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-No me jodas -gritó Karen en el autobús provocando que todos los presentes giraran la cabeza.

-Baja la voz por lo que más quieras -rogó Elena cubriéndose la cara muerta de vergüenza.

Con los nervios de la tarde anterior, no había logrado pegar ojo. Se había levantado a tres minutos de que llegara el autobús. Había tenido que correr tanto que no había podido ni quitarse la parte superior del pijama. Mucho menos ponerse un sujetador. Encima, todavía llevaba el moño con forma de micrófono que se había hecho a la una de la mañana cuando recordó que tenía deberes por hacer.

-Vamos por partes -dijo Karen juntando sus manos en actitud reflexiva-. Después de hacer los planes para el domingo, te escribió.

-Sí, ya os lo he dicho. Me propuso salir el sábado los dos solos.

-Esto es maravilloso -exclamó Karen-. ¿No crees rubia?

Keira asintió.

-Hace tiempo que dejó claro que va enserio contigo. Era de esperar que acabara por invitarte.

Elena entrecerró los ojos.

-¿Cuántas veces has salido tú solita con Sergio?

-Bastantes veces.

-¿No lo sabías? -Inquirió Karen al ver la expresión estupefacta de Elena.

-Nunca dijo nada.

-Mi querida Elena -sonrió Karen-, esas cosas se dan por sentadas.

-¿Y por qué no nos cuentas nada?

-Porque esa parte de mi vida no os incumbe.

Absolutamente indignada, Elena se giró en su asiento decidida a no revelar nada más. Si Keira iba a tener secretos, vida privada o como quisiera llamarlo, ella también lo tendría.

-Parece que nuestra querida Helena de Troya se siente ofendida -comentó Karen agarrándole el moño para hacerla rabiar-. Tal vez deberías hacer una concesión y hablarle de tus experiencias de alcoba. Ya sabes, para que esté medianamente informada.

Keira la observó con aburrimiento. Estaba claro que no les iba a revelar nada.

-De acuerdo, rubia -suspiró Karen rodando los ojos-. Tendré que ser yo la que le hable de mi vida sexual. O al menos la que tuve.

-Preferiría posponer este tema. Quizás para cuando no tengamos oídos curiosos.

Karen se percató de que un grupo de chicas que ocupaban dos filas por delante de ellas en el autobús se volvían para mirarlas de reojo entre cuchicheos.

-No te preocupes. Todo el mundo sabe que cuanto más grandes tienes los pechos, más fuerte son tus orgasmos -dijo a todo volumen mientras se apartaba un rizo de la cara.

***

Elena sacó el libro y el cuaderno de historia como si estuviera levantando pesas de siete kilos de su mochila. Tenía hambre, y no había podido tomarse un café para despejarse. Encima llevaba su pijama de osos panda bajo la sudadera, lo cual le producía aún más sueño. Si la intuición no le fallaba, iba a necesitar el apoyo de sus maravillosos compañeros para poder sobrellevar la clase.

Dennis fue el primero en llegar con su media sonrisa.

-Interesante moño Descendiente de Venus -comentó agarrándolo para sopesar su textura.

-Mátame, por favor, esta vida es demasiado dura para mí -gruñó empleando el mullido libro de historia como almohada.

Dennis soltó una carcajada y se sentó a su lado.

¡Que el Karma me proteja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora