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TODAS LAS MUJERES QUE HABÍA EN LA VIDA DE FELIPE SIEMPRE LE HABÍAN DICHO QUE ERA UN BUEN CHICO.
Su madre decía que era un hombre de los pies a la cabeza.
Sus abuelas decían que se comportaba como un auténtico caballero.
Incluso su hermana decía que era un Sol (lo cual era un gran cumplido viniendo de Maia, que no solía hacer comentarios constructivos de nadie sin gruñir).
Hasta las chicas con las que había tenido relaciones románticas no tenían nada que reprocharle ya que él siempre iba con la verdad por delante y las trataba bien.
Era por todas esas razones, que ni él mismo se explicaba cómo podía ser un capullo total con Candela.
Desde que se conocieron a primera vista (o mejor dicho, a primer balonazo) sus personalidades habían chocado con una fuerza capaz de asustar a cualquiera. Ninguno de los dos podía mantener una conversación con el otro sin ponerse a discutir antes o después.
Hacía un par de días, había habido un incidente con una prótesis de plástico que Candela le estaba probando en la cara a él. Y ella se había vuelto un basilisco. Fue entonces cuando Pipe estalló también por la forma en la que lo trató después del incidente que comprendió que eran polos muy opuesto.
Ella era demasiado rigurosa y no daba su brazo a torcer. Y él se tomaba las cosas con más calma, y no tenía la maldad que ella tenía para hablarle tan mal como lo hizo con él.
«Bueno. Siendo honestos, yo también la puteo a posta.»
Ese era un pensamiento recurrente que asomaba la cabeza de Pipe cada vez que la llamaba Zanahorias solo para joderle.
Como en ese momento.
—Eh, pssss. Zanahorias—la llamo desde la otra punta del pasillo con las manos en los bolsillos de su pantalón y una sonrisa en la cara—. ¿Tenes un minuto?
Ella disparó una de sus cejas hacia arriba y se quedó esperando a que él llegara a su altura para hablar.
—No tengo tiempo para tus boludeces, González.
Al escuchar su primer apellido, Pipe frunció el ceño. La mayoría lo llamaban por el apellido de su madre (ya que él se había dado a conocer como actor con su segundo apellido como si fuera el primero) y le resultaba muy raro que lo llamase con el de su padre.
Era la única persona que lo llamaba así.
—¿Ni siquiera para que me disculpe por lo del otro día?
