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Las clases de historia acabaron convirtiéndose en las más horribles de todas. No es que María José fuera mala transmitiéndoles sus conocimientos, sino que estaba empeñada en fomentar el trabajo en equipo. En parte, para prepararlos para la vida laboral, y por otro lado, porque quería que aprendieran a pensar. Por ello, después de media hora de información, los ponía en grupos para que debatieran y respondieran una serie de preguntas con sus propias conclusiones. Y por desgracia, como estaba sentada justo en el centro de la clase, le tocaba hacer equipo con Dennis y Esteban. No tenía ninguna queja sobre este último. Pero Dennis aprovechaba cada ocasión para fastidiarla con sus inagotables bromas.

-Bueno Descendiente de Venus, ¿alguna idea más allá de toda esta parrafada de por qué la II República perdió la guerra?

Elena alzó la cabeza de su libro de texto y los apuntes de su cuaderno para dirigirle la más indiferente de sus miradas.

-Por un lado -intervino Esteban previniendo la tormenta que se avecinaba-, la zona nacional contaba con el apoyo de Alemania e Italia. Mientras que la II República no tenía un ejército regular.

Dennis lo miró por unos segundos meditando en la información con gesto impasible.

-Sí, esa es una de las razones dicha de forma resumida. Y bien historiadora -dijo volviendo a mostrar su sonrisa de medio lado-, ¿te ves capaz de aportar algún otro detalle?

Elena entrecerró los ojos. Las provocaciones de Dennis eran tan infantiles como efectivas. Además, había descubierto en poco tiempo lo susceptible que era cuando atacaban su orgullo.

-Vamos, si tan empeñada estás en no caer en mis provocaciones, y demostrar que no te gusto, tendrás que esforzarte más.

-¿Otra vez has interrogado a mis amigas? -Bufó rodando los ojos.

-Ya sabes que tiendo a pecar de encantador.

-Y de holgazán -dijo tomando su cuaderno para leer sus últimas anotaciones-. Además de lo que ha dicho Esteban, los comunistas, anarquistas y socialistas habían creado división con sus constantes peleas.

-Buen punto señorita Elena, pero también influyó que el Gobierno no se atreviera a dar armas al pueblo por temor a la revolución bolchevique.

-Correcto Dennis -dijo María José deteniéndose frente a su mesa-. Cinco minutos más y compararemos las respuestas de todos.

Elena suspiró apesadumbrada. De haber sabido las nuevas técnicas de estudio de su profesora de historia, se habría sentado en primera fila, aunque aquello conllevara trabajar con otros desconocidos. Sin duda habrían sido más tolerables que su compañero de equipo actual.

-¿Por qué siempre nos pone a trabajar en los mismos grupos? -le susurró a Esteban.

El pobre desgraciado había acabado por convertirse en una especie de contenedor emocional donde liberaba toda su frustración e ira. Y la pobre víctima lo había aceptado sin inmutarse. En aquel momento la miró con su cómica sonrisa de pesar, más que acostumbrado a aquellas situaciones.

-Así se libra del jaleo de cambiarnos de asiento.

-Pero con este método no nos permite ampliar nuestros horizontes sociales.

-Definitivamente -comentó Dennis-, con tus dotes danzarines lograrías atraer a multitud de estudiantes. Lo que no es tan seguro es que les agrade tu compañía. Eres demasiado quejica y te pasas la mayor parte del tiempo malhumorada.

-¿Eso crees? Pues yo no veo que decenas de chicos acudan en tu busca en el descanso para disfrutar de tu simpatía. El único que parece tolerar tu sarcasmo, signo de inmadurez e inseguridad, es Esteban.

¡Que el Karma me proteja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora