5. La señorita Anderson

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10 de diciembre, 1992

-Esta es la lista de los alumnos de Slytherin que se quedarán en Hogwarts a pasar las Navidades -Severus depositó el pergamino sobre el escritorio de Dumbledore. El director le echó un ojo por encima, y miró al profesor con aire inquisitivo.

-Lily White no está aquí -observó, con un gesto de preocupación en sus ojos azules.

-Ella fue de las primeras en indicar que quería volver a casa durante las fiestas.

-Es una lástima que no considere a Hogwarts su hogar -musitó Dumbledore. Severus alzó las cejas.

-¿Y le sorprende? Teniendo en cuenta cómo ha sido su introducción al mundo mágico...

-Ella no lo sabe, Severus, pero corre peligro en el mundo muggle. Debemos tener especial cuidado con ella, especialmente ahora.

-¿Qué sugiere que haga?

-Podrías vigilarla mientras está fuera.

-No soy su niñera, Dumbledore. Además, sería sospechoso si alguien me viese cerca de ella.

-Estoy seguro de que se te ocurrirá algo.

***

23 de diciembre, 1992

Severus nunca había estado en esa parte de la ciudad. Desde luego, no era lo que esperaba. Las calles estaban limpias y cuidadas, y los edificios eran nuevos y elegantes.

Al final de la calle, se alzaba una casa victoriana, rodeada por una verja. La nieve cubría el tejado y el amplio jardín. Parecía una imagen sacada de un cuento.

Con cuidado, Severus entró en el edificio, cubriéndose con un hechizo de invisibilidad y otro de silencio. El aspecto del orfanato le sorprendió, era mucho más alegre y bonito de lo que esperaba.

Claramente, Dumbledore se había esforzado en encontrar un hogar apropiado para Lily White.

Un grupo de niñas bajó corriendo por las escaleras, armando mucho alboroto y Severus se echó hacia un lado justo a tiempo, evitando que le atropellasen. Sorprendido, vio a Lily, en el centro del grupo, riendo y gritando como una más. Nunca la había visto hacer eso en Hogwarts.

-¡No corráis por las escaleras! ¡Tened cuidado! -una mujer seguía a las niñas, tratando de mantener el ritmo sin éxito-. ¡Poneos los abrigos! No hay manera -suspiró, llevándose las manos a la cara.

Severus la miró con atención, la mujer debía tener entre treinta y cuarenta años, iba vestida de manera formal, pero práctica, y a pesar de sus protestas, sonrió abiertamente al escuchar los gritos de alegría de las chicas cuando se adentraron en la nieve.

Comprobando que no había ningún otro adulto presente, Severus decidió volverse visible y carraspeó, sobresaltando a la mujer.

-¡Cielos! No le había visto ¿Puedo ayudarle en algo? -la mujer se acercó a él, tratando de alisarse los mechones de pelo que se escapaban de su coleta.

-Quiero hablar con usted -Severus tenía agarrada la varita dentro de su bolsillo, y en silencio lanzó un hechizo relajante, que permitió que la mujer no sospechase de él.

-Por supuesto, sígame -la mujer le guio hasta un despacho situado en un lateral de la planta baja. Cerrando la puerta a su espalda, Severus revisó rápidamente la habitación, buscando algún tipo de trampa y fijándose en las fotografías de las paredes. Varios grupos de niñas de todas las edades saludaban a la cámara, sonrientes.

Al acercarse, pudo localizar a Lily, siempre situada junto a la misma niña. Su sonrisa era amplia y sincera, diferente a la imagen tímida y retraída que él había visto en Hogwarts.

Sangre  de mi sangre (Severus Snape & hija)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora