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Elena se despertó con un fuerte dolor de cabeza. La almohada estaba empapada de lágrimas y Karen la envolvía por la cintura. Estaba apartándole el cabello enmarañado para verle el rostro.

-¿Cómo estás? -Inquirió Keira desde el colchón hinchable.

Elena se incorporó pesadamente mientras se limpiaba los restos de lágrimas. Notaba los ojos hinchados después de pasar la noche llorando. Incluso los orificios nasales le escocían por la cantidad de veces que se había sonado la nariz. Y aún sin haber bebido, tenía un punzante dolor de cabeza.

-Me siento como una imbécil.

-¿Quieres hablar de ello? -Preguntó Karen frotándole los hombros.

Elena bufó.

-No hay mucho que decir. Pensaba que sentía algo por mí, que lo tenía todo bajo control y que iba a lograr humillarlo cuando lo rechazara. Y al final, la que estaba colada por él era yo. Ni celos, ni juegos, ni mierdas. No le he importado nunca.

Keira y Karen se callaron.

-Por un instante, mientras bailaba con Víctor, pensé que estaba besándola para darme celos o simplemente enfadarme. Pero lo dudo mucho.

-¿Crees que está colado por Rosario? -Preguntó Keira.

-Para nada. Solo pretende llevársela a la cama. Y Rosario es lo suficientemente ingenua como para permitírselo. Es como ver a un lobo jugando con un conejo.

Karen apretó los labios. Tenía bastante claro que Rosario no era ninguna santa. Solo era hábil representando su papel.

-Lo que me cabrea de todo esto, es que aunque sé que es un idiota que no merece la pena, me atrae. Maldito Karma, me atrae muchísimo. Y no puedo echarle nada en cara porque no me hizo ninguna promesa.

Elena tenía las mejillas cada vez más sonrosadas. Incluso alzó la voz sin importarle si la madre y el hermano de Keira la escuchaban.

-Que le den. No entiendo cómo he podido perder el tiempo con un engendro como él.

Keira la miró asombrada. Aun con aquellas pintas tan desastrosas, parecía estar reponiéndose a toda prisa.

-Guau -exclamó Keira aplaudiendo-. Así se habla.

Elena negó con la cabeza con una sonrisa mirando sus manos.

-Voy a llorar otra vez -dijo de pronto mientras las lágrimas volvían a acudir en avalancha.

Keira y Karen pasaron toda la mañana con ella dejando que se desahogara. Fue una auténtica montaña rusa. Tan pronto como Elena comenzaba a despotricar sobre todos los aspectos físicos y mentales de Dennis, se echaba a llorar desolada. Se sentía tan estúpida como humillada por haber sido tan ingenua.

-¿Cómo he podido estar tan ciega? -Bufó sonándose una oleada de mocos-. Si se ve a kilómetros que es un mujeriego como Víctor. Quiero castrarlo. Atarlo a un potro y flagelarlo. No, mejor aún. Le haré la cera en los testículos.

-Yo compro la cera -se ofreció Keira.

-¿Pero por qué me ha hecho esto? -Inquirió moqueando de nuevo-. Se suponía que le gustaba. Maldita sea, lo ha demostrado muchas veces. Los continuos guiños, las bromas. ¿O es que me lo he imaginado todo?

Karen la abrazó.

-Tal vez lo malinterpretamos todo.

-Embaucador de mierda -dijo Elena con la voz cargada de rabia.

Keira no pudo contener una leve risilla. Elena la miró desconcertada por su reacción, sin embargo, Karen a su lado también tenía los ojos brillantes por aguantar la risa.

¡Que el Karma me proteja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora