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No tenía claro si aquello le gustaría tanto como lo que hicieron la primera vez. Aunque la humedad entre sus muslos le pareció una buena señal.

Leo aparcó en una calle que daba a la parte trasera de un montón de adosados. Elena rogó al Karma porque no saliera ningún vecino a tirar la basura o a sacar a pasear a su perro a esas horas.

Se situaron en los asientos traseros, donde Elena percibió el aroma de Violeta para su desdicha. Sin embargo, en cuanto las manos de Leo la acariciaron, se olvidó por completo de aquella idiota.

Leo no perdió el tiempo, casi le arrancó la camisa. La hizo sentarse a ahorcajadas sobre él para poder tener buen acceso a su culo, el cual apretó con tanta fuerza que hizo que Elena soltara una exclamación antes de morderle el cuello. Leo se rio por su venganza y la acercó para poder besarle los pechos. Elena se revolvió en su regazo notando un millar de cosquilleos cuando Leo alzó las caderas rozando aquella carne tan sensible que hizo que se estremeciera.

-Súbete la falda hasta la cintura -le ordenó Leo.

Elena obedeció sin detenerse a pensar en la severidad de su voz. Y cuando la colocó a cuatro patas mirando hacia la ventana, con el culo completamente expuesto en su regazo, Elena solo podía pensar en lo suaves que eran las manos de Leo mientras le acariciaban los muslos. El cosquilleo de su piel mientras le bajaba las medias.

-Si supiera lo sexy que te ves así -dijo con la voz entrecortada acariciando su trasero logrando que se retorciera-. ¿Tengo tu permiso para tocarte dónde y cómo quiera?

Los dedos de Leo se acercaron peligrosamente a la humedad que impregnaba su tanga. Aquello le hizo soltar un jadeo.

-Elena, responde -demandó apretándole el culo.

-Sí, sí -soltó escondiendo la cara en el asiento.

-Así me gusta.

El primer azote la tomó desprevenida. No solo por el dolor, sino por el picor posterior que endureció sus pezones al instante. El segundo golpe le hizo pegar un bote, provocando la risa de Leo. El tercero fue aún más fuerte que los anteriores. Elena soltó un grito, el cual se prolongó cuando los dedos de Leo tocaron aquella zona tan sensible de su cuerpo. Sus caderas se movieron involuntariamente contra su mano.

-¿Aquí es dónde te gusta? -Inquirió Leo rozando superficialmente.

Elena asintió a toda prisa acercándose a su mano para aumentar la presión. De pronto un nuevo azote la hizo saltar, en tanto la otra mano de Leo comenzaba a trazar suaves círculos sobre su clítoris. Elena se mordió el labio mientras una rápida sucesión de azotes llegaba sin descanso. Notaba el sudor corriéndole por la nuca y la humedad entre las piernas.

-¿Quieres que pare? -Preguntó inclinándose para morderle el culo.

-Por Zeus, no.

La risa de Leo quedó opacada por los fuertes jadeos de Elena cuando Leo aumentó la presión de sus dedos. Se retorció notando como crecía aquel intenso placer. Entonces Leo sostuvo sus caderas trazando círculos más rápidos que la catapultaron a la cima. El orgasmo fue abrumador. Elena tuvo que taparse la boca por miedo a alertar a los vecinos. Calló laxa contra los asientos, agotada y satisfecha. Pero Leo apenas había empezado con ella.

Se inclinó para tirar de la palanca del asiento de copiloto para que este quedara reclinado hacia delante. Y allí fue donde la tumbó y le separó las piernas como si estuviera a punto de saborear su postre. A pesar de lo que acababan de hacer, Elena se sonrojó avergonzada cuando Leo le apartó a un lado el tanga de encaje y le metió un dedo para recoger su humedad, antes de chuparlo hasta los nudillos.

¡Que el Karma me proteja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora