Elena se pasó toda la tarde del viernes estudiando a uno de los mayores iconos de la sensualidad: Marilyn Monroe. Decidió analizar la película Los caballeros las prefieren rubias, donde se fijó en varios detalles que hacían de Marilyn una mujer cautivadora.
Para empezar, su mirada. Era una combinación de inocencia, calma y seducción. Solía observar a los caballeros que pretendía a través de sus largas pestañas, prodigándoles toda su atención. Por otro lado, su voz era dulce, aterciopelada y baja. Como la de una niña pequeña. Incluso parte de su comportamiento la asemejaba a una colegiala. Sin embargo, cuando caminaba, mostraba una seguridad abrumadora. Balanceando sus caderas con suavidad, la espalda recta y la mirada al frente. Sus ojos mostraban la absoluta certeza de que mientras la observaban caminar, los presentes no podían evitar admirar su belleza. El magnetismo que desprendía era palpable todo el tiempo. Hubo una escena en concreto que fascinó a Elena:
Marilyn, en este caso la señorita Lorelei, deseaba que un caballero se sentara en su mesa porque era rico y quería emparejarlo con su amiga. El metre, que había estado cobrando a los hombres que querían sentarse a cenar junto a Lorelei y su amiga, le informó que la mesa estaba llena y que no podía hacer nada para arreglarlo. Lorelei, lejos de enfadarse, se mostró dulce e ingenua. Y alegó que, si no sentaba a aquel caballero a su mesa, haría que todos los hombres a los que había cobrado cenaran en su habitación. De modo que el metre tendría que devolverles el dinero a todos esos caballeros. Así, Lorelei, consiguió que el metre acatara sus deseos sin necesidad de alterarse.
Con aquellas imágenes en la cabeza, y el calor fluyendo por su cuerpo, Elena se atavió con una falda negra entallada y una blusa blanca. Una mezcla entre secretaria y colegiala. Incluso buscó una cinta para hacerse un lazo en el cuello. Y aunque sabía que acabaría arrepintiéndose, se calzó unos tacones negros lo bastante sencillos como para parecer de oficina. Se dejó el cabello suelto en ligeras ondas por la espalda, y escogió un maquillaje recargado, al estilo Marilyn, con un intenso pintalabios rojo.
Al finalizar, estudió su imagen en el espejo de su habitación. Tal vez fuera por causa de la película, o la ropa, o los prácticos consejos de Marilyn, pero se sentía muy sexy. Con ganas de dejar a Leo boquiabierto, y de paso, mantener a Violeta relegada en una esquina.
Cuando bajó las escaleras se topó de frente con su madre, que la recorrió de arriba abajo bastante sorprendida.
-¿Vas a una entrevista de trabajo?
-No, he quedado para salir con mis amigos.
Aurora asintió conforme. Con el paso de los días, la tensión entre ambas se había convertido en una ligera incomodidad con la que parecían satisfechas. Ni ella opinaba sobre su relación con Pablo, ni su madre indagaba en su vida privada. Además, procuraban cruzarse lo menos posible para evitar discusiones.
-Pásalo bien entonces -comentó con una media sonrisa. Elena se fijó en que llevaba puesto un pijama de seda, no muy acorde al frío que hacía. Aunque fingió no darse cuenta y se limitó a dar media vuelta dirigiéndose a la puerta de la entrada-. ¿Va ese chico tan guapo que vino la otra vez?
-¿A cuál te refieres? -Inquirió con el pulso acelerado mientras rebuscaba las llaves en su bolso.
-Al que te ayudó a curarte en el cuarto de baño cuando te caíste y rompiste las medias.
La pregunta parecía inocente, sin embargo, los ojos de su madre le indicaban lo contrario.
-No lo sé, somos muchos -dijo de pasada arrepintiéndose al instante. El coche de Leo estaba aparcado justo en la puerta. Si su madre decidía salir a saludar, la pillaría.
-Bueno, pásalo bien -repitió encaminándose con sus andares de reina hacia las escaleras.
Elena no aguardó un segundo más, casi se lanzó hacia la puerta rezándole al Karma por no tropezarse con los malditos tacones. Leo la esperaba dentro del coche, como le había pedido, por si su madre decidía espiarla por la ventana. Sin embargo, una vez fuera de casa, se regañó a sí misma por actuar como si estuviera haciendo algo malo. Si su madre podía salir con su profesor de biología, ella podía ocultarle su relación con Leo. Porque estaban en una relación...o algo parecido.
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¡Que el Karma me proteja!
RomanceElena pensaba que su último año de instituto sería tan rutinario como los anteriores, pero un encuentro accidentado con Dennis, un chico arrogante y encantador, cambia su mundo. Decidida a no dejarse intimidar por sus aires de seductor, Elena urde u...