Aunque Karen y Keira anhelaban interrogar a Elena en profundidad, no les pareció conveniente con Leo observándolas de reojo. Así que se vieron obligadas a posponer la charla hasta el día siguiente por petición de Elena. Decidieron aprovechar la ausencia de una profesora para reunirse en la biblioteca, una de las pocas salas donde funcionaba la calefacción. Una vez acomodadas, Elena les narró lo ocurrido detalladamente. Desde la caída hasta el extraño momento con Leo en su baño.
-Así que te acarició los gemelos -comentó Keira.
-Eso he dicho.
-La parte que está justo encima de los tobillos -precisó Karen.
-De nuevo, sí.
Keira y Karen hicieron grandes esfuerzos por no burlarse de ella, aunque sus sonrisillas la molestaban incluso más que una ronda de carcajadas.
-Bueno, al menos sabemos que el siguiente paso serán tus rodillas -bromeó Karen.
Elena apretó los labios al recordar la sala de cine. Tal vez sus amigas no estaban desencaminadas.
-La cuestión es cómo te sentiste -dijo Keira-. Ya sabemos que es nuevo para ti. Y no me gustaría que te sobrepasara.
-Todo se me hace raro -admitió Elena-. Cuando me toca lo más mínimo, mi cuerpo se petrifica y acelera al mismo tiempo. Es como una tortura. Pero cuando se aleja, me quedo con una sensación de vacío en el estómago.
Karen y Keira compartieron una mirada sabionda.
-Y eso, mi querida Elena, se llama atracción sexual -explicó Karen-. Es lo más normal del mundo.
-Que me pone cachonda, vamos.
-Básicamente -asintió Keira-. Es una buena señal, diría yo. Aunque no confundas el deseo sexual con el amor. Se pueden complementar, pero a veces, una no depende de la otra.
-Esta conversación pinta profunda.
-Lo es. Pero solo te recomendaré que no tengas prisa. Y menos si va a ser tu primera vez. Deja que las cosas fluyan, y cuando te sientas preparada, lánzate.
-Esa es la cuestión, que no sé lanzarme.
-Bueno, si te cuesta, siempre se lo puedes decir -sugirió Karen-. La comunicación es esencial. Y Leo no pondrá pegas en llevar la voz cantante.
-¿Qué es lo que sientes por él?
Elena suspiró mientras cruzaba los brazos.
-No estoy segura. Cuando no lo veo, me paso las horas pensando en él. Y cuando lo tengo delante, me pongo ligeramente nerviosa. Aunque es algo que puedo sobrellevar, hasta que me roza lo más mínimo. Me hace sentir como una acosadora o una desequilibrada mental.
-Al principio suele ser así -dijo Keira-. Con el tiempo te vas acostumbrando.
-Todos pasamos por esos nervios al comienzo de la relación -dijo Karen achuchándola-. Fijo que él también tiene que luchar contra sí mismo para que no le tiemble el pulso.
-Háblalo con él, Elena. Cuanto antes aclaréis esta situación, antes se irán los nervios.
Lo decían con tanta naturalidad y seguridad que cualquiera pensaría que se trataba de algo fácil. Plantarte frente a un chico para explicarle cómo te sentías y que de paso él te confesara sus sentimientos, era un auténtico marronazo. A menudo Elena había escuchado las típicas frases clichés tales como: El no, ya lo tienes; Quien no arriesga no gana; Solo se vive una vez... Todas estaban muy bien para recitárselas a otros. Pero cuando eras tú la que tenías que echarle valor al asunto, era semejante a poner por primera vez una lavadora con un manual de instrucciones que solo decía: Nadie nace sabiendo. En resumen, una auténtica putada.
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¡Que el Karma me proteja!
RomanceElena pensaba que su último año de instituto sería tan rutinario como los anteriores, pero un encuentro accidentado con Dennis, un chico arrogante y encantador, cambia su mundo. Decidida a no dejarse intimidar por sus aires de seductor, Elena urde u...