12. Magia silenciosa

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10 de enero, 1995

Severus seguía pensando en la conversación que había tenido con Karkaroff y en la presencia de la Marca Tenebrosa, cada vez más oscura en su brazo.

Dumbledore también compartía sus sospechas de que el Señor Tenebroso estaba recuperando sus fuerzas, y que llegaría el día en que su regreso fuese inevitable.

El profesor se preguntó, no por primera vez, que ocurriría cuando ese día llegase.

Dumbledore ya le había pedido que volviese a su antiguo papel como espía, lo cual no estaba libre de riesgos. Ni siquiera Severus, con sus dotes magistrales de Oclumancia, estaba libre de sufrir la ira de su antiguo señor ¿Qué pasaría si no era capaz de cumplir con su papel?

Su vida no valía mucho fuera de su labor como espía, pero Severus sentía que ya no se trataba sólo de él. Tenía que pensar en Lily.

Por mucho que hubiese prometido ayudar y proteger a Harry Potter, Severus no se engañaba, el chico no estaba solo. Dumbledore le vigilaba como un ave de presa, y también había otros como Lupin, Black y los Weasleys que saltarían en su defensa si fuese necesario. Incluso el irritante Alastor Moody estaba a su servicio, como un viejo y quisquilloso guardaespaldas.

Pero Lily no tenía a nadie, no le importaba a nadie, y lo que era peor, todos pensaban que era hija de muggles.

Y precisamente por eso, Severus sentía que era su responsabilidad prepararla para el futuro, para que pudiese defenderse el día que él ya no estuviese a su lado.

Porque Severus sabía mejor que nadie que a veces uno tenía que luchar por sí mismo, porque nadie más lo haría.

***

Lily entró con curiosidad en el despacho, preguntándose qué querría el profesor Snape de ella. El mago le había pedido que se quedase después de clase, con esa expresión que ponía cuando quería ser hermético y misterioso, y Lily se preguntó si querría decirle algo acerca de la fiesta de Navidad.

-Señorita White, sin duda recordará una conversación que tuvimos el año pasado acerca de su habilidad de realizar magia sin pronunciar los hechizos en voz alta -ella asintió, preguntándose adonde querría llegar-. ¿Ha vuelto a hacerlo?

-A veces, cuando practico a solas.

-Creo que debería progresar en su entrenamiento, especialmente en hechizos de defensa y ataque -Lily le miró sin comprender-. Lo que quiero decir, señorita White, es que voy a entrenarla en duelos mágicos, y espero que para final de curso sea capaz de enfrentarse a mí sin pronunciar los hechizos en voz alta.

Lily abrió mucho los ojos, sorprendida. Aquello no formaba parte del temario habitual de un alumno de tercer año, pero el tono del profesor no daba lugar a réplica.

-Por supuesto, el señor director ha dado su permiso -mintió Severus. Dumbledore no sabía nada y esperaba que no se enterase nunca-. Pero le agradecería que no le dijese nada a sus compañeros.

-¿Les digo entonces que estoy siguiendo el curso avanzado de pociones? -Lily alzó las cejas y esbozó una pequeña sonrisa que Severus reconoció muy bien. Era una mueca que él mismo hacía cuando estaba maquinando algo.

-Le daré una lista de los hechizos que debe aprender durante la semana, y los jueves por la tarde los practicará conmigo, en silencio -continúo diciendo, tratando de mantener su cara en una expresión imperturbable-. Puede marcharse.

Lily se dispuso a salir, pero antes de abrir la puerta se giró hacia él.

-Profesor, alguien me envió un paquete de dulces por Navidad, pero no tenía remitente -dijo de forma tentativa. Él se cruzó de brazos, y replicó con una mirada aburrida.

Sangre  de mi sangre (Severus Snape & hija)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora