8. Expiación

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25 de diciembre, 1993

Ese año apenas había alumnos en Hogwarts por Navidad. Tan sólo aquellos que no tenían más remedio se habían quedado en el castillo, arriesgándose a recibir la ira de Sirius Black.

Severus se encontraba agradecido, necesitaba silencio para ordenar sus pensamientos.

El paso de los días no había borrado el recuerdo de las horribles memorias de Lily. Una parte de él se sentía incómoda. Ya le había llegado el rumor de que el boggart de Neville Longbottom tenía su imagen y semejanza, pero él había resoplado ante esa idea. Longbottom era un crío miedoso que se asustaba de su propia sombra. Incluso su propia abuela le hacía temblar.

Pero Lily...

Lily le había plantado cara a Draco y a sus amigos sin vacilar. Lily le había desafiado a él. Lily se había atrevido a atacarle. Y sin embargo, era su cara, la de Severus, la que atenazaba su mente cuando los dementores la acosaban.

Y Severus no había podido evitar asociar esa imagen con el recuerdo que él guardaba de Tobías Snape. Alto, oscuro y amenazante.

Ese pensamiento le preocupaba, y le recomía la conciencia. Siempre se había jurado a sí mismo no ser como aquel hombre. Y sin embargo, había terminado cayendo en los mismos vicios, la misma rabia, la misma violencia.

Y se arrepentía. Para su sorpresa, estaba avergonzado, no debería haber perdido los nervios de esa manera.

Quizá por eso le había mandado una caja de chocolates a Lily por Navidad.

No había incluido ninguna nota, y esperaba que la niña pensase que era un regalo de alguna de sus amigas. Pero a él le hacía sentirse mejor.

Era un pequeño gesto, pero al menos era algo.

***

20 enero, 1994

Lily trataba de concentrarse sin éxito, perdiendo con frecuencia el hilo de la explicación del profesor Lupin.

Abrumada, miró hacia el pergamino que Astoria había llenado con su diminuta letra. Tendría que pedirle prestados sus apuntes más tarde.

-Y con eso hemos terminado el tema de los trasgos ¿Alguna pregunta?

Los alumnos comenzaron a recoger sus pertenencias, hablando animadamente. El profesor Lupin, más laxo que los otros docentes, no les regañó.

-Lily ¿Puedes quedarte un minuto? -ella suspiró y esperó pacientemente a que la clase se vaciase, antes de seguir al profesor a su despacho. Él le indicó que se sentara-. Lily, no he podido evitar darme cuenta de que llevas unos días bastante alicaída ¿te ocurre algo?

-No es nada, profesor. Me cuesta dormir bien -Lily tenía la mirada puesta en sus rodillas, pero su cara parecía más cansada y pálida que de costumbre.

-¿Es por los dementores? ¿Tienes pesadillas?

Lily alzó los ojos, mirando al profesor con desconcierto.

-¿Cómo lo sabe?

El profesor Lupin se rio con disimulo.

-A mí también me costó olvidar el efecto de los dementores la primera vez que los sentí. Pero te prometo que todo pasará -le dijo con voz amable-. De momento, te recomiendo comer mucho chocolate. Toma, puedes quedarte con el mío -ofreció sonriente, entregándole una tableta entera.

Ella aceptó el chocolate, sorprendida y agradecida. Entonces, se fijó mejor en el papel que lo envolvía.

-Profesor Lupin ¿fue usted quien me envió chocolate por Navidad?

Sangre  de mi sangre (Severus Snape & hija)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora