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CANDELA

AQUEL CHICO NO LE GUSTABA ESPECIALMENTE

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AQUEL CHICO NO LE GUSTABA ESPECIALMENTE. Si había accedido a salir fuera de la discoteca con él, era para poder quitarse la mirada asesina de Pipe de la nuca de una vez. Ya se le ocurriría alguna excusa para desaparecer y dejar plantado al chico. Le dio un sorbo a su copa y notó un regusto extraño. Empezaba a encontrarse mareada de verdad, pero atribuyó esa sensación a que ya llevaba como cuatro o cinco o seis copas encima y a nada más.

—¿Cómo decías que te llamabas?—le preguntó al chico cuando se hubieron alejado de la puerta de la discoteca y caminaban en dirección a los aparcamientos de coches.

—Álvaro.

—Ah. Eso, Álvaro. Verás, me acabo de acordar que me he dejado...

—Luego podes volver a por lo que sea—le interrumpió bruscamente el chico sin tacto alguno. Se metieron entre los coches del aparcamiento y Candela frunció el ceño.

—De hecho, creo que no puedo esperar. Tengo que ir a por...

—Vamos, nenita. No seas tan pesada.

—¿Disculpa?—su tono se voz ya no era amable. Es chico le estaba mosqueando con su prepotencia.

—Venga. Sabes a qué hemos venido acá.

—Bueno. Pues ya no quiero—de hecho, nunca quiso.

—Déjate de joder.

Candela se sobresaltó cuando el chico de repente la agarró y la empujó contra un coche estacionado detrás de ella. Sintió el frío metal contra su espalda mientras él la aprisiona con fuerza, impidiéndole moverse. Su corazón latió con fuerza mientras miraba a Álvaro con los ojos muy abiertos, cuya cercanía repentina la hace sentir vulnerable y asustada.

—Suéltame—susurró ella.

—No.

—He dicho que me sueltes—repitió, esta vez más débilmente. En ese momento no se le ocurrió gritar. Estaba paralizada.

—No te pongas pesada.

El rostro del chico estaba demasiado cerca del suyo, y puso sentir su aliento sobre su piel. Su mirada era intensa y amenazadora, y Candela se estremeció ante la sensación de peligro inminente. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar, atrapada en esa situación angustiosa mientras intentaba encontrar una salida. Miraba a un lado y a otro y no había nadie, y la gente de la puerta de la discoteca no la oirían si pedía ayuda.

—No te pongas digna. Sos exactamente igual que todas: Facilonas a reventar.

Las alarmas en la mente de Candela comenzaron a sonar con más fuerza.

𝐖𝐎𝐑𝐊 𝐒𝐎𝐍𝐆──𝙁𝙚𝙡𝙞𝙥𝙚 𝙊𝙩𝙖ñ𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora