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Volver a clase nunca era divertido. Volver a clase y aguantar a un profesor como Pablo, el cual se había estado acostando con su madre durante el fin de semana que ella había estado fuera, le estaba arrebatando las ganas de vivir.

Una parte de ella quería contárselo a sus amigas para desahogarse, pero no se atrevía a hablar de su padre. Sabía que terminaría llorando, y le resultaba demasiado duro admitir en voz alta lo mucho que lo extrañaba.

Por ello, cuanto Pablo entró en clase y las saludó afablemente a ella y a sus amigas, se limitó a contestarle como siempre solía hacer. Nada fuera de lugar en apariencia. El problema eran las miradas penetrantes que Pablo le dedicaba, como si quisiera hablar con ella sobre la relación que mantenía con Aurora. Tuvo que hacer un esfuerzo titánico por ignorarlo y que sus amigas no sospecharan nada.

-Mi madre preparó ayer una tarta de tres chocolates -comentó Keira en voz baja cuando comenzó la clase.

-A las seis estoy en tu casa -dijo Karen.

-Aarón sabía que te autoinvitarías. Así que me pidió como favor personal que evitara a toda costa que aparecieras por allí.

-Mi querida Keira, dígale a su extraordinario hermano que he captado la indirecta, y que me propongo honrarle con mi presencia durante toda la tarde.

Elena sonrió. Ya podía presuponer que les esperaba una merienda con espectáculo.

-¿De qué estáis hablando? -Les preguntó Pablo en voz alta para que se enterara toda la clase. Su voz fue tan profunda y grave que hizo que Elena pegara un bote en su asiento.

-Simplemente hacíamos planes para esta tarde -explicó Karen sin alterar su sonrisa-. Presuponemos que con la vuelta a clase mandarás muchas actividades. Así que vamos a hacerlas juntas. Tal vez mañana notes que nuestras respuestas coinciden. Pero será solo por casualidad.

Pablo las observó detenidamente mientras se colocaba las gafas con su dedo corazón.

-¿Veis? Esta es una buena actitud ante el trabajo. De hecho, hace mucho que no os mando un trabajo en grupo.

-Es que nunca nos has mandado uno -espetó Elena sin pararse a pensar.

-Más razón aún para que os mande uno.

Elena no necesitaba recurrir a su intuición para saber lo que significaban las miradas que les lanzaron sus compañeros. Incluido Dennis, que negaba con la cabeza con su arrogante sonrisa. Los bufidos y comentarios despectivos parecían los susurros de los actores en un teatro, y provocaron que Elena se hundiera en su asiento.

Ya debería haber aprendido la lección. La confianza con Pablo daba mucho asco. En especial porque tenía todas las de perder. Y el que se estuviera acostando con su madre no iba a proporcionarle un trato preferencial.

El resto de la jornada tampoco fue mucho mejor. La incapacidad para concentrarse hizo que las horas se multiplicaran. Y el frío reinante por la falta de calefacción la obligó a permanecer con el chaquetón abrochado hasta el cuello. Aquellos meses no mejoraban el ánimo de nadie. En personas como Elena, solo la volvían más perezosa. Anhelaba regresar a su cama para leer arropada hasta la nariz. Estaba fantaseando con ello, y la ducha de agua caliente con la que iba a obsequiar a su cuerpo engarrotado de tanto temblar, cuando Dennis y Esteban se acercaron a su mesa.

-¿Qué tal Descendiente de Venus? -Dijo Dennis con su media sonrisa.

-Me caes peor que de costumbre, la verdad.

-Me alegra ver que no has perdido tu esencia. En fin, estamos pensando en ir al cine este miércoles a ver la última de los Vengadores. ¿Os apuntáis?

¡Que el Karma me proteja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora