Cuando salieron del baño, ya estaban todos colocados entre dos mesas con sus respectivos palos. Hubo un pequeño debate sobre cómo se dividirían, y aunque Elena tenía previsto jugar con Víctor, acabó siendo la pareja de Karen. Por suerte, sus rivales resultaron ser Keira y Sergio. Hacía mucho que no jugaba. Apenas recordaba como coger el palo. Sin embargo, conforme fue practicando, descubrió que Karen tenía razón, no era tan mala como esperaba.
Durante la partida, Karen le hizo una breve señal a Elena en dirección a Sergio y a Keira. Estaba tan concentrada en recordar cómo se jugaba, que apenas había reparado en ellos.
-Esto se te da mejor de lo que me dijiste -comentó Sergio con los brazos cruzados observando como Keira colaba dos bolas seguidas.
Había una pizca de picardía en aquella frase. O tal vez era la forma en que Sergio la observaba. Como si ambos compartiesen un secreto del que nadie más era consciente.
-No soy amante de la falsa modestia, pero tampoco me pareció buena idea presumir en demasía de mi indudable talento -repuso Keira apuntando a la bola negra.
-¿Por qué? -Inquirió tras soltar una carcajada.
Solo les faltaba meter la negra y abrían ganado. Keira apretó los labios mientras se posicionaba. La blanca golpeó la negra con precisión, pero no consiguió entrar.
-Porque prefiero ser alabada por mi inesperado talento, que ridiculizada por mi soberbia -argumentó Keira apartándose para que tirara Karen.
-A mí me parece un plan bastante armado para evitar que dañen tu orgullo -dijo Sergio.
Elena se quedó observándolos embelesada. No imaginaba que Keira y Sergio bromearan con tanta confianza. Y más aun teniendo en cuenta lo reservada que era Keira.
-Puede ser -asintió Keira tras meditar sus palabras -, pero sin orgullo, no somos nada.
Sergio sonrió, era su turno. La bola negra estaba situada en el lado opuesto del hoyo ganador. Era imposible que la colara con un solo tiro.
-Un enorme amasijo de humildad -repuso Sergio de pasada.
En vez de apuntar a la bola negra, Sergio se había situado en dirección a una de las paredes. En un principio aquello confundió a Elena, pero después observó sorprendida como la blanca golpeaba una pared tras otra hasta llegar a la negra. Cuando esta entró en el agujero correcto, Sergio le dirigió una mirada triunfal a Keira.
-La humildad es hermosa cuando otros te la reconocen -dijo Keira sin inmutarse con el asombroso tiro que les había hecho ganar.
-Y el orgullo puede llegar a convertirse en una carga.
-¿Para quién? -Inquirió Keira con una media sonrisa.
Sergio se aproximó hasta quedar frente a ella.
-Para todos los que tienen que aguantarte. Incluida tú misma.
Karen y Elena compartieron una mirada. Estaban atónitas con lo que acababan de escuchar ¿De dónde sacaba Sergio las agallas para decirle todo aquello a Keira? Por muy pequeña que fuera, una sola mirada de aquella rubia era suficiente para hacer callar al chico más imponente. Sin embargo, Keira se echó a reír. Una risa clara y fresca que hizo que su rostro se iluminara.
-Mientras el orgullo esté bajo el control de una mente superior no hay de qué preocuparse -añadió Keira.
-¿Eso no es de Orgullo y prejuicio? -Preguntó Sergio con una enorme sonrisa.
-Quién sabe.
Elena se quedó con la boca abierta. Llevaba tanto tiempo enfocada en su vida personal, que no se había fijado en la historia que se desarrollaba ante sus ojos.
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¡Que el Karma me proteja!
RomansaElena pensaba que su último año de instituto sería tan rutinario como los anteriores, pero un encuentro accidentado con Dennis, un chico arrogante y encantador, cambia su mundo. Decidida a no dejarse intimidar por sus aires de seductor, Elena urde u...