3. El profesor de pociones

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2 de septiembre, 1992

Severus Snape no estaba teniendo un buen día. Se había ido a dormir tarde, bastante enfadado por la desfachatez del insufrible Harry Potter, quien no solo se había saltado las normas otra vez, robando un coche volador y estrellándolo contra el Sauce boxeador, sino que había salido del apuro sin sufrir las consecuencias, como siempre.

No había dejado de dar vueltas en la cama en toda la noche. Entre Potter y el idiota de Lockhart, ese año no iba a tener respiro. Cuando amaneció, apenas había pegado ojo, y Severus se preguntó qué más podría salir mal ese día.

Con la cabeza nublada por el cansancio y la rabia, apenas prestó atención durante el desayuno, mirando por encima el horario de clases definitivo que McGonagall había dejado frente a su plato. Podría decirse que Severus iba en piloto automático, tratando de mantener a raya cualquier tipo de emoción o gesto que delatase su mal humor, pero sin conseguirlo realmente.

Mirando al horario de reojo, comprobó que la primera clase de esa mañana era con los alumnos de primer año de Gryffindor y Slytherin y exhaló un gruñido.

Sin duda, Merlín le estaba castigando.

***

Suprimiendo un gruñido de frustración, Severus entró en el aula, sin mirar a su alrededor, y se embarcó en el viejo y familiar monólogo de todos los años. Por lo general, su diatriba servía para amedrentar a los mocosos, y ese día necesitaba más que nunca que todos estuviesen callados y atentos.

Los términos "embotellar la fama", "elaborar la gloria" y "detener la muerte" salieron de sus labios sin que realmente pensara en ello, y antes de darse cuenta, estaba haciendo las mismas preguntas con las que acosaba a los alumnos de primer año, sin realmente esperar a que nadie le respondiera.

-¿Qué ocurre si se le añade raíz de asfódelo en polvo a una raíz de ajenjo?

Como cabía esperar, la única respuesta que obtuvo fue la mirada perdida y asustada de los alumnos. Snape gruñó, irritado. Como siempre, esos mocosos estaban más interesados en aprender hechizos que en desarrollar la sutileza y paciencia necesarias para elaborar pociones.

Y entonces, tímidamente, una alumna de Slytherin levantó la mano poco a poco. Snape elevó una ceja, extrañado.

-Señorita...

-White, señor.

-Señorita White ¿cuál es la respuesta a mi pregunta?

-Es una poción para dormir, señor, una de las más poderosas que se pueden encontrar.

La ceja de Severus se elevó unos milímetros más, y sin apartar la vista de la alumna, le dirigió la siguiente pregunta.

-¿Dónde encontraría un bezoar?

-Dentro del estómago de una cabra, profesor.

-¿Sabe para qué sirve?

-El bezoar es el remedio más efectivo contra la mayor parte de los venenos, señor.

Severus se acercó a la alumna, mirando con disimulo al pupitre y a su regazo. No había ningún libro abierto ni ningún pergamino donde tuviese apuntadas las respuestas.

-¿Cuál es la diferencia entre el acónito y la luparia?

La alumna frunció el ceño, confundida, y Severus resopló con aires de suficiencia.

-¿El nombre? -respondió ella. Los alumnos de Gryffindor se rieron ante esa respuesta, pero una mirada airada del profesor les hizo callar.

-Efectivamente, señorita White, ambas son la misma planta -Severus no terminaba de estar contento. Aquella chica era una alumna de Slytherin, y había respondido satisfactoriamente, pero eso no significaba que no supiese las respuestas de antemano. Sería muy propio de un Slytherin preguntar a los alumnos mayores, para obtener el visto bueno del Jefe de su casa-. Una última pregunta, señorita White. Si tiene una poción crecepelo que se está volviendo de color verde ¿qué le añadiría, colas de salamandra, u ojos de sapo?

Sangre  de mi sangre (Severus Snape & hija)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora