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Elena regresó a casa molesta consigo misma. Había dejado que las palabras de una cría la trastornaran hasta el punto de volver a iniciar el bucle de dudas e inseguridades que había sentido durante meses por culpa de Dennis. Prácticamente había pasado el resto de la tarde observándolo de reojo, y en todo momento lo había considerado una deslealtad hacia Leo. La historia con Dennis ya había quedado atrás. Le había dejado bastante claro que no estaba interesado en ella, y había llorado suficiente por ello. Ahora estaba conociéndose con Leo, les iba bien, y no estaba dispuesta a dejar que aquellos absurdos comentarios de una niña estropearan lo que tenía. Y, sin embargo, se puso a rememorar cada mirada, cada sonrisa, cada gesto que había compartido con Dennis en busca de algún detalle.

Fue su madre la que la sacó de aquel bucle cuando llamó a la puerta de su dormitorio.

-Hola cielo, ¿qué tal ha ido todo?

-Bien -respondió sin inmutarse-, ¿querías algo?

-Sí, verás -dijo sentándose a los pies de su cama. Por alguna razón, aquel gesto la puso nerviosa-, Pablo y yo hemos quedado el martes para almorzar.

-¿Y qué tiene que ver eso conmigo? -Espetó incapaz de ocultar el malestar que le producía.

-Me gustaría que nos acompañaras.

Elena se quedó con la boca abierta. De todas las cosas que esperaba oír de su madre, esa no se la había planteado.

-Sus hijos le van a acompañar, y me haría muy feliz que estuvieras presente.

Aquello tenía que ser una maldita broma. Sabía que Pablo tenía un hijo mayor y dos niñas pequeñas porque él mismo se lo había contado a toda la clase. Jamás pensó en conocerlos, y menos si se parecían mínimamente a él.

-No pienso participar en una pantomima de la familia feliz. No me interesa conocer a sus hijos y si no fuera mi profesor, le evitaría a toda costa.

Elena observó satisfecha como los ojos de su madre se enrojecían, aunque fue capaz de controlar las lágrimas lo suficiente como para marcharse con la dignidad intacta.

-Tendrás que prepararte el martes el almuerzo o pedir algo, lo que prefieras -dijo sin mirarla agarrando el pomo de la puerta-. Te dejaré el dinero en la encimera.

***

A pesar del disgusto con su madre, su humor mejoró al cabo de las horas cuando Leo le mandó un mensaje.

"¿Qué días libres tienes esta semana?"

Por unos breves segundos, se planteó hacerse la interesante y no responderle hasta que pasaran al menos treinta minutos. Sin embargo, cuando se levantó de la cama para tomar una ducha, acabó regresando a ella y agarrando el teléfono a toda prisa para contestarle.

"Solo tengo pendiente hacer un trabajo con Esteban y Dennis. Pero todavía no hemos fijado el día", escribió mientras se mordía el labio en un intento por controlar los nervios. Luego recordó la conversación con su madre. "Si el martes no estás muy ocupado, podríamos almorzar en mi casa. Según mi madre, soy una excelente cocinera"

"Lo comprobé en la casa rural, y me encantaría repetir"

El corazón de Elena comenzó a tronar a toda velocidad.

"Perfecto, ¿nos vemos en mi casa a las tres y media?"

"Puedo recogerte en la escuela si lo prefieres"

Elena se quedó contemplando aquella frase por unos segundos. Tiempo suficiente para que su cerebro hiciera de las suyas.

Si la llevaba directamente a casa, no tendría tiempo para arreglarse, ducharse, ni ninguna de las cosas que solían hacer las chicas cuando el chico que les gustaba venía a verlas. Además, tendría que cocinar con él al lado, ya que no le daría tiempo a tenerlo todo preparado por la mañana. Aunque podría hacer alguna cosa el lunes y adelantar parte del trabajo.

¡Que el Karma me proteja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora