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BAYONA LLEVABA INTENTANDO ESPABILARLO UNOS DIEZ MINUTOS. Y habían pasado solamente quince desde que se habían puesto a grabar. Y solo veinte desde que se había besado con Candela.
—¡Carlitos tenemos que ver que es lo que haces! ¡Hacia la cámara! ¡Hacia la cámara!—le gritaba el hombre desde megafonía.
Estaban grabando secuencias moviendo artefactos del avión hacia el exterior, pero Pipe no estaba nada concentrado. Se sentía enfermo. Mareado. Cansado. Absurdamente débil. Con el corazón bombeándole en las costillas. Tenía la sensación de que se desmayaba.
—¡Corten! Felipe, no te toques la cara mucho. Se te corre el maquillaje. ¿Candela, puedes repasárselo?
«No...» Pensó él con los ojos desorbitados.
—Ahora mismo, Jota.
Candela salió de detrás de las cámaras con una bolsita gris y la abrió. De ahí empezó a sacar una brocha con un colorete con pigmentos que había hecho ella misma y empezó a espolvorearle la nariz y las mejillas, que era donde se había quitado todo el maquillaje. Pipe mientras tanto, no sabía donde meterse. Estaba tan pendiente de que nadie viera lo rojo que se ponía ante la presencia de Candela que no le dio el cerebro para nada más. Sus amigos pululaban alrededor esperando a que la maquilladora terminase con él y cuando ella empezó a darle toquecitos en la punta de la nariz con sus dedos, se puso tan rígido sobre la nieve donde estaba sentado que supo lo obvio que estaba siendo. Finalmente, Candela se levantó, le miró la cara desde diferentes ángulos y trago saliva.
—Ya está listo—dijo en voz alta para que todos la oyeran.
—Genial, Candela. Muchas gracias. ¡Volvemos a grabar!
La pelirroja salió de la espesa nieve donde grababan y volvió a colocarse junto a Bayona y el resto de cámaras.
Por primera vez desde que se conocían, Pipe fue consciente de que Candela lo veía actuar. Se preguntaba que pensaría ella de él, si lo hacía bien o mal, si pensaba que era bueno, si se avergonzaba de...
—¡Acción!
Volvieron a grabar, lo que significaba mover metales por el suelo y arrastrar a compañeros que fingían estar heridos fuera del avión con caras de terror y sufrimiento. El corazón le empezó a bombear en el pecho a la misma velocidad que minutos antes, pero esta vez, de forma mucho más intensa. Sentía que se desmayaba. Que iba a cerrar los ojos y se iba a derrumbar. Le dolían los oídos a causa de la altura en la que estaban y tenía tanto frío que se le habían quedado congelados los dedos de las manos y parte del cuello. Le dolía la garganta. Apenas podía respirar.
Entonces empezó a notar un líquido viscoso saliéndole de la nariz y como nadie le dijo que parara de actuar, fingió que estaba ensayado y que aquello no era más que un maldito efecto especial. Cuando por fin Bayona dio por terminada la secuencia, Fran se le acercó con cara súper preocupada mientras él intentaba detener el sangrado.