(Gerard)
Vi a Frank tomar su cabeza con las manos, como si un dolor repentino lo hubiese abarcado, cerró los ojos y se sacudió un poco, yo aún seguía temblando un poco. Había tanto por procesar y pese a haberme dado por vencido, tenía muchas preguntas. Quería saber el porqué de sus acciones, o qué fue lo que lo motivo a planear todo aquello, en primer lugar. Sabía lo terrible que fue su infancia pese a no haberlo acompañado durante esa etapa, conocí a alguien muy roto, en un mal momento. Demasiado tarde. Quise preguntar, pero mi boca no pudo emitir sonido, tan solo se abría y volvía a cerrar. Y es que tenía demasiado miedo.
Pero mi expresión, en ese momento, no se comparó con la de Frank, que tenía los ojos muy abiertos, parecía que quisiera que salgan de su rostro. Noté también que su respiración se cortó y palideció un poco al bajar y ver el corte infectado, parecía carne molida alrededor, era tejido muerto, perdido. Iba a ser u milagro si alguien lograba recuperar esa zona. Los ojos de mi atacante paseaban por la habitación, como si no fuera consciente de haber estado ahí todo este tiempo, la confusión que reflejaba en su rostro era demasiada. Luego fijó su mirada en sus manos, estaban limpias, pero al verse la ropa, supo que algo terrible había pasado. Manchada de sangre ajena, aquí comenzó a gritar en tono rasposo y agudo, su respiración era irregular y yo, yo no sabía qué decir.
―Ge... ¡Gerard! ―articuló con dificultad, notaba que iba a tartamudear, me recordó a cómo hablaba frente a su padre―. ¿Qué... qué te pasó?, ¿qué hacemos aquí? ―gritó aterrado, volteando a todos lados, buscando a un fantasma.
Se me ocurrió preguntar algo muy estúpido, pero funcionó.
―Tú... eres Frank, ¿cierto?
―¡¿Cómo que si soy yo?! ¡Claramente soy yo! ―gritó, aún con la respiración cortada―. Oh, Dios, no recuerdo nada, solo estaba haciendo mi tarea... y...
Frank me había estado comentando sobre un tal amigo, y acá puedo comenzar a unir lazos. La persona de la que me comentaba era misteriosa, porque un día se le apareció a Frank y comenzó a hacer de las suyas. Él siempre dijo que intentaba ayudarlo, lo acompañaba en sus momentos difíciles y sabía defenderlo cuando su padre lo atacaba. No recuerdo su nombre, en ese entonces le resté importancia, tal vez solo me estaba hablando de una más de las historias que escribía en su diario, o quizás fue un sueño. Pero, de haber sido una persona real, posiblemente lo habría conocido ya.
Frank admitió temerle un poco, pero que no quería demostrarlo porque entonces dejaría de ayudarlo, y él no quería sentirse incapaz de responderle a su padre. Su actitud sumisa, sus ganas de cambiar las cosas y vivir soñando hicieron que perdiera la cabeza.
―¿Es todo lo que recuerdas? ―pregunté, intentando calmarme. Frank asintió.
―Eso... no importa... estamos muy lejos de la ciudad y... tu pierna... Hay tantas cosas que no comprendo.
Tenía miedo de contarle la verdad, porque el monstruo podría no haberse ido todavía, porque podría solo estar fingiendo empatía y asombro. Luego de ver su actitud tan cínica, ya no podía confiar en nada de lo que me dijera.
―Mi abuelo debe saber qué pasó ―dijo, cambiando su tono asustadizo por uno más serio, pero aún asó bajando la mirada―. Ven conmígo.
Y pese a no querer seguirlo, no tuve otra opción cuando comenzó a jalarme del brazo, solo que eta vez no fue tan brusco. Buscaba para todos lados apresurado, pero aquel lugar estaba desolado, éramos las únicas dos almas ahí. Si algo pasaba, si se nos venía la casa encima o si a Frank se le ocurría que era buen momento para morir, nadie se enteraría. Estaríamos desaparecidos, y para cuando nos encuentren, ya habría sido demasiado tarde. Salimos de la casa y frente a nosotros había puro pasto seco, color sepia. Nos rodeaban campos vacíos y, muy al fondo, montañas con escasa vegetación, un panorama desértico, me sentía en una película de terror. Una en donde mi mejor amigo era el protagonista. Recorrimos los alrededores, pasamos por varias construcciones a las que les faltaba reparación, madera vieja y quemada, pero no había signos de vida.
―¿Sabes cómo terminamos aquí? ―preguntó en medio de su desesperación.
Yo temía decírselo, pero podía ver al verdadero Frank salir de quicio al correr de un lado a otro, en busca de ayuda.
―Frank ―hablé, titubeando. Para entonces solo miraba cómo jugaba con mis dedos―... tú nos trajiste aquí.
A lo que Frank, medio perturbado, y con una expresión que decía "no jodas", respondió:
―Hablo en serio, Gerard ―mordió sus uñas y suspiró―. Y, ¿cómo es posible que estés tan calmado? ¡Esa cosa que tienes ahí no es normal! ―gritó en desesperación, apuntando a mi pierna.
Oh, por supuesto, estaba tan nervioso que parecía estar calmado. La verdad ya nada me importaba mucho, había dado mi perna por perdida y si la herida seguía infectándose, llegaría al resto del cuerpo. Así que no tuve otro remedio que hablar.
Aquí comencé a temblar.
―¿Esto? ―pregunté, señalando el corte, Frank asintió aterrado―. Esto que ves, me lo hiciste tú.
Él calló por un momento, intentando asimilar.
―No parece broma por cómo lo dices.
―No lo es ―respondí cortante―. ¿De verdad no recuerdas nada?
Él negó, y a paso lento comenzó a acercarse, casi como temiéndole a hacerme daño, se agachó y tocó los bordes, donde no había marca.
―¿Sabes cómo llegamos aquí? ―volteó con sus ojos amarillos, conectando con los míos.
Le comenté que después de estar corriendo, nos subimos a un auto, no di muchos detalles después porque mis memorias seguían nubladas, no sabía cómo lucía el conductor, o tal vez solo mi mente hhabía bloqueado ciertos recuerdos. Le dije que caí inconsciente en algún punto y desperté amarrado al respaldo de una cama.
―Entonces, ¿yo mismo hice todo esto? ―asentí―. No..., es que es irreal, es una mala broma, ¿verdad? ―comunicó con nerviosismo―. Gerard, ¡dime que lo es...!
Yo callé, desviando la mirada. Frank volvió a suspirar, fuerte, queriendo dehacerse del aire que le quedaba en los pulmones. Se alejó de mí y comenzó a murmurar "si se dan cuenta, iré a la cárcel", "finalmente perdí la cordura". Llevó ambas manos a su rostro, comenzó a frotarse y caminar en círculos, soltando gruñidos cada cierto tiempo. Estaba entrando en crisis.
―¿Tienes tu teléfono? ―preguntó, a lo que respondí que no, de heberlo tenido, ya habría llamado a que alguien me rescatara―. Yo no tengo el mío, estamos varados en medio de la nada, ¡no hay nadie aquí! ―aulló, luego pidiendo ayuda, pero eso fue en vano.
Caminamos un poco más y yo no sabía de dónde sacaba las fuerzas para seguir en pie, ya no sentía las piernas.
Frank se me adelantó y comenzamos a oler algo desagradable, como a peste, a algo podrido. Era probable que el ganado esté muriendo y degradándose por falta de cuidado, y cómo no, si nadie se encargaba de cuidar los animales.
Pero lo que vio Frank no se comparó con lo que pensé que podría haber sido.
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My traumatic romance | FRERARD
Fiksi PenggemarDebatiendo... entre la realidad y la ficción. La personificación del trauma. TRIGGER WARNING: Temas sensibles relacionados con: -Sustancias ilícitas -Abuso infantil -Abuso físico/psicológico -Abuso sexual -Salud mental -Violencia física Si eres una...