de sí.

Y aunque algo tentador como "te reto a que me beses" pasó por mi cabeza, le negué a ese pensamiento y hablé:

―Te reto a que te pintes el cabello.

Él rodó los ojos, todos pensaron que era algo muy común, pero yo no había terminado.

―Pero si eso lo hago siempre ―rió él, qué ingenuo.

―Sí, pero no siempre te lo pintas... de rojo ―sonreí victorioso.

Era una idea loca que se me pasó por la cabeza desde que descubrí uno de sus dibujos en el que el personaje tenía el cabello rojo, se me hizo inevitable pensar en Gerard con la cabeza teñida, claro que llamaría la atención de todos, pero se le vería increíble.

Claro está, que abrió los ojos a más no poder, parecía que en cualquier momento se desprenderían de su rostro y comenarían a rodar por toda la habitación. Los otros niños le dieron un par de palmadas en la espalda mientras mi sonrisa permanecía intacta.

―Mi mamá me va a matar si hago eso ―carcajeó.

Y hablando de madres, apareció la mía, con el cabello corto y unas cuantas arrugas, cruzando por la habitación con una bandeja de bocadillos, tanto dulces como salados: galletas y chips. Este era mi hogar, en donde estaría seguro de todo, mientras no salga de aquí, nada malo pasaría. Celebramos porque ya nos estaba ganando el hambre, aunque eso era solo un aperitivo, la cena sería servida horas más tarde. Nos deleitamos tanto con la comida que olvidamos el tema del que hablábamos, dejando el juego de lado y comenzando a cambiar de tema.

Luego escuché un golpe más fuerte, como si estuvieran pateando la puerta. Y pensé, mi madre no puede ser, y papá está trabajando, llegará en la noche y pondrá a calentar la pizza que ordenó. Pensé entonces que sería una caída, algo diferente.

Pero por desgracia, tuve que abrir los ojos.

―¡Frank...! ¡Me vas a responder... oh Dios mío!

(...)

Al despertar ya no estaba dentro de ese oscuro lugar, tenía un vendaje en mi muñeca, ardía un poco aún, no mentiré. Recordando cómo fui perdiendo la cordura hasta llegar a donde estaba. Resulta que mi madre abrió la puerta y me encontró hecho mierda, porque no había otra palabra para describir lo que era en ese entonces. Desnudo, con mugre y grasa en el cabello, vaya castigo. Eso solo empeoraría las cosas, ¿qué acaso no lo podía ver? Ahora tenía algo de ropa puesta, pero seguía sin ducharme, no sé cómo hice para volver a estar consciente, luego de toda la sangre derramada, creí que no volvería a despertar, o que si lo hacía, sería estando conectado a una máquina que medía mi pulso.

Pero a mis padres poco o nada le simportaba así que si seguía vivo era por mera coincidencia. Si me quitaba la camiseta y me veía al espejo, podía contar la cantidad de huesos en mi torso, parecía uno de esos juegos inflables, solo que sin aire. Tumbado en el sofá, con bolsas de hielo en la frente y (por fin), luz natural que no tardó en llegar a mis retinas. Mis ojos se tardaron en acostumbrarse a ésta, pero luego se dedicaron a pasear a mis alrededores. Renegué porque todavía seguía dentro de esa prisión, aunque, por lo menos, había salido de ese cuarto.

Para cuando quise levantarme, mi cuerpo no respondió, apenas sentía mis músculos y no me daba la fuerza para hacer que mis brazos reaccionaran, mucho menos las piernas. Suspiré cansado, ¿desde cuándo respirar costaba tanto? Yo no fumaba, nunca lo hice.

―Agua... ―rogué en sollozos ahogados, ya ni siquiera tenía fuerzas para llorar.

Repetí la palabra unas tres o cuatro veces, hasta que me hicieran caso. ¡Y vaya de mí si mi próximo destino era pasar mis últimas horas agonizando en el sofá! Para mi suerte (ya no sé si buena o mala), alguien me escuchó. Mi madre, quien a duras penas me ayudó a incorporarme, brindándome algo de líquido. Después de eso no hubo más charla, ni una disculpa, ni una explicación al porqué. Sabía, aunque no quisiera aceptarlo, que ese había sido un intento de acabar conmigo. Noté que tenía mi teléfono de vuelta, en el bolsillo de mi pantalón.

Genial, estaba prendido.

Tenía mensajes de Gerard, mi madre ya los había visto.

Y esa noche nos encontraríamos.

My traumatic romance | FRERARDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora