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La llegada de exámenes tuvo la mente de Elena lo bastante ajetreada como para lograr apartar a Dennis de sus pensamientos. Aunque realmente no comprendía por qué sus profesores escogían la misma semana para examinarlos. Prácticamente aprovechaba cada minuto entre clases para repasar alguna asignatura. Y la media hora de descanso del recreo se había vuelto indispensable para sus estudios.

-Tengo un puré magmático por cerebro en estos momentos –se quejó frotándose las sienes.

Karen y Keira asintieron conformes. Ellas también estaban agotadas.

-Advertencia jugosa –dijo Karen dándole vueltas a su bolígrafo-, Dennis no para de mirarte. Y no me refiero a las típicas miradas de pasada. Prácticamente te está taladrando con los ojos. Pero no mires idiota.

-Qué masoquistas son los tíos –comentó Elena con una sonrisilla.

-Casi tanto como las chicas –puntualizó Keira–. No me pongas esa cara Elena, sabes que tengo razón. Aquí todos somos un poco idiotas en las circunstancias adecuadas.

-¿Podrías dejar que me vanaglorie un poco?

-Por supuesto. Faltaría más.

Karen les hizo un gesto para que se callaran. Al parecer el susodicho se acercaba.

Cara de póquer Elena. No, mejor aún, sonríe como si te hubiera tocado la lotería. ¿O quizás debería mostrarme simpática y distante? ¿Ambas cosas se pueden combinar sin ser bipolar?

-Hola, señoritas, lamento interrumpirlas.

Un chico menos experimentado en el ámbito social habría salido corriendo ante aquel coro de miradas despectivas. Era evidente que no era bien recibido. Keira no lo ocultaba lo más mínimo. Karen parecía reírse de él. Y Elena tenía una mueca que pretendía ser una sonrisa fingida. Nunca se le había dado bien ocultar sus emociones.

-Elena, necesito hablar contigo a solas.

-¿Sobre qué?

La respuesta rápida y seca de Elena hizo que Dennis les echara un vistazo a Karen y Keira. Definitivamente las indirectas no funcionarían con un público tan poco receptivo. Y no se iba a engañar, entre esas chichas no existían secretos.

-De nosotros –dijo por fin-. No sé qué ha pasado, pero me gustaría disculparme.

En la mente de Elena se produjeron una serie de bombardeos en cadena. De todo lo que imaginaba que haría Dennis, aquel despliegue de humildad no se lo había planteado. Y como su lado más morboso ansiaba que se arrastrara ante ella, se puso en pie para acompañarlo.

Dennis la condujo al interior del edificio hasta una de las aulas vacías. Aun de espaldas, Elena pudo escuchar como Dennis cerraba la puerta.

-Me encantaría explicarte por qué te he arrastrado hasta aquí y disculparme por lo que sea que te he hecho –dijo acercándose a ella-. Pero para eso necesito que me digas qué te pasa. Tal vez si lo supiera podría ser más específico con mis disculpas.

Elena se volvió para mirarlo. No había puesto en duda su supuesto arrepentimiento hasta ese instante. Su tono pasota y su expresión despreocupada distaban de la imagen que Elena esperaba encontrar. Tal y como había intuido al principio, Dennis seguía sin comprender todos los motivos por los que debería tragarse su chulería y besarle el culo. Bien, ella le daría razones para ello.

-Bueno, tal vez podríamos comenzar con la más gorda de todas tus cagadas.

Dio un paso para quedar aún más pegada a él y colocó las manos en las caderas, estirándose tanto como le permitían sus extremidades con la ilusión de parecer más corpulenta de lo que era.

¡Que el Karma me proteja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora